El sector de las ciencias de la vida representa un 7,9% del PIB catalán, con un total de 1.350 empresas. A lo largo del año pasado, las start-ups de salud de Catalunya captaron una inversión de 220 millones de euros y el ecosistema se sitúa en el tercer lugar en valor añadido y generación de empleo. El director general del Biocat, Robert Fabregat (Barcelona, 1980), destaca la fortaleza del sector y pone en valor el trabajo hecho desde principios de siglo en este ámbito. La institución que lidera trabaja para maximizar el impacto económico y social de la salud y apuesta por mejorar el ecosistema con empresas locales, multinacionales externas, inversión y talento.
¿En qué punto se encuentra el ecosistema de salud en Catalunya?
El sector catalán se encuentra en un punto importante de madurez y los datos lo avalan. Hace 20 años se tomaron buenas decisiones en Catalunya apostando por este sector y ahora estamos recogiendo los frutos. El mismo Biocat nació en el 2006 para impulsar programas y para fomentar la investigación en Catalunya y ahora contamos con centros líderes y competidores en el ámbito europeo. Evidentemente, hay otros agentes y programas, además de los hospitales, que han apostado por la investigación, el desarrollo, los ensayos clínicos, que de rebote han atraído talento y conocimiento. Sin aquella base habría sido imposible y ahora, además, se añade este ecosistema de empresas emergentes.
¿Cómo se traslada eso al territorio?
Las principales empresas del sector son catalanas como Esteve, Almirall, Grifols o Reig Jofre. Además, han venido de fuera otras compañías como AstraZeneca que hacen que ahora tengamos este sistema pionero. Seguimos liderando rankings europeos con publicaciones científicas, generación de start-ups, captación de recursos y de emprendedores. Pasamos de ser un sector incipiente a convertirnos en uno de los principales ecosistemas de salud de Europa.
¿En qué destaca Catalunya?
Donde estamos creciendo ahora mismo es en ensayos clínicos. Somos líderes no solo en el ámbito europeo, sino a escala mundial. Cerca del 90% de los ensayos que se hacen en España ha participado algún hospital catalán. Eso es fruto de aquella apuesta que se hizo hace más de 20 años. Gracias a eso, ahora estamos creciendo también en capacidad para atraer grandes empresas multinacionales, como puede ser el último caso de AstraZeneca. Su apuesta es de millones de euros y lo hace desde Barcelona porque contamos con un ecosistema muy rico y que aporta valor. Tenemos que estar orgullosos de que escojan nuestra ciudad frente a muchos otros puntos de Europa. Novartis sería otro muy buen ejemplo porque empezaron su ensayo clínico desde el Vall d'Hebrón. Podían escoger cualquier centro y escogieron una vez más Barcelona.
¿En qué flaqueamos?
Con respecto al ecosistema de salud estamos muy fuertes, somos muy potentes, pero nos falta crecer en la parte final. Nos hace falta capacidad de producción y atraer cada vez empresas más grandes. Ya tenemos muchas aquí, pero a menudo hacen investigación e innovación, pero estaría mucho mejor que produjesen sus productos también aquí. Eso nos permitiría que aquello que generamos nosotros aquí no se deslocalizara y que se fuera hacia otros países. Por lo tanto, que vengan aquí, y a la vez que las empresas catalanas también se hagan grandes y generen conocimientos a estas multinacionales. Ahora el foco lo tenemos puesto aquí, además de crear puestos de trabajo. Si lo conseguimos nos permitiría hacer toda la cadena de valor, ya que estas soluciones tecnológicas y esta innovación llegaría directamente al sistema de salud y, a consecuencia, a la ciudadanía. Si se produce aquí, se genera aquí y se está conectando con el sistema, se agilizan los trámites y gana tanto el territorio como la ciudadanía.
¿Y cómo es que las otras comunidades autónomas no han apostado por la salud y su innovación?
En Catalunya hace 20 años tuvieron esta visión. Otras comunidades autónomas han hecho bien muchas cosas, como por ejemplo hay alguna que es más ágil al incorporar innovación. En nuestro caso ha habido temas históricos que han generado muchas ganas de hacer cosas aquí, muchas ganas de generar un ecosistema y mucha cultura emprendedora. Ellos se han centrado en otros sectores y ahora, que se quieren poner en el campo de la salud, se les complica porque tienen que empezar desde cero.
