En noviembre de 2014, Ana Botín, recién nombrada presidenta del Banco Santander tras el fallecimiento de su padre, Emilio Botín, decide hacer cambios en la más alta cúpula. El primero de estos cambios es sustituir a Javier Marín, que era mano derecha de Emilio y llevaba más de 20 años en la casa. En su lugar nombra a un nuevo consejero delegado, José Antonio Álvarez, un economista leonés que ya llevaba en el banco una década.
La presidenta eligió a su nuevo número dos y además, anunció el nombramiento de algunos consejeros que, a día de hoy, siguen en el banco. Es el caso de Bruce Carnegie-Brown, elegido vicepresidente primero y consejero coordinador, o el de Sol Daurella, una de las consejeras independiente del Santander. Con el equipo ya formado, el banco cántabro empezó una nueva etapa, marcada, sin duda, por los tipos de interés negativos, el Brexit, la compra del Banco Popular, la digitalización del sector financiero y la pandemia.
Una consecución de retos con los que ha tenido que lidiar Álvarez desde enero de 2015, cuando asumió el cargo de CEO y hasta diciembre de 2022, su último mes como número dos. Su 'talón de Aquiles' ha sido la cotización de la compañía en bolsa. Álvarez justificó el pasado mes de octubre, durante su última rueda de prensa de resultados, que Santander no es comparable -por volumen- al resto de bancos del sector, pues su capitalización, superior a los 47.000 millones de euros, es mayor que la de Caixabank, Sabadell, Bankinter y Unicaja juntas.
Pero también es cierto que uno de sus principales rivales en España y Latinoamérica, BBVA, es quien más se acerca a Santander, con un valor en Bolsa superior a los 34.000 millones. Y mientras el banco vasco ha conseguido terminar el año en verde (+16%), al igual que el resto del sector, el cántabro ha sido el único en cerrar el ejercicio bursátil en rojo.
El CEO recordaba también en este último encuentro con la prensa la compra del Banco Popular, en el verano de 2017, por un euro después de su resolución. Preguntado por si fue un acierto o un error, el banquero presumió de que, al menos, les ha permitido ganar cuota de mercado en España, por ejemplo, en depósitos donde han pasado del 15 al 20%. Aunque apuntaba a que la peor parte fue el contexto, marcado por tipos de interés negativos, que se han extendido mucho más tiempo del que cualquier banquero querría.
No era la primera vez que José Antonio Álvarez reconocía que los tipos de interés negativos han afectado al negocio, sobre todo, al de Santander en España y Portugal. Para mantener la eficiencia y rentabilidad, la entidad ha llevado a cabo en los últimos años varios ERE, con los que ha reducido su plantilla de manera considerable. Desde 2017, cuando compró Popular y hasta 2021, han salido del banco 10.000 empleados en España. El último ajuste de plantilla y el más numeroso, lo hizo en la pandemia, cuando el avance de la digitalización le llevó a cerrar 1.000 oficias y a despedir unos 3.500 trabajadores.
Antes de la pandemia, el número dos de Santander también tuvo que lidiar con el Bréxit, que no solo afectó a su filial en Reino Unido, también a sus operaciones internacionales por la devaluación de la libra. Esto hizo que sus acciones estuvieran muy castigadas en bolsa durante bastante tiempo; la pandemia solo alargó la agonía. El sector financiero fue de los más castigados en el mercado por la incertidumbre económica que provocó el Covid-19, pero también, porque el Banco Central Europeo cortó el grifo de los dividendos.
Toda una serie de nubarrones de las que el Santander ha logrado salir airoso, cerrando este 2022 el mejor ejercicio de su historia con un beneficio de más de 7.000 millones de euros hasta septiembre. Unas cifras que mejorarán aún más cuando se sumen las cuentas de cuarto trimestre, que pese a la inflación y el frenazo económico en muchos de los mercados donde el banco opera, también estarán marcadas por las subidas de tipos de interés en Europa, después de once años. Y otros mercados como EEUU o Latinoamérica.
Santander, nueva etapa
Álvarez tendría que haber salido del banco mucho antes, pues las intenciones de la presidenta eran sustituirle por el italiano Andrea Orcel en enero del 2019. Sin embargo, el fichaje se vio frustrado a los cuatro meses de anunciarse por el elevado salario que pedía el banquero. El asunto acabó judicializado y, de hecho, Santander ha tenido que pagar al banquero unos 41 millones de indemnización de los 114 millones que reclamaba.

El leonés siguió, por tanto, al frente del grupo, pero finalmente se ha despedido del banco este 1 de enero de 2023 para ser sustituido, ahora si, por Héctor Grisi, que ya asumía el cargo de consejero delegado en la filial mexicana del Santander y en la región de Norteamércia, pero ahora pasará a serlo de todo el grupo. Mientras que Álvarez seguirá vinculado al banco, pero ya sin funciones ejecutivas.
Grisi liderará una nueva etapa en Santander que empieza, oficialmente, en febrero. Una fecha marcada en el calendario de accionistas e inversores porque el banco presentará en Londres su nuevo plan estratégico, su hoja de ruta para los próximos 3 años.