El inglés como idioma dominante y más gente mirando al portátil que charlando. La mayoría de modernas cafeterías, amplias y diáfanas y con nombres y carta en inglés, del barrio barcelonés del Poblenou se llenan de nómadas digitales a cualquier hora del día. Incluso un viernes por la tarde. No son turistas, teletrabajan viajando y escogen los países o ciudades más atractivas para ello, práctica que algunos han definido como Workation o Trabacaciones. Barcelona es de las preferidas.
Pero se enfrentan a quejas vecinales por fomentar la despersonalización de los espacios (se convierten en brunch y aguacate los bares de bocata de toda la vida), y la subida de precios tanto de bienes de consumo como de la vivienda, que sigue al alza en Barcelona, al beneficiarse de los salarios más elevados que los españoles que pueden ofrecer Estados Unidos o los países del norte de Europa.
“Los precios no los subimos nosotros, los suben los propietarios”, se defiende Kate, una chica rusa de 23 años que llegó en mayo a Barcelona, aún no habla español y paga 600 euros por una habitación en el mismo Poblenou. “Nosotros también estamos insatisfechos con estos precios, a mí me gustaría pagar menos, pero los propietarios, que son locales, se aprovechan de esta situación y suben los precios”, dice Kate, que abandonó el país por el rechazo que le produjo la invasión de Putin en Ucrania y que ahora consigue vivir de las clases de inglés a ciudadanos rusos que da on-line. "Durante la pandemia me di cuenta de que podía vivir trabajando a distancia y ya no hay vuelta atrás", dice, después de pasar un año sabático después de la universidad que dedicó a viajar.
“Pensaba que estaría sola unos meses en Barcelona, pero me gustó mucho la ciudad”, relata Kate, que en los próximos meses planea, como muchos nómadas digitales, viajar por países asiáticos. “Me da ansiedad estar demasiado tiempo en una misma ciudad”, dice, y muestra una comunidad digital de compatriotas rusos nómadas digitales que se encuentran en las ciudades para convivir y hacer de anfitriones.
Como está estudiando un máster en Barcelona, Kate se vale del visado de estudiante para vivir y trabajar en España y tributa en Rusia por su trabajo y se plantea a qué otro visado optar en un futuro si sigue en España. Aunque el pasado diciembre España aprobó el visado de nómada digital para facilitar este modelo de vida, es difícil que pueda ser un barómetro de cuántos hay en España, ya que los ciudadanos europeos no lo necesitan y que no todos optarán por esta vía.
Un visado en ciernes
Desde el despacho de abogados de extranjería Antonio Segura, explican que “para los trabajadores por cuenta ajena, es muy complicado porque requiere que las empresas extranjeras se registren en la Seguridad Social española y no suelen querer hacerlo”, mientras que “parece que esta autorización se acabará reduciendo a aquellos trabajadores que trabajan por cuenta propia”. El visado busca ofrecer ventajas fiscales para que tributen en España los trabajadores que opten por trabajar desde aquí para sus países o abrir su negocio en remoto desde aquí.
Aunque es difícil determinar cuántos nómadas digitales viven en España y en Barcelona, un estudio de Passport-Photo estima que existen 35 millones en todo el mundo y que España está entre los seis países que más atraen, con unos 753.000 profesionales en esta situación. El último Barcelona Digital Talent Overview cifró en 14.000 profesionales del extranjero los llegados a la ciudad en los últimos cinco años para trabajar en el sector digital y tecnológico, 3.300 en 2022.
Al calor de este nuevo estilo de vida, surgen también nuevos modelos de negocio como los espacios de co-working, co-living o edificios de viviendas con oficinas en la planta baja. Se trata de un modelo que aún no está en su apogeo y en Poblenou una cuarta parte de las oficinas se encuentran vacías, pero la perspectiva es que siga creciendo al tiempo que lo hace la economía digital, que representa ya un 15% del PIB español. En Barcelona, hay más de 287 co-workings. También modelos de co-living como el espacio Palma, recientemente abierto en Gràcia, una casa con piscina donde puedes alquilar una habitación por 1.600 euros al mes para compartir con hasta 15 personas una gran vivienda con 3.000 metros cuadrados disponibles.
Aparte de los espacios para nómada digital, que generan toda una economía con la start-up Aticco como una de sus mayores exponentes, el estilo de vida de estos profesionales de mayor poder adquisitivo que la media navega también entre eventos y actividades deportivas convocadas por aplicaciones digitales como Meetup o Pluma, que también viven de esto. Quedadas para hablar de negocios, brunchs, gimnasia al aire libre y otros deportes llenan la agenda de estos nómadas que, al no tener un lugar de trabajo habitual se relacionan más entre ellos que con la comunidad local y que, en muchas ocasiones y pese a su discurso basado en aprender culturas nuevas, ni siquiera aprenden el idioma.