¿Cómo afectó la pandemia al sistema de salud catalán?
Lo que se vio en aquel periodo es que aquellos países donde tenemos la suerte de tener un sistema público universal, uno de los problemas que podemos tener de cara a medio y largo plazo es la sostenibilidad de este sistema. Cada vez tenemos la población más envejecida, cada vez tenemos más enfermedades crónicas que comportan un seguimiento muy específico y no podemos olvidar que los presupuestos públicos son finitos. Por eso es imprescindible inculcar la innovación y la transformación digital. Si podemos minimizar que haya patologías graves porque las detectamos antes, ganará la población y el mismo sistema.
¿Por lo tanto, la clave de todo es la innovación?
Sí, es el gran reto y es más urgente que nunca. Después de la pandemia se vio que era un elemento fundamental.
¿La innovación es nuestro punto débil?
Somos punteros en investigación y ahora estamos trabajando esta parte de transferencia e innovación, pero falta acabar de implementarla. Quien genera innovación lo hace con muy buena voluntad, pero a veces falta conectarla con los otros agentes. No creo que seamos malos, pero sí que nos falta orientarnos un poco mejor para optimizar tiempo, recursos públicos y dedicación. De hecho, hasta ahora hemos tenido un ecosistema de innovación donde cada uno ha hecho lo que creía mejor, pero ahora toca arreglarnos. Y aquí es donde entramos agentes como Biocat, porque somos productores transversales y neutrales y podemos hacer que los diferentes agentes se ayuden y esta innovación llegue a quien más la necesita.
¿A qué se refiere con arreglar?
Ir todos a una. Tenemos un ecosistema que cuando empezó no lo hizo de una manera clara, sino que todo el mundo inició proyectos para ayudar. Los hospitales, por una parte, los centros de investigación, por otra, etc. Ahora nos encontramos con muchas entidades que aportan mucho valor, pero que no están conectadas entre ellas. Cuando hablamos de arreglar nos referimos a conocer muy bien a todo el mundo: qué están haciendo, cómo y qué podemos hacer para complementarnos. Básicamente, generar el máximo de confianza y adoptar la cultura de la colaboración público-privada. No tenemos que construir nada desde cero, tenemos esta ventaja porque en muchos otros lugares no tienen eso. Nosotros lo que tenemos que hacer es preguntarnos cómo podemos aprovechar todo aquello que tenemos, que es brutal, pero hay que optimizarlo.
¿Catalunya con quién se compara?
Cuando lo hacemos, lo hacemos directamente con los principales países innovadores de Europa. Lo hacemos sobre todo con el norte de Europa, Bélgica, Suecia y Alemania, porque evidentemente, tenemos muchas más conexiones que con los Estados Unidos. Además, nunca decimos compararnos, sino que lo que queremos es aprender de aquellas cosas que nos pueden aportar a nosotros. Todo eso sin dejar de lado las competencias que tenemos, que significa que también que tenemos que hablar con otros organismos del Estado en ámbitos competenciales que no dependen de Catalunya. Intentamos de los diferentes sitios aprender lo mejor y, a la vez, aportar también nosotros, ya que muchas veces también nos preguntan a nosotros.
¿Con todo lo que no depende de Catalunya, cómo es la comunicación?
Sobre todo es entre el Govern de la Generalitat y el Estado. Desde Biocat cada vez lo hacemos más, tenemos buena interlocución con ellos, pero sin olvidar que no tenemos competencias desde Biocat. Esta posición neutral nos permite compartir con los diferentes actores cuáles son las necesidades. Lo que intentamos es ayudar al ecosistema y generar sinergias.
¿Cómo es la relación con las administraciones?
