El economista catalán Tomàs Casas Klett, nacido en Barcelona a final de los sesenta, es un estudioso de las élites, de la gente que mueve el mundo. Docente de la Universidad de S. Gallen, en Suiza, y profesor visitante en universidades como la Tsinghua University (Pekín), se pasa la mitad del año investigando y dando clases en Suiza y la otra por todo el mundo, tanto en China como en Tokio, Singapur o Tel Aviv (Israel). Es cofundador del Elite Quality Index (EQx), un trabajo de más 300 páginas que disecciona los modelos de negocio y sus líderes —las élites— de 151 países, y analiza si crean valor sostenible o no. En el último índice, España ocupaba el lugar 25.º del ranking. Para que prospere más, cree que necesita cuidar más a los autónomos, potenciar la FP, liberalizar el mercado laboral para acabar con el paro, especialmente juvenil, y reducir los subsidios o la redistribución excesiva entre regiones. Casas Klett considera que en España las élites se tienen que renovar y que en Catalunya no hay un sistema claro de élites porque no hay cohesión, instituciones propias, ni un relato claro de futuro.

Explíqueme su investigación sobre las élites.
Trabajamos en una nueva teoría de la economía que afirma que el factor más importante para alcanzar crecimiento económico y desarrollo social es la creación de valor sostenible en los modelos de negocios de las élites. Al fin y al cabo, los modelos de negocio que definen a una élite pueden crear valor o pueden estar basados en transferencias, es decir, ser extractivos o rentistas. El valor se crea mediante actividades como las inversiones o la innovación. Modelos de negocio rentistas incluyen por ejemplo los subsidios, la inflación, guerras o los monopolios. En países donde predominan las élites que son rentistas no hay futuro.

¿Lo puede bajar un poco más?
Analíticamente, cuando hablamos de élites, hablamos de modelos de negocio que estructuran una coalición. Pongamos como ejemplo un modelo de negocio inclusivo, que crea valor, como es Tesla. Elon Musk vende coches y es el principal beneficiario de este modelo, pero hay muchos otros en su coalición, como bancos de inversión de Wall Street, o la industria que se crea en torno a los coches eléctricos tanto en EE.UU. como en China. Nosotros hablamos de élites cuando los modelos tienen gran impacto, en valor en la bolsa, en facturación, en empleo. Por eso las élites no necesariamente son empresarios, pues modelos de negocio de gran impacto pueden serlo un sindicato, un colegio de abogados, una orden religiosa o el colectivo de los controladores aéreos. Por cierto, las élites sin poder no son élites, nuestra teoría se adentra en la naturaleza y consecuencias del poder. Las élites son necesarias para que la sociedad prospere, una sociedad sin élites, donde el poder está muy distribuido, no saldrá adelante, porque no habrá capacidad de coordinar bien los recursos del país.

Las élites son necesarias para que la sociedad prospere; una sociedad sin élites, donde el poder está muy distribuido, no saldrá adelante porque no habrá capacidad de coordinar bien los recursos del país

¿Las élites son establishment? Hay una connotación negativa asociada al término 'élite'.
Sin establishment no hay progreso social. Ahora bien, Pareto ya decía que las élites tienen que circular. Sí, hay establishment, pero alimentado por nueva sangre que sube. Musk hace dos décadas no era nadie, ni parte de una dinastía como los Rockefeller o la del rey Felipe VI. Marx se equivoca cuando propone un modelo donde las élites son extractivas. Lo que cuenta son dos cosas: que los modelos de negocios de las élites creen más valor del que extraen y que haya circulación, que haya nuevas élites con nuevos modelos que entren en la rueda, emerjan y se establezcan. Y que cuando estas dejan de crear valor, dejan de ser élites, porque su modelo de negocio se encoge en consonancia con los ciclos naturales.

Tomàs Casas Klett, durante la entrevista / Foto: Miquel Muñoz

¿Aparte de Tesla, qué otros modelos de negocio crean valor y qué élites son extractivas?
Veamos España. En los setenta u ochenta hacían falta carreteras, construcción, entonces se crearon unas élites en este sector que creaban valor. Pero hay un momento cuando —y en Japón o China ha pasado lo mismo— hay excesiva actividad en el sector y estos modelos ya no generan el valor de tiempo atrás, aunque siguen utilizando su poder y acceso preferencial al capital, creando así distorsiones adicionales, incluso burbujas. Es decir, los modelos de las élites que habían creado valor y habían sido muy importantes para el desarrollo económico de una época, pueden tener después justo el efecto contrario. Eso es un patrón, pero pasa con todos los modelos y élites: cuando una élite emerge, como pueden ser las big tech en Estados Unidos, crecen en base a la creación de valor, como Google o Amazon, por ejemplo. Pero hay un momento en que este mismo valor les permite acaparar poder y entonces la pregunta que hay que hacerse es si utilizan este poder para seguir creando valor o para obtener rentas, como por ejemplo pagar menos impuestos. O si utilizan este poder para imponer unos precios de monopolista. Pensemos en Google Search, que prácticamente no tiene competencia y al mismo tiempo están creando un valor incalculable con su tecnología sin la cual no podríamos vivir. Entonces, hay que ver qué pesa más. En Alemania modelos que no funcionan, y son en parte responsables del estancamiento actual, son las grandes instituciones financieras que habían sido tan importantes en la posguerra y hasta los noventa. Pero menos mal que también existen cajas de pensiones, regionales o locales, que financian pymes, éstas crean un valor tremendo y, de hecho, son el motor del país.

