Los inversores están muy pendientes de la marcha de los bancos medianos y pequeños de Estados Unidos. En marzo del pasado año cayeron el Silicon Valley Bank (SVB), Signature Bank y First Republic Bank debido a la subida de los tipos de interés practicados por la Reserva Federal. El alza de tipos hizo mella en estas entidades por dos caminos: de una parte, rebajaba el valor de su cartera de deuda que debía ajustarse a las nuevas rentabilidades; de otra, muchos de sus depositantes sacaron el dinero de estos bancos en busca de mayor ganancia con la compra de bonos que elevaban sus ganancias a golpe de incremento del precio del dinero en las subastas de la Fed. También la competencia de grandes entidades con ofertas de cuentas y depósitos más elevada atraía a los clientes de la banca más pequeña.
Estas quiebras provocaron un gran susto en las bolsas mundiales que se preguntaban si se iniciaba una nueva crisis financiera, tras el gravísimo episodio de 2008 con la desaparición de Salomon Brothers. Sin embargo, las autoridades estadounidenses reaccionaron con rapidez y los activos y pasivos de estas entidades fueron rápidamente absorbidos por otros bancos de mayor tamaño.
La caída del SVB encendió el temor sobre la banca regional estadounidense y su posible contagio al resto del sistema financiero. Los tipos de interés se han estabilizado en niveles altos, con el bono a 10 años por encima del 4% y la comunidad financiera ha asumido que las esperadas rebajas de tipos deberán esperar hasta que la inflación se consolide en niveles del 2%. Sin duda, tipos más altos del actual 4% o una prolongación de mucho más de un año en estos niveles puede provocar la caída de otras entidades, al igual que ocurre con empresas que han visto elevarse sus costes financieros.
Pero las inquietudes de los inversores y las autoridades financieras se disipaban a medida que pasaban los meses en 2023. La esperada recesión no llegó a la economía estadounidense y, muy al contrario, se conocieron crecimientos del Producto Interior Bruto (PIB) por encima del 3% durante varios trimestres. En consonancia con la mayor actividad económica, la tasa de desempleo no aumentaba y se mantenía en niveles de pleno empleo técnico.
Positiva evolución macroeconómica que disipaba otro temor: la vuelta a una crisis inmobiliaria que contagiase los balances de las entidades financieras. El precio de la vivienda en Estados Unidos lleva casi un año de subidas ininterrumpidas y, por vez primera, el pasado año se superaron los 400.000 dólares de valor medio de la vivienda. Sin embargo, el empuje de la economía y el empleo disipan las preocupaciones.
New York Community Bancorp
El último día del pasado mes de enero las acciones del New York Community Bancorp (NYCB) se desplomaban un 38% en Bolsa después de presentar malos resultados y un aumento de provisiones para hacer frente a la morosidad en el segmento del inmobiliario comercial (no en el residencial). Para contrarrestar el castigo en Bolsa anunciaba una reducción del dividendo a sus accionistas.
Nuevamente, se abrió la caja de Pandora de una crisis financiera ligada al inmobiliario que, sin embargo, no ha tenido, de momento, nuevos episodios. Hay puntos de coincidencia con la crisis de hace un año por la subida de tipos y el NYCB, ya que esta entidad llegó a quedarse algunos activos de Signature Bank en buenas condiciones. Negoció asumir 38.000 millones de dólares de los activos de dicho banco, incluidos 25.000 millones en efectivo y unos 13.000 millones en préstamos, a la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC). Este acuerdo le reportó una importante subida en el mercado de acciones neoyorkino.
Clément Inbona, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE), comenta que el quid de la cuestión reside en las tribulaciones que sufre el sector inmobiliario comercial estadounidense, un sector que engloba el conjunto de los activos inmobiliarios menos la vivienda y las infraestructuras. “Sacudido por un alza muy acusada de los tipos de interés y el profundo cambio en los usos de las superficies, el segmento de las oficinas es el epicentro del terremoto”.
Entre las causas estarían la aparición del teletrabajo y la «oficina flexible», es decir, la ausencia de una oficina fija, la demanda de metros cuadrados no ha recuperado los niveles anteriores a la pandemia. Esta situación desemboca en unas tasas de disponibilidad históricamente elevadas, a pesar del pleno empleo. Ante la caída de la demanda y una oferta que, por naturaleza, es rígida, lógicamente los precios se ajustan a la baja. Y añade Inbona: “desde marzo de 2022, los precios de los inmuebles de oficinas en EEUU han registrado un descenso medio del 21 %, según el índice que elabora Green Street. Y ese es un factor que debilita los balances de los actores expuestos e inquieta a las autoridades”, concluye.