Nacido en Canadá en el marco de una familia de granjeros, David Card (Guelph, 1956) ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a entender las decisiones económicas que adoptan las personas. Se doctoró en Economía el año 1983 en la Universidad de Princeton, donde desarrolló su carrera académica e investigadora durante los tres lustros siguientes. Es autor de media docena de libros y más de 90 artículos científicos y, por sus contribuciones empíricas a la economía laboral, Card fue condecorado con el Premio Nobel de Economía el año 2021. Establecido en Estados Unidos, también ha realizado una extensa investigación sobre los sistemas educativos y actualmente es profesor en la Universidad de Berkeley. En su paso por Barcelona en una visita al Círculo Ecuestre, aprovecha para hablar con ON ECONOMIA.

Se ha dedicado a lo largo de su trayectoria a profundizar sobre temas como el mercado laboral, las negociaciones sindicales, la desigualdad, el salario mínimo o las prestaciones por desempleo. Temas cotidianos y muy presentes en sociedades como la española. ¿Por qué decidió estudiar esta rama de la economía?
Tengo que confesar que fue más un accidente que otra cosa. Estaba estudiando física en la universidad y, después de dos años, vi que quizás no sería un gran experto en este ámbito. Entonces empecé a pensar en qué otra materia me podía especializar y, por casualidad, cogí un libro de economía para ayudar a mi pareja de aquel momento y me pareció extremadamente interesante. Quise dar algunas clases de economía y rápidamente vi que lo que estaba estudiando tenía implicaciones que se extendían a muchos sectores, como el de la agricultura y, como hijo de granjeros, era una materia relevante para mí. Dos de los principales temas que más me sorprendieron e interesaron fueron la economía laboral y la educación y me zambullí.

Usted ha explicado reiteradas veces que la inmigración no tiene que suponer un temor para el mercado laboral. ¿Qué les diría a aquellos que creen que no es así?
En los últimos 30 años ha habido un giro en la economía, particularmente en la microeconomía, hacia lo que se denomina política basada en evidencia. Cuando Adam Smith escribió La Riqueza de las Naciones, sus recomendaciones políticas se basaban en impresiones del mundo de su época. Hoy, en cambio, tratamos de informar a los responsables políticos sobre las preguntas subyacentes que son importantes para determinar la política. El debate sobre la inmigración y el impacto en el mercado laboral no es una cuestión teórica, sino más bien empírica, que se puede estudiar con datos. Por lo tanto, tengo que decir conforme a mi experiencia y a mis estudios que la mayor parte de las personas que se oponen a la inmigración lo hacen más por preocupaciones relacionadas con la religión, el idioma y la cultura que no tanto por razones económicas. Eso es parte de la economía humana.

 

El SMI en España ha subido un 54% desde el 2018. ¿Qué impacto tiene esta alza en la sociedad?
Si bien la evidencia en otros contextos muestra que el impacto sobre el mundo laboral suele ser pequeño, sería útil tener más estudios que midan como afecta eso a la rentabilidad de las empresas y a otros factores. En el pasado, algunos países como el Reino Unido han tenido diferentes SMI en función de cada sector, pero eso hoy en día no pasa, sino que la tendencia en Europa es tener un salario mínimo común, hecho que también puede generar desafíos regionales porque un salario adecuado en una gran ciudad puede no serlo en una ciudad más pequeña o en un pueblo. Por lo tanto, creo que realizar otros estudios como el efecto sobre la rentabilidad de las empresas sería útil para conocer la afectación global.

Actualmente, el SMI se sitúa en 1.134 euros repartidos en 14 pagas. ¿Si un alquiler en Barcelona cuesta más de 1.400 euros y nos dicen que no podemos invertir más del 30% en la vivienda, como supuestamente tiene que vivir la gente?
Una cosa que hay que tener en cuenta es que la cantidad de dinero que invierte la gente en vivienda en todo el mundo ha crecido. Cuando se hablaba del 30%, la mayoría de familias tenían un solo sueldo y muchos hijos, ahora tienen dos sueldos y solo un hijo. Es un mundo totalmente diferente. Y hay que tener presente también que ahora la gente invierte su salario en otras cosas como en ropa o en salud. Por lo tanto, no estoy totalmente seguro de que el 30% sea un buen punto de referencia, quizás diría que es el 40%.