¿Tiene que ver con el ascensor social y con la desigualdad?
Con la desigualdad tenemos que tener mucho cuidado. A veces ciertas formas de desigualdad son necesarias para el crecimiento económico durante ciertas fases de desarrollo.

¿Cómo? Explíquese.
Para países avanzados y ricos, no: estos países se pueden permitir la igualdad. Pero hay países pobres y de renta media que si quieren hacer la transición hacia arriba (hacia renta media los primeros y hacia renta alta los segundos), necesitan que sus élites dispongan de una fuerte capacidad de inversión. Pensemos en los keiretsu en Japón o los chaebol en Korea, conglomerados con acceso privilegiado al capital, a la política, a los recursos... se crearon terribles desigualdades, pero al final ambos países han conseguido pasar de ser pobres a ricos. En cambio, países como Brasil o muchos de América Latina, que han intentado combatir las desigualdades, al final crean pobreza para todos. Los países tienen que saber a partir de cuándo se pueden permitir políticas de igualdad y redistribución. Para desarrollarse al principio hacen falta ricos, sin ricos no hay desarrollo social. Por eso la teoría de las élites no gusta ni a las derechas ni a las izquierdas. La crítica marxista es que los ricos siempre explotan a los que no lo son. A las derechas no les gustamos, porque la teoría impone que utilicen su capacidad de coordinación para invertir, innovar y crear valor. Además, las élites tienen que ir circulando, ya que estadísticamente es altamente improbable crear valor más allá de dos generaciones.

Aquí, tanto en Catalunya como en el resto España, hace décadas que las élites son las mismas, con contadísimas excepciones.
Hace falta más circulación de las élites, sí. También en Francia, Rusia o Alemania, este es uno de los problemas de Europa. En Estados Unidos, los Rockefeller, Stanford, Carnegie industrializaron el país a base de petróleo, ferrocarriles, acero. Ahora estas familias todavía siguen, pero como inversores en los modelos de negocio de nuevas élites que están subiendo. Aquí iría bien que hubiera más circulación de élites, que el sistema de élites fuera más abierto, y que el establishment ofreciera de manera sistemática y agresiva capital, recursos, contactos a las nuevas élites en potencia, puesto que son estas, y no las viejas familias, las que toman riesgos y empujan el desarrollo del país. Pero bien, Catalunya tiene un reto añadido y es que tampoco tiene un sistema de élites...

En Catalunya hay élites, pero no un sistema. Hace falta una cierta cohesión, unos modelos de negocio que vertebren el sistema, instituciones propias, un relato claro para la sociedad

¿Qué quiere decir?
En Catalunya hay élites, pero no constituyen un sistema. Para tener lo que denominamos un sistema de élites se necesita una cierta cohesión, unos modelos de negocio que vertebren el sistema, instituciones propias, un relato claro para la sociedad.

¿Cuáles son los principales retos que tiene España?
España es un caso interesante, porque, por ejemplo, por una parte, en el EQx a nivel de "valor económico" no sale demasiado bien, ocupa el lugar 43 del ranking: podríamos decir que las élites en la economía podrían crear más valor. Y es curioso, porque se tiende a culpar a los políticos, pero las élites políticas crean más valor de lo que nos pensamos. Hay partes del Estado muy ineficientes, de acuerdo, pero el sistema sanitario, la seguridad, la educación... a pesar de que podrían ser mejores, salen en el ranking de "valor político" en un puesto altísimo, en el lugar 10 de 151. Es decir, 43 a nivel de valor económico y 10 a nivel de valor político. Una de las cosas en las que España falla es en la creación de valor en el mercado de trabajo. En el epígrafe del valor del trabajo, España es un desastre, ocupa el nivel 89. Por cierto, el paro juvenil es resultado del modelo de negocio de los sindicatos.

