Molins es la primera empresa catalana cotizada que retorna la sede social que trasladó, en su caso a Madrid, después de los hechos de octubre de 2017. Y han procurado que este regreso fuera lo más discreto posible, sin que ningún político o dirigente empresarial se atribuyera méritos y sin que nadie de la familia propietaria hiciera declaraciones en público. En realidad, aquella huida a Madrid –un trámite, sin consecuencias reales en la empresa– provocó un conflicto familiar.
Algunos miembros de la numerosa familia Molins –sobre todo de la rama Molins Amat, aunque no incluía precisamente al presidente del consejo de administración, Juan Molins Amat– se opusieron al traslado y, una vez que se llevó a cabo, intentaron revertirlo a través del consejo de familia y de la junta de accionistas. Como no lo consiguieron, interpusieron una demanda que se instruyó en el Juzgado Mercantil número 3 de Madrid.
La demanda contaba con el apoyo de los hermanos Jordi, Xavier y Santiago Molins Amat, las también hermanas Rita y Xènia Molins Mateu y de Joan Cisa Molins. En esta demanda se indicaba que supuestamente Cementos Molins (la sociedad matriz, que trasladó la sede a Madrid) incumplía las condiciones de la ley de las sociedades de capital, que establecen que el domicilio social debe permanecer donde se lleva a cabo la actividad principal o bien donde se encuentre el centro de decisión.
La parte contraria, entre los que estaba Juan Molins Amat, el presidente, defendieron que en Madrid celebraban los consejos de administración, las juntas de accionistas y que tenían unas oficinas donde también estaba el despacho de su director financiero. El juez les dio la razón, pero, tres años después de la resolución, han decidido retornar la sede social donde estaba, en el complejo de su fábrica de cemento de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona).
Un exdirectivo de Molins quita importancia a estos conflictos –"con una familia que supera el centenar de miembros, accionistas, considero que hay pocas discrepancias"– y pone en valor la historia de la compañía, sobre todo la de los últimos 15 años porque han tirado adelante en un contexto de crisis económica y de reducción del consumo de materiales para la construcción.
Cuando falta poco más de tres años para que celebren el centenario (la compañía se fundó en 1928), los Molins son la única estirpe empresarial catalana que se mantiene en el negocio de la fabricación de cemento porque otras familias históricas del sector ya hace años que vendieron su empresa: los Güell –de la antigua Asland, actualmente propiedad de la francesa Lafarge– y, más adelante, los Rumeu y los Fradera –que fueron los dueños de Uniland, actualmente Portland Vallderribas, del grupo FCC–-.
Después de los Molins, un Rodríguez
Al frente de la compañía se han sucedido cuatro generaciones, todos con el mismo apellido –Joan Molins Parera (siglo XIX-1933), Joaquim Molins Figueras (1886-1976), Joan Molins Ribot (1911-1986), Casimiro Molins Ribot (hermano del anterior, 1920-2017) y Juan Molins Amat (1942, hijo de Joan Molins Ribot)–, sin embargo, en 2015, nombraron al primer consejero delegado externo a la familia, Julio Rodríguez Izquierdo (San Bartolomé de las Abiertas, Toledo, 1961). Dentro de la propia familia han bromeado sobre el hecho de que, después de tantos 'Molins', un 'Rodríguez' se hiciera cargo de la dirección ejecutiva, pero no de la propiedad.
Las fuentes consultadas destacan que Rodríguez ha sido "clave" en los buenos resultados de la compañía porque llegó en un momento de crisis, de caída del consumo de cemento en los mercados tradicionales de Molins porque desapareció el impulso de la burbuja inmobiliaria y se frenó la obra pública. Además, Rodríguez introdujo nuevos criterios y nuevas maneras de organización, que se ven en las reformadas oficinas de Sant Vicenç dels Horts, inauguradas el año pasado, con espacios compartidos parecidos a un coworking donde no hay despachos fijos para los ejecutivos. En marzo pasado, Rodríguez se prejubiló y fue relevado por Marcos Cela, hasta aquel momento responsable de las empresas filiales y participadas del grupo en Asia, África y América Latina.
La empresa está a punto de cumplir el centenario sin perder la condición de familiar, con tres ramas que se reparten cerca del 90% del accionariado: los Molins López Rodó (a través de la patrimonial Ontinix, 33,5%), los Molins Amat (Noumea, 31,5%) y los Molins Gil (Cartera de Inversiones CM, 24,3%). Un acuerdo de sindicación del voto une a la mayor parte de los miembros de estas tres ramas hasta 2025. La compañía cotiza una pequeña parte de las acciones en la Bolsa de Barcelona.
