La economista Clara E. Mattei (Italia, 1988) dirige el Centro de Economía Heterodoxo (CHE) vinculado a la Universidad de Tulsa, que ha arrancado en un 2025 marcado por el hiperactivo y agresivo mandato de Donald Trump, cada vez más duro contra sus opositores. En las antípodas del presidente tanto en lo económico como en lo social, la académica defiende que el fascismo sirve y ha servido históricamente a los intereses del capital y viceversa. Lo ha explicado en un libro que se acaba de publicar en español 'El orden del capital - Cómo los economistas inventaron la austeridad y allanaron el camino al fascismo'. Aunque repasa sobre todo los casos de Gran Bretaña e Italia después de la I Guerra Mundial, ve paralelismos con el auge actual de una extrema derecha cuya receta económica preferida es la motosierra al gasto social. 

Usted expresa en el libro que Gran Bretaña e Italia utilizaron la austeridad después de la I Guerra Mundial como forma de desactivar las luchas trabajadoras. ¿Ve una relación con lo que está sucediendo con Milei y Trump? 

Sí, por eso el libro está despertando atención fuera de la academia. Las estrategias no han cambiado y el orden del capital emplea mecanismos para proteger un orden económico en el que la mayoría de la población está perdiendo constantemente. El estado tienen un papel activo en este mecanismo y ayuda a suprimir la las alternativas económicas. La austeridad no tiene nada que ver con equilibrar presupuestos o con la prudencia fiscal, sirve a un fin más profundo, que es disciplinar las relaciones laborales. Un ejemplo: le iba a dar un flyer de un evento sobre vivienda a una cajera de supermercado esta semana y me dijo que es homeless, que solo cobra 9 dólares la hora. La debilidad de la clase trabajadora, ese es el objetivo y el efecto de la austeridad, de modo que esta gente más débil ya no puede participar en la vida política o tomar decisiones. Si recortas 3.000 millones de gasto público para recortar impuestos, es una guerra contra los pobres. Trump y Milei lo están haciendo explícito. 

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Elon Musk y Javier Milei. Fotografía: Europa Press

Pero en este momento no existían precisamente muchas alternativas económicas al capitalismo ni una lucha muy fuerte destinada a cambiarlo. 

Yo rechazo dar por hecho el pensamiento económico y el capitalismo. La situación histórica está claro que es diferente. Pero sí que existen alternativas, aunque están debilitadas. Antes de que empezara a subir la inflación en Estados Unidos, las huelgas alcanzaron puntos de los más álgidos en décadas, desde los 90. Y vemos movimientos en Brasil, o aquí mismo en Oklahoma, que proponen modelos alternativos, pero se debilitan justamente por estas políticas, es como un círculo vicioso. 

¿Por qué es tan difícil que surjan estas alternativas?

Existen muchos factores, pero la austeridad juega un gran rol. Elimina la imaginación para pensar y el coraje para intentarlo. Mussolini aplicó la austeridad con el apoyo de los liberales, externo e interno. Y llegó al poder por ello, atacando a los pobres. Lo hizo con mucho éxito porque no permitía ningún tipo de oposición. Y una vez la impuso, la austeridad trajo más austeridad. Y esto hace más débiles a los trabajadores, elimina la conciencia de clase y reduce a las personas a individuos que luchan entre ellos sin ver que el problema es estructural. Y entonces odian a los inmigrantes o al que creen que es su enemigo. Pero existe mucha gente alrededor del mundo que está intentando buscar modelos alternativos. 

La austeridad genera más austeridad, debilita a los trabajadores y a su conciencia de clase. Los hace más competitivos y así odian a los inmigrantes

¿Existe una especie de desprecio a los trabajadores? 

La estrategia es segmentar a los trabajadores, enfrentarlos para mantener el orden del capital. Eso es lo que está sucediendo. Esto hace que el valor producido por los trabajadores parezca menor que el de los emprendedores. Entonces la gente piensa que el emprendedor es mejor que el trabajador, que el capitalista es un buen tipo que te está ayudando dándote empleo y el trabajador o el inmigrante es visto como un competidor. Hace cien años, estaba claro que el beneficio se conseguía a partir de trabajo no pagado, de la explotación de los trabajadores. Trump ganó todo su dinero a través de la corrupción estructural y fomentando la austeridad de las políticas de estado. Así se hizo rico. Su historia es sobre librarse de impuesto y corrupción, apropiarse de los recursos del estado. 

Sin embargo, el Estado del Bienestar en Europa también se usó como forma de acallar las protestas, una solución opuesta. 

Sí, es cierto, pero la cantidad de recursos siempre está muy controlada. El capitalismo no puede enfrentarse a sí mismo y distribuir recursos entre la clase trabajadora, sabe que si concede demasiado puede tener un problema grave de inflación, de huelgas, de desequilibrio y de mayor movilización social. El welfarism trata de acallar a los trabajadores, pero si miras a los años 90, intentaron escalar el estado del bienestar y hubo una respuesta de más demandas para participar de manera democrática en las decisiones económicas. Las prioridades de los trabajadores son incompatibles con las de los beneficios, por eso hay que democratizar la teoría económica, para no darla por sentada y buscar alternativas.

El año pasado, sin embargo, The Economist atribuyó a las políticas de austeridad de Mariano Rajoy el buen curso de la economía. Y, de hecho, el mercado laboral se recuperó tras la crisis con la austeridad y las reformas laborales, que eran duras para los trabajadores.