En nuestro propio patronato la mayor parte la tiene el sector privado, pero al final somos una entidad público-privada porque la presidencia del patronato la tiene a la Generalitat. Tenemos un trato de tú a tú para que ellos pongan recursos para impulsar iniciativas que el sector necesita: adopción e innovación, terapias avanzadas y el acceso de datos. A nosotros no nos afectan los movimientos políticos. Aparte, más allá de los colores políticos que hay al frente de las instituciones, hay que reconocer que hay mucha transversalidad y que todos los políticos apuestan por la investigación y la innovación en salud. Después habrá matices, pero de forma global el apoyo es total.
¿Y con respecto a la financiación?
Evidentemente, instamos a que se promuevan iniciativas, que haya instrumentos y que haya convocatorias y financiación para que eso pase. Una de las garantías que tiene Biocat es que, aunque haya cambios de gobierno, Biocat da estabilidad al sector porque somos una herramienta que nos permite que el ecosistema vaya tirando millas y que ayude al hecho de que haya cambios. Por descontado que pedimos que haya recursos para que puedan pasar cosas, pero la diferencia es que nosotros no los recibimos directamente, sino que van destinados a investigación, innovación y desarrollo de terapias. Nuestra función también es la de presionar y fijar y convencer a aquellos que tienen el dinero para que lo ponga donde hace falta. Pero sí, hace falta más dinero.
Nacisteis en una época dura con respecto a los recortes. ¿Cómo se ha vivido este hecho dentro de Biocat?
El dinero que depende solo de la Generalitat es limitado. Hubo muchos años de recortes en el sector y fue entonces cuando nuestra parte de investigación se tuvo que buscar la vida con los fondos europeos. Nos presentamos a las convocatorias y recibimos financiación por parte de Europa. Iría mucho mejor si hubiera más recursos que vinieran del Estado y de Catalunya, es evidente, pero también es verdad que nos faltan más recursos que vengan del sector privado porque aquí tenemos poca cultura del mecenazgo. Claro que falta más dinero público, porque el dinero público se tiene que poner en aquellas fases iniciales y de más riesgo para hacer de catalizador para que pasen cosas, pero con el I+D tenemos que ser capaces de que haya más inversión privada filantrópica. En otros ecosistemas es más normal que haya inversión en start-ups y en fases más iniciales sin que busquen ningún retorno y que se financien de manera altruista. Aquí estamos acostumbrados a que eso lo haga el sector público, pero en otros países una parte muy importante la pone el sector privado.
¿Qué agente privado destacaría?
Tenemos la Fundación La Caixa que pone muchos recursos, pero siempre hacen falta más. Por el contrario, con la inversión privada que busca retorno sí que encontramos más casos. Somos un ecosistema todavía pequeño y cuando hay una ronda de grandes dimensiones se destaca. Tenemos el caso de los 100 millones de euros de Impress o las dos rondas de más de 50 millones de SliceBio y de Minoryx. Con solo estas tres ya sumamos más de 200 millones de euros.
¿Cómo vivió el sector de la salud la sequía financiera?
Hay que mirar el global de inversión porque a pesar de la situación económica global, la geopolítica, la subida de intereses y la incertidumbre, los años 2021 y 2022 mantuvimos las inversiones por encima de los 200 millones de euros. Cuando miras a 10 años vista se ve una progresión, no ha habido ninguna bajada. Barcelona sigue estando al frente de los rankings en captación de financiación.
¿Y para este 2024, cuáles son las previsiones?
Vemos optimismo. En el mercado vuelve a haber confianza y movimiento. Sin perder la prudencia, pero estamos viendo que empieza la recuperación. No nos podemos arriesgar y decir que irá al alza, con eso siempre somos prudentes. Lo que pase la segunda mitad del año determinará mucho si esta recuperación que intuimos seguirá al alza o no. Si no pasa nada extraño, todo apunta a que se recuperará la confianza y que se podrá volver a crecer, pero hay que ser prudentes.
¿Los inversores son de aquí o de fuera?
Cada vez tenemos más inversores internacionales. Estamos orgullosos de que en los últimos 15 años los inversores que son de aquí hayan crecido muchísimo. Han conseguido captar la atención de muchos inversores internacionales y eso también es gracias a las empresas de aquí. No vienen solo a Catalunya porque hay interés, que también, sino sobre todo porque hay un ecosistema rígido, porque saben que hay inversores locales que los podrán ayudar a identificar oportunidades. Nos interesa que nuestros inversores crezcan, pero también que nos posicionemos a nivel global desde Catalunya y que vean que es un buen sitio para invertir en investigación e innovación con propuestas de valor.