¿El alto paro juvenil de España es culpa de los sindicatos?
La causa del terrible paro juvenil, incluso del paro en general, es en gran parte de los sindicatos, sí. Todos queremos que suban los salarios, pero hay dos formas de hacerlo: una que es sostenible y una que no lo es. La forma no sostenible es con obligaciones, fijar un salario mínimo alto o elevar el coste del despido, por ejemplo. Así se reduce la demanda de trabajadores por parte de las empresas. Pero lo peor de todo es que no hay incentivo para invertir en capital humano. Los sindicatos son importantes, tienen que existir, pero tienen que velar para que se invierta en capital humano, porque cuanto más alto sea este, más demanda habrá por trabajo, subirán los salarios sin necesidad de SMI... Esta es la rueda. En Suiza prácticamente no hay paro y el despido es casi libre, ahora bien, se invierte masivamente en formación.

Tomàs Casas Klett, durante la entrevista / Foto: Miquel Muñoz

¿Pero la formación corresponde solo a los sindicatos o también a las empresas y a las administraciones?
A los tres. Las empresas responden a los recursos que hay y el recurso más importante es el capital humano. Entonces lo que se tiene que hacer es invertir en capital humano. Y si el Estado no lo hace suficientemente, los sindicatos en vez de pedir subidas salariales, tendrían que pedir inversión para los trabajadores. Las empresas tienen que tomarse la formación de trabajadores como un objetivo estratégico.

¿Más retos?
Los bancos españoles podrían crear más valor, España en el epígrafe del valor del capital (financiero) ocupa el lugar 38 en el ranking, no es catastrófico pero podrían hacerlo mejor. También decíamos que el Estado no lo hace mal, pero da demasiados subsidios, España ocupa el puesto 123 en el porcentaje de gasto sobre el PIB. Un subsidio es una transferencia, una renta. Es muy importante entender la naturaleza de nuestro posicionamiento en base a una ontología concreta de las relaciones socioeconómicas. Hay dos tipos de actividad: unas crean valor y otras son transferencias de valor. Hay gente, por ejemplo, el artesano, el trabajador, el freelance, el financiero, que con su trabajo crea valor. Pero hay modelos basados en la transferencia. Por cierto, en España la redistribución regional es excesiva, ocupa el 120.º lugar.

En España, el Estado no lo hace mal, pero da demasiados subsidios, que no crean valor. La redistribución regional es excesiva, también

¿Pero tiene que haber transferencias para que haya de igualdad de oportunidades, no? De aquí el papel del Estado como redistribuidor de la renta.
Esta es la idea. La redistribución no es gratis. Pero está justificada en nuestro caso si utilizan estos recursos para crear valor. Por ejemplo, las pensiones y también la inflación son una transferencia de la juventud a la tercera edad. Al final, si se puede redistribuir valor, es porque alguien ha creado valor en primera instancia. Si los recursos son limitados, es mejor redistribuirlos a la gente joven que a los ancianos. Pero se tendrían que dar a la juventud no de cualquier manera, sino de forma que puedan crear valor: por ejemplo, en forma de formación. Es decir, hay que redistribuir para que haya igualdad de oportunidades, sí, pero no para que haya igualdad de ingresos. Así pues, mucho cuidado, si la redistribución es para igualar ingresos y no crea valor, párala, porque lo único que estás haciendo es empobrecer a todo el mundo.

¿Fallamos en formación, pues?
Podríamos hacerlo mejor. Casi más importante que las universidades es la formación profesional (FP) o las universidades de ciencias aplicadas. Es la base de lo que funciona en países como Alemania o Suiza. En España se menosprecian los oficios cuando estos contribuyen más al bienestar y a la sociedad que muchos de nosotros que somos universitarios.

Los emprendedores y los autónomos tendrían que estar tanto o más protegidos que los asalariados. Crean valor y, por término medio, trabajan muchas más horas

¿Qué hacemos bien?
En el tema de la emprendeduría empezamos a elevarnos. El potencial es inmenso, dado los recursos humanos de los que se disponen, uno se puede imaginar una segunda start-up nation en el oeste del Mediterráneo en dos décadas. Pero no tenemos que pensar solo a lo grande, al estilo Silicon Valley, sino también en políticas para los autónomos. Son pequeños negocios que arriesgan y, por definición, como tienen tan poco poder, la única forma de sobrevivir es creando valor. Los autónomos tendrían que estar tanto o más protegidos que los trabajadores, a pesar de su poco poder político o las dificultades obvias para convocar huelgas. Mucho respeto para los asalariados, pero los autónomos, en comparación, son unos desfavorecidos que, por ejemplo, trabajan por término medio muchas más horas a la semana. En España esta es otra área con un potencial inmenso, dado que los autónomos son creativos y tienen unas habilidades y capacidades de improvisar y sobrevivir ejemplares. El ranking EQx va de eso, de analizar mediante 135 indicadores qué reformas estructurales y legales hacen falta. Y España necesita cuidar más a los autónomos, además de potenciar la FP, liberalizar el mercado laboral para acabar con el paro, reducir los subsidios o la redistribución excesiva entre regiones.