¿Cuál cree que es el factor principal de este incremento?
Creo que hay muchos sitios en España donde la gente se podría comprar un buen apartamento por poco dinero. El problema es que en los mercados laborales donde hay muchas oportunidades de negocio las viviendas son caras. Madrid y Barcelona podrían ser dos buenos ejemplos porque encontrar incluso una habitación es complicado. Lo mismo pasa con San Francisco y Silicon Valley, que es prácticamente inaccesible, pero hay otros lugares en los Estados Unidos donde es barato vivir.

¿Y por qué las empresas no suben los salarios? ¿Es un tema cultural?
En el campo de la economía no todo es tan sencillo como que alguna cosa pase o no pase, la mayoría de veces hay una gran cantidad de variables. Para identificar las causas de la inflación reciente, por ejemplo, no tenemos un universo paralelo sin covid o sin inflación para hacer comparaciones directas. Con respecto a las empresas, cuando un directivo fija un salario, lo está haciendo a conciencia, no es una decisión pensada a la ligera. Cada empresario estudia su caso, valora los incrementos salariales y cómo repercutirán en la empresa porque si sube un salario, tendrá que valorar qué hace con el resto de trabajadores. Es lo que se conoce como monopsonio, que es la teoría del poder en el mercado laboral.

Más allá del SMI, otro tema frecuente son los impuestos.
Yo vivo en California y, si gano un dólar, pago 0,52 céntimos de impuestos, después tengo las tasas de ámbito estatal, los impuestos para tener una casa en propiedad, los tributos cada vez que compro alguna cosa, etc. Es una especie de cúmulo, pero es dinero que va destinado a las administraciones para construir una ciudad o un hospital, que son cosas muy caras. La ciudadanía se queja de los impuestos, pero después va a los centros hospitalarios y se sorprenden con todos los equipamientos que tienen.

Entrevista a David Card en el Círculo Ecuestre | Foto: Carlos Baglietto

¿En qué país nos tendríamos que reflejar? ¿En qué región tendríamos que poner el foco en el ámbito económico?
Cuando empecé mi carrera como economista realmente solo había buena información sobre el mercado laboral y los rendimientos en los Estados Unidos. Ahora bien, actualmente hay una gran cantidad de buenos estudios de muchos países diferentes. España está un poco atrás, pero hay buenos análisis de Noruega, Dinamarca, Italia o Francia. Cada país analizado tiene cosas buenas. Sin embargo, hay un ejemplo realmente interesante que es Finlandia, porque después de la Segunda Guerra Mundial tuvo que ceder una parte de su país a Rusia. Todos aquellos ciudadanos tuvieron que mudarse a la otra parte y fue un experimento increíble porque crearon sus negocios, aceptaron las condiciones y cambiaron la economía de manera positiva.

A menudo se habla de Suiza.
Sí, pero es difícil el caso de Suiza porque es un país muy pequeño y con unas cosas inusuales. Su sistema financiero crea un gran poder en el país y no creo que otros países puedan reproducir su modelo fácilmente. Además, los suizos son muy organizados, las instituciones y el gobierno son muy honestos y no hay casos de corrupción. Suiza tiene unas funciones muy positivas, tiene un buen sistema educativo y un buen sector tecnológico. Es un país pequeño pero muy exitoso.

Y para la gente sin trabajo, ¿qué desafíos tenemos para ellos?
En los países anglosajones no hay contratos, sino que los ciudadanos van al trabajo y su jefe les puede despedir en cualquier momento. Este es un motivo por el cual los jóvenes cambian a menudo de empresa. En el caso de España no hay mucho consenso. La gente quiere trabajar, quiere tener un contrato asegurado y un sueldo, pero el sistema mismo genera algunos problemas porque del sueldo se tienen que descontar muchas cosas. Al mismo tiempo, a los españoles tampoco les interesa el sistema anglosajón, así que es muy difícil de gestionarlo todo.

