La centenaria compañía Semillas Fitó, fabricando de semillas hortícolas, es una empresa familiar catalana que, fortaleciendo los esfuerzos en innovación e internacionalización, ha elevado el negocio a los 122 millones de euros en el 2023. Una estrategia de crecimiento que no cesa y que se intensificará con el reto de alcanzar los 140 millones en el 2026. La compañía, que acumula un 10% por término medio de crecimiento en los últimos tres años, vierte cada año en R+D un 25% de los ingresos para lanzar en el mercado nuevas variedades, "pueden ser entre 20 y 30 semillas nuevas, según el éxito de la investigación".

Estos trabajos se hacen a diez centros ubicados en Cabrera y Almería (España), Sicilia (Italia), Antalya (Turquía), Culiacán (México), Bangalore (India) y Florida (EE.UU.), para semillas hortícolas, y a Lleida y Don Benito (España) y Delley (Suiza), para grandes cultivos. Posteriormente, experimenta en los campos de cultivo propios o arrendados que también tienen repartidos por todo el mundo, en zonas estratégicas como Murcia y Almería, Turquía, Sicilia, la India, Chile, México o Marruecos, entre otros.

El incremento de las ventas de 2023 ha venido dado, en cerca de la mitad de los ingresos, a causa de la actualización de los precios de venta y el resto por el aumento real del volumen de entonces comercializado, en sus cuatro líneas de negocio. Las variedades hortícolas han crecido un 14,1% respecto de 2022 y han reportado prácticamente 78 millones de euros, el 64% del total. Mientras, la venta de semillas de gran cultivo -maíz, girasol, forrajeras- se ha incrementado un 37,9%, con 26,9 millones; la línea de áreas verdes -básicamente césped- ha facturado 16,5 millones con un alza del 15,4%, y la gama de entonces dirigidas al cliente final se ha vendido un 11,1% más hasta los 3 millones de euros.

Entrevista Eduard Fitó, director empresa Fitó01
Eduard Fitó, en una de las dependencias del Poblenou, que mantienen recuerdos de la historia de la empresa y la familia Blanco. Foto: Carlos Baglietto

La compañía tiene previsto seguir en estas líneas de crecimiento en el 2024, aunque con un incremento más moderado del 9% anual a causa de la inestabilidad que se vive en el Oriente Medio, los descensos de los precios, la sequía y las dificultades en el transporte mundial, ya que el 70% de los ingresos provienen de la exportación a 90 países. Básicamente del arco mediterráneo y Latinoamérica.

Entre las cinco primeras del mundo

Semillas Fitó entró "tarde" en la exportación, "cabe a finales de los años noventa del siglo pasado coincidiendo con la incorporación de la quinta generación de la familia Blanco" y con "la acertada decisión de centrarnos en la elaboración de entonces hortícolas de flor, es decir, tomate, pimiento, berenjena, melón, sandía, calabacín, pepino y leguminosas -como el haba o la judía-", según explica uno de sus miembros, el actual presidente del grupo, Eduard Fitó. A estas alturas, aquella apuesta los ha convertido en una de las cinco primeras marcas de semillas del mundo en este nicho de mercado y están entre las 11 primeras corporaciones fabricantes de entonces en el mundo, añade.

El equipo de profesionales de Semillas Fitó, que tiene la sede central en las instalaciones del Poblenou de Barcelona, supera a las 800 personas por todo el mundo, de manera que más de la mitad están fuera de Barcelona, y un 37% del total están vinculadas a los trabajos de innovación. "Tenemos diez centros de investigación y campos de cultivo a varias localizaciones del mundo porque lo que tenemos que conseguir es que la producción de semilla para cada variedad se pueda suministrar los 12 meses del año, porque en función de donde esté ubicado el campesino, de la climatología de la zona y de las preferencias que tenga para sus cultivos, Semillas Fitó tiene que garantizarle una solución", manifiesta Eduard Fitó. Eso implica muchos años de investigación: en un proceso normal se tarda entre 5 y 10 años al encontrar una nueva variedad y eso se traduce en un millón de euros de inversión. Pero el resultado es exitoso. Semillas Fitó es el artífice, entre muchas otras, de la variedad de tomate Monterosa.

"Trabajamos para toda la cadena de valor alimentaria", dice al mencionar que tienen más de 500 variedades y que produzcan 1.000 millones de semillas hortícolas al año, que se obtienen en Premià de Mar y Llavaneres, en Barcelona, y en Chile. Otro emplazamiento importante es el de Barbens (Lleida) para el envasatge -que también se hace a Poblenou- y porque está la plataforma logística.

Para gestionar la exportación, el grupo tiene 11 filiales y personal fijo a un total de 19 países de los cuatro continentes. Próximamente, "abriremos una filial a Egipto, porque ahora mismo la zona EEMEA -Europa del Este, Oriente Medio y África- la servimos desde Jordania, y nos hace falta una filial".

Entrevista Eduard Fitó, director empresa Fitó03
El presidente de Semillas Fitó es uno de los miembros de la quinta generación vinculados al grupo. Foto: Carlos Baglietto.

Soluciones y beneficios desde el campo al cliente final

Semillas Fitó defiende "la seguridad alimentaria y el bienestar ecológico -sin abuso de fertilizantes ni fitosanitarios- entendida no como food critics sino como food safety, que tanto se consigue con la agricultura convencional bien llevada como con la agricultura ecológica", argumenta al presidente del grupo. Fitó añade que el objetivo es aportar soluciones y beneficios al campo y al consumidor final, dando respuesta a problemas reales de los productos que se pueden encontrar en el mercado.

De aquí los esfuerzos en investigación e innovación por encontrar nuevas variedades vegetales que sean más productivas y más resistentes a enfermedades. "Para garantizar la alimentación del futuro hay que producir más con menos recursos, porque no nos olvidamos de que tampoco hay tantas hectáreas cultivadas por todo el mundo", considera. Desde Semillas Fitó "alimentamos en España y en toda Europa con menos hectáreas y menos uso de agua", recuerda. De cara a futuro, la marca Blanco tendrá variedades que contribuirán activamente en la reducción de la huella ecológica. Estas variedades, además de altamente productivas, serán tolerantes a situaciones estresantes como la sequía y la salinidad, y tendrán una mayor durabilidad en los estantes de los supermercados.