En el consejo de administración están representadas estas tres ramas familiares, encabezadas por Juan Molins Amat (presidente), Joaquín Molins López Rodo (vicepresidente) y Joaquín María Molins Gil (vicepresidente). Entre los consejeros hay otros miembros de la familia e independientes, como Rafael Villaseca Marco, que es el actual presidente no ejecutivo de Celsa.
Orígenes familiares
La historia de la compañía arranca en 1928 con Joan Molins Parera, nacido en Sant Andreu del Palomar, que poseía un negocio de cal y cemento en Pallejà y Vallirana (Barcelona). Casado con Elvira Figueres, tuvo cuatro hijos: dos chicos, Francesc y Joaquim, y dos chicas, Josepa y Francesca. No fue el heredero Francesc, sino su hermano Joaquim Molins Figueres (1886-1976) quien se situó al frente de la empresa. El padre y el hijo fundaron Cementos Molins, a la cual aportaron varios activos que ya estaban explotando.
Joaquim Molins Figueres, instalado en la alta burguesía catalana, se casó dos veces. Con Anna Ribot, tuvo tres hijos: Joan, Casimiro –que falleció a los 4 años– y Casimiro –al cual le pusieron el mismo nombre, una práctica habitual en aquellos tiempos en las familias que perdían a un niño–. Y años después de enviudar, en 1960, se casó con Juana Gil, que trabajaba en el servicio doméstico, con la que tuvo dos hijos más: Joaquín María Molins Gil, uno de los actuales vicepresidentes, y Marta.
Cuando todavía vivía, Molins Figueres cedió el 50% de la compañía a los dos hijos del primer matrimonio, y tras su fallecimiento, se repartió el otro 50% entre los cuatro hijos de sus dos matrimonios. Eso hace que las ramas de Joan Molins Ribot (con 11 descendientes, los Molins Amat) y de Casimiro Molins Ribot (con seis descendientes, los Molins López Rodó) tengan una participación superior que la rama Molins Gil, sin embargo, como los primeros son muchos más a repartir, eso convierte a Joaquín María Molins Gil (1961) en el primer accionista a título individual. Como curiosidad, este último es el tío del actual presidente, Juan Molins Amat (1942), a pesar de ser 19 años más joven.
Un exconseller y un abogado de los famosos
Joan Molins Ribot (1911-1986), que presidió la compañía hasta su fallecimiento, tuvo 11 hijos, entre los que destaca a Juan Molins Amat (1942, actual presidente del consejo de administración), Joaquim (1945-2017, que fue parlamentario de CiU, conseller de la Generalitat y concejal de Barcelona), Santiago (1950, que fue director general corporativo), Jordi (1952, exjefe del área jurídica), Josep (1953, exresponsable del negocio de áridos) o Pau Molins Amat (1962, abogado, conocido por ejercer la defensa de Shakira, la infanta Cristina, Narcís Serra o Sandro Rosell entre otros famosos).
Casimiro Molins Ribot (1920-2017) sucedió a su hermano en la presidencia. Casado con María Dolores López Rodó, hermana del ministro franquista Laureano López Rodó (1920-2000), tuvo seis hijos. Entre estos está Javier (exdirector comercial hasta la década de los noventa, que falleció en 2009 a los 62 años), Joaquín (exdecano de Ciencias Políticas de la UAB y exvicepresidente de Empresarios de Catalunya) o Laureano Molins López Rodó (eminente especialista en cirugía torácica y presidente de la Asociación contra el Cáncer de Barcelona, que fue quien operó al rey emérito el año 2000 de un nódulo en el pulmón en el Hospital Clínic).
Desde 2017, Juan Molins Amat preside el consejo de administración. Durante su mandato, la compañía trasladó la sede social a Madrid y la retornó a Sant Vicenç dels Horts. Uno de sus hijos, Juan Molins Monteys, también está en el consejo, además de impulsar sus propias iniciativas empresariales; y otro, Oriol Molins Monteys, formó parte de la cúpula de la formación política Units per Avançar, que reunió parte de los democristianos de la desaparecida Unió Democràtica.
Los Molins son una estirpe que multiplica sus miembros a cada generación. Si la segunda eran cuatro, en la tercera ya eran 19 y, en la cuarta, 72. Entre la quinta y la sexta se acercan a los 200. La actividad del grupo –cemento, hormigón, estructuras para la construcción, áridos... – genera elevados beneficios. En los primeros nueve meses de este año (hasta septiembre), Cementos Molins ha disparado las ganancias un 23%, hasta los 153 millones de euros, a pesar de reducir las ventas en un 5%, hasta los 1.022 millones de euros, con respecto al mismo periodo del año pasado. En el ejercicio de 2023, obtuvieron un beneficio neto de 151 millones de euros, un 35% más que respeto 2022. Las ventas subieron en el 2023 a 1.349 millones de euros.