La austeridad puede funcionar, pero funciona para unos y no para otros. Puede dar una confianza a los mercados, de forma que vengan más inversores porque los costes laborales son menores. Pero eso es exactamente lo que incrementa la dependencia de las personas en los mercados, los subyuga al mercado laboral mientras se recortan sus derechos sociales, vendiendo su capacidad laboral y manteniendo la dependencia de los inversores internacionales. Pero la acumulación de capital va en detrimento de las necesidades económicas. Y el crecimiento económico muchas veces se consigue con la muerte de personas, directamente, porque se puede obtener a partir del cierre de hospitales. 

El capitalismo no puede enfrentarse a sí mismo y sabe que si concede demasiado, puede tener un problema grave de inflación y movilización social

Pero funciona para los trabajadores cuando encuentran un empleo. 

La austeridad no siempre crea mejores oportunidades de trabajo. Crea recesión, como está sucediendo ahora en Estados Unidos, y en el caso británico incrementó las tasas de desempleo. Puede haber circunstancias que atraigan a los inversores, pero no siempre. Ese es el punto: puede generar empleos, pero serán más precarios y los trabajadores competirán más entre ellos, esa es la falsa alternativa que te ofrece el capitalismo. Claro que tener un empleo es mejor que tener hambre. La chica 'homeless' del supermercado estaba mejor que si no tuviera un solo dólar, claro, pero su vida sigue siendo miserable. Y debemos abrir la mente para aceptar que debe de haber otras formas para producir y redistribuir la riqueza que esta, con una desigualdad sin precedentes, los milmillonarios ganando 5.700 millones al día mientras millones se han empobrecido y el uso de recursos públicos norteamericanos para matar a niños en Gaza. Esto no es racional para la gente, es racional para los beneficios, que se han disparado en el caso de las empresas armamentísticas. 

Los casos de Trump y Milei, como los de Gran Bretaña e Italia, parten de realidades muy diferentes. 

Sí, Trump demuestra que no es necesario ni siquiera una crisis financiera para aplicar la austeridad. Ni siquiera dice que es necesario arreglar un problema financiero. Simplemente, dice que hay que castigar a los pobres, con recortes a la educación, a la sanidad y quitando impuestos a los megarricos. Argentina nunca pudo ir más allá de su dependencia de los mercados. Lo intentó en los 60 o 70 con cierta autonomía económica pero la crisis de 2001 se derivó también de la austeridad. Ha dependido extremadamente de la inversión extranjera y de la moneda. Ahora, lo que está haciendo es golpear a los que están en la calle, criminalizar a los trabajadores de una forma muy violenta. La austeridad siempre es violenta, pero puede ser más soft cuando el Banco Central sube los tipos de interés, que es cuando alcanza una imagen de neutralidad. O puede ser más explícita y lo que están haciendo Milei y Trump es revelar lo violenta que es la austeridad. 

Milei y Trump están desvelando lo violenta que es la austeridad

¿Quiere decir que otros liberales más sofisticados le allanan el camino? 

Sin duda, el partido demócrata no hizo nada por los trabajadores. La austeridad trae más austeridad. Y el Partido Demócrata también trajo austeridad, financiando el genocidio palestino por delante de hospitales. La pobreza infantil creció entre 2021 y 2023 con Joe Biden en el poder. Biden empobreció a la gente, que votó por más austeridad en Trump. Es como un círculo vicioso. Los liberales son una falsa oposición. 

¿Qué opina sobre el nuevo consenso europeo en torno al rearme e inversiones milmillonarias? 

El rearme es una forma de austeridad, porque la austeridad no es gastar menos, sino gastar en otra dirección. Si desmontas el estado del bienestar para invertir en armas, eso es austeridad. La austeridad no es menos estado y más mercado, sino el estado participando activamente a favor de los intereses de unas élites inversoras. Es lo que hizo Joe Biden. Con el fomento de la guerra en Gaza, las empresas armamentísticas dispararon sus beneficios. 

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Mario Draghi y Ursula Von der leyen. Fotografía: Europa Press

Entonces los planes de Letta y Draghi, basados en inyectar dinero a la industria para que crezca y hacer más competitiva a Europa y genere lugares de trabajo, ¿también son austeridad? 

Totalmente. Letta y Draghi son totalmente austeridad. Son peores que un neoliberal. Draghi es el ejemplo más claro de la hipocresía liberal de las elites tecnócratas imponiendo austeridad sin vergüenza. Gastó dinero público para financiar a los bancos. Draghi y Trump están totalmente alineados en el tipo de políticas económicas que buscan, tal vez no en lo social y en los derechos humanos, pero sí en lo económico. 

Trump está empezando a vetar la entrada de académicos críticos extranjeros y recortar en educación y universidades. Como investigadora con una voz crítica, ¿tiene miedo? ¿Cómo le afecta? 

Acabamos de empezar con este centro de investigación que es muy radical, intentando unir a ciudadanos y académicos a repensar los fundamentos de la economía. El presidente de nuestra universidad nos ha apoyado, pero supongo que sentiremos la presión tan pronto como nos ponga en el radar. Hasta el momento, no nos ha pasado nada directamente. Estoy en contacto con compañeros de Columbia, donde Trump ha criminalizado a estudiantes que apoyan a Palestina. No nos ha afectado aún, pero los sentimientos de censura están en el aire.