Teresa Garcia-Milà (Barcelona, 1955) acumula una larga trayectoria en el campo académico y también empresarial. Para resumir su amplio currículum, es directora de la Barcelona School of Economics, catedrática de Economía de la Universitat Pompeu Fabra, investigadora asociada del Centro de Investigación en Economía Internacional, consejera independiente de Repsol, vicepresidenta del Cercle d'Economia y presidenta de la filial tecnológica del Banc Sabadell.

Pero si la hemos querido entrevistar es por su visión global de la economía en un momento en el que las oportunidades, pero también los riesgos, son precisamente globales, por su importante papel en el ecosistema catalán de la investigación y la innovación con respecto a la economía y también por sus estudios sobre financiación pública, que no puede estar más de actualidad después del acuerdo anunciado por ERC para investir a Salvador Illa presidente de la Generalitat.

¿La investigación es el patito feo de las políticas e inversiones públicas?
Es a veces olvidada y no creo que sea el patito feo, pero pienso que falta un poco de visión de cómo hacer estas políticas. A veces todo el mundo habla de más recursos o que necesitamos esto o aquello, pero yo creo que hay un tema fundamental en todo lo que es universidad e investigación, que es el modelo en el cual nos movemos. Tenemos un sistema con muchas restricciones, que nos pone dificultades e incluso si tuviéramos más recursos, que siempre va bien tenerlos, pero quizás no los podríamos utilizar bien. Por ejemplo, en contratación de profesorado tenemos limitaciones de cómo podemos atraer y retener a los profesores. Cuando competimos en el mercado internacional, y por ejemplo en la UPF Economía y en la Barcelona School of Economics, las contrataciones son abiertas internacionalmente, cuesta mucho, porque la gente que estamos intentando contratar tiene ofertas de los Estados Unidos, que pagan quizás tres veces más, pero cada vez más sitios de Europa son más y más competitivos. Por lo tanto, hacemos un gran esfuerzo en los centros para dar un ecosistema muy atractivo, pero también tendríamos que poder ser flexibles con las compensaciones.


¿Qué le pediría al futuro Govern en investigación e innovación?Yo le pediría precisamente que expandiera el tipo de actuaciones que nos dan flexibilidad. Por ejemplo, hay un programa que se creó hace muchos años, se creó cuando era conseller Andreu Mas-Colell, que es el programa ICREA. Es un buen ejemplo de cómo introducir flexibilidad en el sistema sin alterarlo mucho, pero permite contratar gente de mucho nivel y que esta gente, con recursos adicionales, pueda ir a diferentes centros. Este tipo de iniciativas, reforzar el mismo programa y crear y poner el doble de posiciones cada año, ya sería un gran paso. Y después también, obviamente, verter más recursos con ayudas a la investigación, con programas competitivos. Si tuviéramos algunos instrumentos de contratación y algunos instrumentos para financiar la investigación, con estos dos elementos podríamos hacer un cambio importante.

Una de las cuestiones clave en la negociación del nuevo Govern ha sido el modelo de financiación. ¿Qué le parece el concierto económico solidario?

Yo creo que este modelo de recaudarlo todo y devolver al Estado lo que le toca es un modelo muy atípico. No conozco ningún otro país del mundo que tenga el modelo que tienen el País Vasco y Navarra. Es una anomalía que tiene raíces históricas, pero pienso que no es un buen modelo para avanzar, porque un gobierno central tiene que tener también capacidad de generar sus propios recursos. Si lo conseguimos, pues adelante, sería un buen resultado para Catalunya. Pero incluso desde el punto de vista como economista de federalismo fiscal, que he trabajado en temas de investigación, este no es un buen modelo para tomar buenas decisiones. Cada nivel de gobierno debe tener su responsabilidad de ingreso y su responsabilidad de gasto.


¿Cuál sería, pues, el modelo que necesita Catalunya?

Catalunya, y el resto de las comunidades autónomas, necesitan un modelo que les dé más autonomía en la capacidad de ingreso, el diseño y la recaudación de los ingresos, y, por lo tanto, que sean responsables tanto del gasto como del ingreso. Eso lo hemos propuesto también desde el Cercle d'Economia, y yo he participado bastante en esta propuesta, un modelo que sería una gran mejora para Catalunyam y se podría extender a todo el Estado, es un modelo de cariz federal, un poco al estilo canadiense, en el que las provincias —aquí serían comunidades autónomas— comparten las bases fiscales. Podría tener un impuesto del Estado y un impuesto de la comunidad autónoma, y cada parte recaudar su parte y ser responsable de aquella parte. Eso no quita que pueda haber solidaridad. Hay otros modelos, se habla bastante del modelo alemán, pero a mí no me gusta, porque es verdad que el lander recauda, pero lo que tiene que dar al gobierno central y lo que se queda está totalmente decidido y cada lander tiene muy poca capacidad de decisión. Por lo tanto, con un modelo como el canadiense, creo que ganaríamos mucho, porque, por una parte, tenemos la capacidad de diseño y, por la otra, tenemos la capacidad de recaudación de la parte que nosotros tenemos que gestionar.