Tomàs Casas Klett, durante la entrevista / Foto: Miquel Muñoz

 

¿Falla el sistema de financiación autonómica?
Lo primero que hace falta es una claridad y una transparencia absolutas de quién transfiere cuánto a quién. Qué regiones, qué modelos de negocio, qué modelos transfieren a otros. Por cierto, en todas partes es la clase media la que transfiere a la baja, nunca salen los recursos a redistribuir de las élites. No hay país donde las élites paguen los impuestos que les corresponderían —ni las casas reales ni las big tech—. Y eso es una ley universal que se tiene que aceptar porque es inmutable y no se puede perder el tiempo con aquello que no cambiará. Ten en cuenta que si pagan, es que no tienen poder, es decir, que ya no son élites. Ahora bien, lo que sí se tiene que hacer es presionar a las élites para que sus modelos de negocio creen valor.

Israel es un gran país porque las élites crean riqueza de la nada, es una 'start-up nation'. Sin el conflicto actual, este año hubiera tenido un PIB per cápita mayor que Alemania

¿Qué iba a hacer en Israel la semana después de estallar la guerra?
Israel es un gran pequeño país en el sentido de que las élites crean mucha riqueza de la nada. Eso incluye la perspectiva de generaciones futuras, en el barómetro intergeneracional del EQx están en la segunda posición mundial. Convierten desiertos en huertas, diseñan microchips y el software de nuestros coches o vacunan como ningún otro estado a sus ciudadanos. Mire, ahora, con el conflicto ya no pasará, pero piense que Israel este año hubiera tenido un PIB per cápita ¡mayor que Alemania! Y eso es porque Israel es una start-up nation, un 10% de la población está trabajando en el sector tecnológico, que representa la mitad de sus exportaciones. La razón del éxito es que los modelos de sus élites, a pesar de estar menos cohesionadas que nunca, funcionan. Por otra parte, si Palestina —y eso es muy sensible en este momento— iba mal antes del 7 de octubre es porque tiene ciertas élites rentistas. Es increíble lo que Europa puede aprender de Israel. Teníamos que estar allí con un grupo de 40 ejecutivos de habla alemana para aprender innovación radical, los ecosistemas israelíes, pero también la cultura de hacer negocios. Los israelíes son rápidos, ágiles, abiertos, lidian con el caos inherente en nuevas tecnologías, improvisan... características, por otra parte, mediterráneas que también tenemos aquí.

Cómo ve la situación geoeconómica a nivel mundial, con EE.UU. y China compitiendo, Europa medio ausente, el nuevo poder de los BRICS, el papel emergente de África con recursos naturales necesarios para las nuevas tecnologías...
Hoy la máxima creación de valor en el mundo tiene lugar en EE.UU. y China. Al mismo tiempo, estamos viendo que las élites en el mundo cada vez comparten menos una narrativa común, hay una regionalización de los modelos de negocios de las élites. Si queremos paz y estabilidad, necesitamos que las élites de diferentes países participen en modelos de negocios comunes. Chinos y americanos podrían hacer muchísimas más cosas juntos, los europeos y los chinos también, y eso es una lástima. La desglobalización nos hará más pobres a todos y lleva a un mundo más peligroso. En foros como el de Davos uno se da cuenta de que las élites se están fragmentando y no se cohesionan en torno a narrativas compartidas. Eso sí, Europa y Estados Unidos están bastante bien cohesionados, porque en los temas clave las élites americanas crean las visiones de futuro en base a las cuales se actúa, en temas como Ucrania o inteligencia artificial. Curiosamente, y tal como hemos dicho que pasa en Catalunya, en Europa tampoco hay un sistema de élites claro, no hay modelos de negocio propiamente europeos, hay élites alemanas, francesas, españolas... y todo el mundo trata de aprovechar la UE al máximo en beneficio propio. Y cuando hay excepciones y un modelo de negocio de élite propio europeo, como Airbus, funciona fantásticamente bien. Las naciones-estado europeas son demasiado pequeñas en el mundo como para poder dar apoyo institucional y cobertura geopolítica a modelos de negocio de las élites del siglo XXI con sus requerimientos tecnológicos. Hoy por hoy, la UE es más una ONG rica, buena y simpática, que un poder autónomo que cuente en el mundo. Y Europa podría aportar muchísimo. Josep Borrell fue a Beijing el otro día pidiendo por favor que traten Europa como un gran poder. El poder se tiene o no se tiene, no lo pides.