 

Después de la pandemia surgió el término de la Gran Dimisión. Empezó en Estados Unidos y finalmente llegó a todo el mundo. ¿Cómo vio este movimiento?
La conocida como gran dimisión sorprendentemente nos benefició. La gente decidió dejar su puesto de trabajo, sus empresas, para irse a otro sitio. Hubo una dicotomía porque de una cosa mala como fue la pandemia, los ciudadanos supieron adaptarse. Fue un movimiento que no nos habríamos imaginado nunca.

¿Tiene contacto con los políticos? ¿Le preguntan por su punto de vista?
Nadie me pide mi opinión. Los políticos no me preguntan y la gente no pone mucho interés en la opinión de un economista.

¿Ni después de recibir el Premio Nobel?
Eso realmente no es importante y creo que es bueno. ¿Por qué me tendrían que darme más atención a mí que a otra persona? Yo les puedo dar un voto, así que probablemente cuentan un voto.

A pocos días de las elecciones, ¿cómo ve el panorama?
Sinceramente, no sé qué pasará. Todo el mundo está muy indeciso, mirando las encuestas hay mucha incertidumbre, pero a dos personas a quienes sigo y son muy buenas prediciendo apuntan que Donald Trump se llevará la victoria. Y yo también creo que será así porque mucha gente que vota Trump no lo dice, es como que se esconde, y es muy difícil de predecir al ganador.

Y con respecto a las propuestas económicas de cada candidato. ¿Cómo las ve?
No me lo he mirado demasiado con la lupa, pero sé que se habla mucho de las deportaciones y de discursos antiinmigrantes. Son debates interesantes porque son cosas que no sé si pasarán de verdad o no. Con respecto a las deportaciones, ya ha pasado dos veces, una a principios de los años 60, cuando se deportó a un montón de trabajadores mexicanos y antes, en los años 30, que hicieron lo mismo. Creo que es posible que eso vuelva a pasar de nuevo porque muchas personas van en contra de los inmigrantes.

Probablemente, la inteligencia artificial eliminará algunos puestos de trabajo, aunque se crearán otros

Este discurso va muy relacionado también con los puestos de trabajo cualificados. ¿Cómo ve el talento y los trabajadores con habilidades tecnológicas?
La demanda de trabajadores con estas habilidades ha ido al alza en los últimos años y los salarios de aquellos que se especializan en informática o análisis de datos también han crecido. Hay muchas oportunidades de trabajo para estos perfiles, pero las universidades tendrían que adaptarse a los nuevos cambios. Es un mercado muy competitivo y el sistema educativo ha estado muy bien respondiendo a este cambio, pero quizás habría que hacer algo más en las universidades.

¿Cómo ve la irrupción de la inteligencia artificial y herramientas como el ChatGPT?
Trabajes en el sector que trabajes, sea el de humanidades, periodismo o cualquier otro, habrá que adaptarse. Todo el mundo tendrá que conocer estos modelos de lenguaje y los utilizaremos como un copiloto. Este tipo de cosas llegan a toda prisa y las tenemos que ir incorporando. Son herramientas fantásticas y creo que los niños, más allá de estudiar a Miguel de Cervantes, que, por cierto, me gusta mucho, también tendrán que añadir en sus currículums estos nuevos medios. Su adopción podrá aumentar la productividad, especialmente entre los trabajadores menos cualificados, lo que representa un cambio interesante con respecto a tecnologías previas que tradicionalmente han beneficiado más a los trabajadores altamente cualificados.

¿Cree entonces que la inteligencia artificial eliminará puestos de trabajo?
Probablemente, eliminará algunos puestos, aunque también creará otros. El sector es así. Esta tecnología ha creado todos estos puestos en el ámbito de la ciencia, y son grandes empleos. Cuando aparece una nueva tecnología hay interrupciones y la gente que trabajaba con unas herramientas debe adaptarse. Lo que tenemos que procurar es que los más jóvenes aprendan estas nuevas habilidades, se capaciten muy deprisa y se adapten a cada nueva realidad.