¿Cuando habla de que las comunidades, Catalunya en este caso, participen de los ingresos, tendría que tener autonomía para quitar y poner impuestos?
Correcto. Tendría que tener total autonomía para diseñar, por ejemplo, la parte del IRPF que va a Catalunya. Que sean recursos que se diseñen desde Catalunya, los recaude Catalunya, y el Govern tenga la responsabilidad de este ingreso y, por lo tanto, pueda también ajustarlo según el gasto que tenga que hacer.

“Las CCAA necesitan una financiación con más autonomía en el diseño y la recaudación de impuestos, que sean responsables tanto del gasto como del ingreso"

¿Cómo resuelve este sistema el déficit fiscal? Porque, por ejemplo, el problema que tiene Catalunya, cuando se habla de que tiene 15 impuestos propios, es que, como tiene déficit fiscal, necesita más recaudación, mientras Madrid se puede permitir el lujo de no tener ninguno y rebajar el IRPF a las rentas altas.
Si tuviéramos capacidad de poner impuestos sobre el IRPF, sobre el impuesto de sociedades —se puede gravar de acuerdo no con la sede fiscal de cada empresa, sino el consumo territorial, y eso nos daría un margen para tener más ingresos— u otros impuestos, tendríamos más capacidad de recaudación. Eso nos traería más ingresos a Catalunya, porque añadiría otros impuestos a los que ahora no tenemos acceso. Hace falta negociar qué impuestos recaudan las comunidades, y estos impuestos se quedarían aquí.

¿Con una cuota de solidaridad que se tendría también que pactar?
Sí, exacto. En principio tendríamos que pactar cuáles serían las bases fiscales a las que podemos aplicar impuestos, y aquí yo pienso que el IRPF está muy claro y ya tenemos un cierto margen, el impuesto de sociedades no tiene por qué ser excluido, podría estar la parte del IVA que le corresponde a Catalunya, que se podría ya directamente quedar en Catalunya. Y después tendríamos que valorar si las comunidades más ricas, como Catalunya, tienen un nivel de recaudación mucho más elevado que los más pobres, y tienen que aportar más.talunya, tienen un nivel de recaudación mucho más elevado que los más pobres, y tienen que aportar más.

Entrevista a Teresa Garcia Milà / Irene Vilà Capafons

Se entiende que con un modelo de financiación más favorable, el Govern podría bajar impuestos. ¿Comparando no solo con otras comunidades, sino a nivel europeo, Catalunya tiene una presión fiscal excesiva?

Comparando a nivel europeo, la fiscalidad catalana no es más alta; sin embargo, tiene un tributo que es casi una anomalía europea, que es el impuesto de patrimonio. Los países europeos con los cuales nos relacionamos no tienen impuesto de patrimonio, y este sí que es un tema que yo creo que se tendría que plantear seriamente. El impuesto de patrimonio tiene una recaudación de entre el 1 y el 2 % de los recursos que necesitamos en Catalunya y, en cambio, tiene un impacto de desincentivo muy importante. Porque, además, es un impuesto que grava doblemente, es decir, grava una renta por la cual ya has pagado impuestos y crea disfunciones importantes porque en realidad puedes tener mucho patrimonio con poco rendimiento. Para lo que recauda, se podría compensar con otros tipos de impuestos, y quizás seríamos capaces de atraer a otras personas que se ven a veces frenadas por este tipo de impuesto.

Si hablamos de innovación, tenemos que hablar de inteligencia artificial. ¿Estamos ante una nueva revolución?

Hemos tenido, a lo largo de la historia, varias revoluciones que, seguramente, vividas en aquel momento, fueron un cambio tan sustancial como lo ha está siendo la inteligencia artificial o, previamente, todo el tema de digitalización. Sí que es verdad que va muy rápido, pero, al final, lo que tenemos son herramientas tecnológicas muy potentes que nos permiten hacer muchas más cosas y hacerlas mucho mejor. Pero es verdad que estas herramientas y tecnología afectan a ciertos colectivos y, por lo tanto, lo que es muy importante es entender a qué colectivos afecta y cómo se puede ayudar a estos colectivos a que encuentren nuevos trabajos dentro de este nuevo mundo. Siempre hay personas desplazadas, que su capacidad de hacer algo ha quedado superada por la máquina. Siempre, en estos momentos, se ha considerado que eso destruía puestos de trabajo, pero hemos visto a lo largo de los años que no, que lo que ha permitido es crecer más. Por lo tanto, yo soy muy positiva. Sí que tenemos que aprender mejor como utilizar estas herramientas, porque al final la inteligencia artificial es una herramienta que está en manos de las personas y somos las personas las que tenemos que aprender a utilizarla bien, entender qué desplaza, qué ayuda y hacer políticas con las cuales podamos ayudar a los que quedan desplazados.


