Durante muchos años L.M. trabajó para Webhelp, una empresa subcontratada por Google en Barcelona para hacer tareas de atención a los usuarios. De nacionalidad portuguesa, L.M. fue ocupando diferentes posiciones en la empresa, llegando a ser manager de grupo. A pesar de esta mejora de posición en la jerarquía dentro de la empresa, vio en algún momento que alguna cosa dejaba de ser lógica: compañeros que eran sus subordinados cobraban más dinero. Poco a poco se dio cuenta de la situación, la empresa pagaba salarios diferentes a los trabajadores y la diferencia tenía que ver con la nacionalidad y el mercado por el cual trabajaban. Compañía del sector de la tecnología, que acoge el perfil de inmigrantes a los que se les distingue del resto porque se les llama expats, Webhelp establecía una discriminación a las nóminas según el origen: pagaba un sueldo más elevado a empleados nórdicos y escandinavos, y menos a los trabajadores del sur de Europa y latinoamericanos.
Pronto esta situación empezó a encender a L.M., que veía en este hecho una injusticia. Relata que la diferencia de sueldo podía llegar a ser de 10.000 euros al mes. "Veía compañeros con ritmos de vida diferentes; aunque eso no afectaba la relación entre nosotros, los que cobrábamos menos por hacer el mismo trabajo, pero con más carga, nos sentíamos desprestigiados, como si fuéramos la clase más baja ante los ojos de la empresa". El miedo paralizaba cualquier movimiento: "Mucha gente temía sufrir represalias y perder el trabajo". Él personalmente se embarcó en un proceso de investigación de leyes y normativas que fueron reforzando su opinión que aquello que estaba viviendo en aquella empresa no era correcto.
Picó a la puerta de colectivos de abogados orientados en temas sociales y laborales, así como también en las de un sindicato de los grandes al cual estaba afiliado. Se presentaba con mucho trabajo hecho, pero el intento que alguien se hiciera cargo del caso no prosperó hasta que fue a parar al despacho Abógalo, de Enrique Leiva, un abogado que trabaja con un enfoque especial sobre los derechos humanos. Este jurista no dudó al embarcarse en la causa que finalmente acabó ganando a favor de los trabajadores en primera instancia. Un juez reconoció la discriminación y ahora la causa está en manos del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC), que podría ratificar la sentencia muy pronto.
L.M. se siente satisfecho de haber conseguido dar este primer paso y que finalmente se haya reconocido la injusticia. "He trabajado durante muchos años sufriendo esta discriminación, con esta inaccesibilidad a una vida mejor, éramos una especie de esclavos modernos". El caso de Webhelp fue fundamental para una segunda lucha de la subcontrata de Meta, también en Barcelona, Telus, condenada hace poco en primera instancia por un juez de la capital catalana que estima que en esta compañía también se ha producido una discriminación por cuestión de nacionalidad. L.M. está convencido de que muchas empresas del ámbito tecnológico tienen esta práctica salarial y que las sentencias conseguidas podrían suponer un impacto en su modelo de negocio, que se beneficia de la deslocalización. "Cuando conocí la sentencia de Telus me alegré mucho porque fui el iniciador de todo eso y he abierto la puerta para que mucha gente pueda defender sus derechos".
Y tal como pensaba L.M., aquella rendija abierta en Webhelp ha servido para que trabajadores del mismo sector, en este caso de Telus -la subcontrata de Meta en Barcelona conocida por la tarea de unos moderadores que se enfrentan al contenido más violento de las redes-, iniciaran también, de la mano de Abógalo, una reclamación en los mismos términos. John Fuentes es uno de estos moderadores que se sumó a la querella contra la empresa por la discriminación sufrida respecto de los compañeros que trabajan por mercados nórdicos. Fuentes, que trabaja para el mercado latinoamericano, ya había sufrido una discriminación parecida en otras empresas del mismo sector antes de llegar a Telus. Pero fue aquí donde las cosas se hicieron más evidentes. "Allí en el edificio estamos separados, no hay contacto entre los trabajadores que cobran más y los que menos, estamos en plantas diferentes (nosotros abajo y ellos arriba) y solo coincidimos en el ascensor".
"Si hago el mismo trabajo y trabajo más, ¿por qué me pagan menos"?
Este distanciamiento y diferencia de trato entre trabajadores lo corrobora otro trabajador latinoamericano que prefiere hablar bajo la condición de anonimato. "Siempre vimos discrepancias en el trato de los trabajadores de otros mercados y nosotros, había diferencia laborales, beneficios; al principio recuerdo que incluso la comida que nos traían era diferente al nuestro. Antes nos llevaban dulces y fruta, pero nunca había suficiente para todo el mundo", relata. Este trabajador nunca entendió las diferencias. "Si estoy haciendo el mismo trabajo con menos beneficios y peor trato, incluso más trabajo, ¿por qué me pagan menos? Es como si fuésemos en cierta manera ciudadanos de segunda clase a pesar de vivir en la misma ciudad, Barcelona, donde ellos disponen de una calidad de vida superior a la nuestra".
John Fuentes no esconde su satisfacción por el hito alcanzado habiendo ganado el caso en primera instancia. La empresa ha recurrido esta primera sentencia, de manera que todavía no hay nada en firme, pero este primer triunfo insufla de optimismo a los trabajadores. "Esta pequeña batalla que se puede ganar ayudaría mucho a la sociedad, quiero que se transmita esta idea, que queremos hacer una aportación, que un individuo pueda decir que tiene derecho a un mejor salario. Eso es lo que más nos llenaría", explica. La trascendencia mediática de este primer golpe judicial contra la subcontrata de Meta ha generado interés en otros trabajadores. La primera querella ha reunido a 19 trabajadores, pero otros se han mostrado dispuestos ahora a subir al mismo carro.
"Me gustaría que esta sentencia afectara de manera positiva en mis compañeros", dice el colega de John Fuentes que habla bajo la condición de anonimato. "Cueste lo que me cueste, porque yo ya estoy cansado después de cinco años en la empresa". Confía que la causa cambie la situación y acabe con cierto miedo que algunos trabajadores tienen. "Como hay una cláusula de confidencialidad en nuestros contratos desde el comienzo tienes una pizca de miedo de hablar con el resto de estos cosas". A pesar de las diferencias, no ha tenido nunca un sentimiento de inferioridad, pero sí de sufrir una situación de evidente injusticia. "Es como si fuésemos en cierta forma ciudadanos de segunda clase; pero si vivimos, comemos y lo hacemos todos aquí, en Barcelona, ¿por qué ellos tienen una calidad de vía superior a la nuestra?"