A raíz de la pandemia han surgido muchas start-ups de salud mental. ¿Cómo se traduce eso en el sector?
Lo que hemos visto desde la pandemia es una subida muy alta en salud digital. Desde aplicaciones de bienestar hasta plataformas que nos permiten trabajar de forma remota. A la larga habrá que ver cómo el sistema incorpora estas nuevas tecnologías porque se desarrollan muy rápidamente y será necesario distinguir si aportan valor o no. En este ámbito entra la transformación digital para que, más allá de formar a los profesionales para que la incorporen, será necesario hacer pedagogía a la población para que la gente, especialmente la más mayor, se la haga suya. El problema aquí es que la gente mayor puede tener la sensación de dejadez por su desconexión digital. Por el contrario, las nuevas generaciones creo que la cogeremos muy bien y que dentro de unos años pasar consulta desde casa o monitorizar las visitas será lo más normal del mundo.
¿La transformación digital es el siguiente paso?
Es uno de los retos. Ya lo hicimos durante la pandemia, pero en aquel caso fue forzado. Hace falta distinguir bien qué herramientas funcionan y cuáles no e incorporarlas de manera efectiva. El reto es a corto plazo porque, con la irrupción del covid-19, una de las cosas que colapsó fue la atención primaria. Fue la primera en digitalizarse por necesidad y urgencia. Un buen ejemplo es La Meva Salut porque todo el mundo la tenía antes de la pandemia, pero poca gente la utilizaba. La misma primaria también tuvo que desburocratizar ciertas cosas y digitalizarse para poder pedir una baja o gestionar las visitas. Es trabajo que aporta poco valor para los profesionales de la salud y si se digitalizara haría que los médicos y enfermeros pudieran dedicarse a lo que realmentse se tienen que dedicar y no perderían horas con eso.
¿Cuál es el hospital que destaca en este ámbito?
En el campo de la digitalización se ha puesto mucho las pilas el Sant Pau. Tienen una unidad de validación clínica en soluciones digitales, pero sin olvidar que no son los únicos, aunque ellos han hecho un trabajo destacable. Este es el cambio de mentalidad y de cultura que necesitamos, hay que entender que es una solución para toda la ciudadanía. En el ámbito europeo se está trabajando con lo que tiene que ser el Espacio Europeo de Datos de Salud, de cómo se puede acceder y utilizar esta información para hacer investigación, para poder validar la innovación y las tecnologías y siempre manteniendo la privacidad, la confidencialidad y todas las cuestiones éticas. De hecho, el otro gran reto que tiene ahora Catalunya es cómo hacer eso con los datos de ocho millones de personas.
¿Aquí es donde entra la inteligencia artificial?
Gracias a su implementación podemos tener más capacidad de diagnóstico para poder actuar de forma prematura. El handicap que nos encontramos aquí es el acceso a los datos, porque aquí tenemos muchos y tenemos que ser capaces de ponerlos a disposición para avanzar tecnológicamente en este sentido. Si tenemos en cuenta que habrá una parte de la sociedad que ya estará digitalizada y monitorizada, creo que con la IA mejoraremos no solo en la detección y el seguimiento de las enfermedades crónicas, sino también con las enfermedades graves. Todo lo que se pueda hacer desde casa genera menos costes para el sistema y, además, se gana eficiencia, capacidad preventiva y diagnóstica. Con las nuevas herramientas de IA se podrán hacer diagnósticos cuanto antes, mejores y se podrá actuar mejor. Al fin y al cabo, con las herramientas digitales lo que intentamos no es tanto alargar la vida de los pacientes, que evidentemente también, sino que su calidad de vida sea mejor.
¿Y qué le faltaría a Catalunya?
100% la agilidad. En Euskadi, por ejemplo, son 1 millón y medio de personas y en Catalunya somos 8 millones. Tenemos muchos centros de investigación y entidades muy buenas, pero cuando solo tienes un centro de investigación es más fácil que el engranaje funcione y sea todo mucho más ágil.