Viendo lo que pasó con CrowdStrike, la actualización del antivirus de Microsoft que dejó sin servicio a miles de empresas y afectó, por ejemplo, a aeropuertos, ¿nos tenemos que acostumbrar a riesgos globales de esta magnitud, a que eso sea inevitable?
Seguramente, sí. Eso ha sido un episodio en el cual Microsoft y CrowdStrike, que son dos grandes empresas muy sólidas y que tenían un sistema muy robusto, pues hubo un momento en que alguna cosa falló, pero también es verdad que la solución llegó relativamente rápido. Pero por otra parte, sin tecnología estaríamos muy atrás. O sea, la tecnología la queremos, la tenemos que conocer y tenemos que saber los límites y también el esfuerzo que tenemos que hacer como comunidad para superar estos problemas. Seguro que de eso aprendemos y las empresas cambiarán procedimientos, pero es que la alternativa, ¿cuál es?

Pues hacer los embarques al avión con libreta y un bolígrafo.
La alternativa es peor, ¿no? Por lo tanto, tenemos que saber gestionarlo. Con toda la evolución de la tecnología y la expansión de los ciberataques, cada vez las barreras son más altas.

"El impuesto de patrimonio tiene una recaudación muy pequeña y, en cambio, tiene un impacto de desincentivo muy importante"

Otro reto de nuestra sociedad es la transición energética. ¿Cree que España la está haciendo a buen ritmo?

No estamos yendo mal. Quizás en España y Europa hay una cierta idea de que la electrificación es la única solución a la transición y a veces en esta electrificación no vemos lo que hay detrás. Por ejemplo, las baterías que se producen en China no siempre están producidas con energía limpia. A veces vienen producidas por carbón, incluso, por lo tanto, nos alegra mucho tener un coche eléctrico con una batería estupenda y que no contamina nada y que va con electricidad y quizás no hacemos el análisis de qué hay detrás y cómo se ha contaminado para llegar a tener eso. Pero España ya tiene una proporción relativamente alta —Catalunya depende de otras comunidades autónomas, eso ya lo sabemos y es una de las cosas que también le pediría al nuevo Govern—. Se podría hacer más rápido, quizás, pero tampoco podemos correr más de la cuenta, porque tenemos que ser muy conscientes de la dificultad que tiene, y hay otras formas de reducir las emisiones.

¿Por ejemplo?
Como yo estoy en Repsol, sigo bastante lo que son energías alternativas. Repsol se ha metido mucho ya en generación eléctrica renovable, pero también está haciendo combustibles sintéticos y biocombustibles. Eso permite que el parque de automóviles que hay actualmente, sin hacer nada, pueda comprar en lugar de gasolina un biocombustible que lleva un poco de gasolina normal y el resto de renovable, y eso reduciría muchísimo las emisiones. Si conseguimos hacer varias acciones paralelas, que todas ellas ayuden a descarbonizar, llegaremos mejor y con un coste menor. Por lo tanto, pienso que aquí tenemos que ser un poco más abiertos.

"La IA nos permitirá hacer las cosas mejor y más rápido, pero tenemos que hacer políticas para ayudar a las personas que queden desplazadas"

Usted es uno de los nombres destacados del Cercle d'Economia, es vicepresidenta. De aquí un año toca relevo: ¿le gustaría ser presidenta del Cercle d'Economia?
Si la gente del Cercle d'Economia cree que puedo ser una buena presidenta, aceptaré el reto, pero yo quiero que sea el presidente, los expresidentes, la Junta y todos los electores que consideren que puedo ser yo. Hay otras personas que lo podrían hacer muy bien. ¿Me haría ilusión? Sí, me haría ilusión, pero las pautas y los tiempos del Cercle los conozco bien y los respeto mucho.

¿Cree que volverá a haber elecciones, como hace dos años?
Yo creo que no. He dicho lo que tenía que decir, me haría ilusión, aceptaría una propuesta que viniera del núcleo del Cercle. Las elecciones, es verdad, ya hubo hace dos años, es un proceso que me parece correcto y si hay varios candidatos, habrá elecciones, pero no es mi estilo.