En Tiktok, decenas de vídeos alaban las bondades de Barcelona como lugar para vivir para los nómadas digitales. Llueven elogios por su transporte público, limpieza, estilo de vida, clima, gastronomía y arquitectura, e incluso algunos nómadas destacan que por la gran cantidad de trabajadores extranjeros que existen ni siquiera es necesario aprender español. Existe algún debate sobre si es segura, “depende de dónde vayas y a qué hora y de no ir enseñando el móvil”, alerta @christinadavidsnomad, una estadounidense que crea vídeos sobre ser nómada digital en Barcelona.
@thomaslmanuel Spain was the first country I moved to when I left the US and it was the best decision ever 🙌🏽🇪🇸🔥 #barcelona #bcn #spain #movingtospain #movingabroad #digitalnomad #expat #livinginspain #catalan #spanish ♬ Vlog Video work Fashionable BGM(847726) - Tsuyoshi_san
Pero en las redes también se encuentra la parte crítica de los nómadas digitales, como una joven que dice que se marcha de Barcelona porque es “demasiado caro”, “inseguro” y “lleno de turistas”. O las voces más críticas que exponen que el nomadismo digital es una forma de “neocolonialismo” porque “personas de países ricos emigran a países menos desarrollados” con un impacto negativo en su economía. La web Nomadlist.com, de nómadas digitales, expone como ventajas de vivir en Barcelona la seguridad, el nivel educativo y la sanidad pública, entre muchas otras, mientras que en la corta lista de inconvenientes apunta que “mucha gente no habla inglés”, que es frío en invierno (muchos nómadas digitales viajan a Asia durante el invierno europeo) y que “mucha gente fuma”.
El norteamericano Scott, que prefiere dar un nombre ficticio porque no cotiza en España con la empresa de consultoría que montó como nómada digital, vive en Castelldefels con su mujer, que es argentina y tiene nacionalidad española. Pagan 2.400 euros al mes de alquiler por un amplio piso con piscina donde vive con sus dos hijos. “No creo que haya tantos nómadas digitales como para tener un impacto fuerte en los precios de alquiler, creo que el turismo y los Airbnb influyen más”, defiende, encantado con su vida de pasar medio año en Castelldefels y otra mitad en Estados Unidos, con algunos paréntesis en Argentina, con la familia de la esposa, en Brasil y otros países del mundo.
“Vinimos de vacaciones en 2017 y nos enamoramos de la ciudad”, explica Scott, que al principio pasaba solo tres meses seguidos como máximo en España, los que le permitía el visado de turista. “Mis impuestos los pago en Estados Unidos, que son más bajos, y al tener la residencia no necesito el visado de nómada digital”, explica.
"La atmósfera cálida y la eficiencia europea"
“Estuvimos viviendo un tiempo en Brasil, pero Barcelona es mucho más seguro. Tiene la atmósfera agradable y cálida de Latinoamérica pero la eficiencia y la seguridad de Europa, es ideal”, resume. Adicto al deporte, juega a baloncesto, surf y fútbol con otros grupos de nómadas digitales y expats y también a golf, a veces con el padre del futbolista del Espanyol Martin Braithwite, vecino en Castelldefels.
“Desde que me mudé, han llegado 100 o 200 nuevos expats o nómadas digitales, pero no se ha ido ninguno”, explica Scott, que cree que Barcelona y Castelldefels enamoran por su estilo de vida a quienes pueden trabajar desde aquí.
De nuevo en la cafetería donde Kate, la joven rusa, explicaba sus ganas de viajar y su huída de la Rusia de Putin, la italiana Alice, de 35 años, formada en Derecho, cuenta que, después de 7 años trabajando para Meta en Dublin y Singapur, tenía ganas de regresar a Europa y encontró en Barcelona un buen lugar. “Es una ciudad con unas buenas vibraciones de trabajo internacional en el sector digital, pero sin el estrés de otras”, cuenta.
Trabaja para una pequeña startup francesa como freelance, ya que la empresa no tiene sede en España, y al ser europea no necesita ningún tipo de visado. Su novio, irlandés, con el que comparte un piso en Gràcia por el que pagan 1.400 euros, también trabaja como consultor para clientes de otros países y estudia un máster en Barcelona. Aunque pretenden quedarse a largo plazo, firmaron en el piso un contrato de temporada.
“Mi sueldo francés me permite vivir algo mejor en España, aunque no creo que la diferencia sea mucha”, defiende Alice. “Ahora tenemos ganas de estar en Europa y no viajar mucho, como mucho paso un mes en Italia con la familia, algún fin de semana en París o en Irlanda y poco más”, cuenta.
Aunque se muestra satisfecha con este estilo de vida, “con el auge de los negocios digitales va a ir a más”, asegura, Alice también ve algunos lados negativos en ser nómada digital. “A veces, cuando estás trabajando, mayormente en casa, te puedes sentir solo, porque cuando las cosas van mal no siempre tienes con quien compartirlo y cuando van bien tampoco lo celebras igual con compañeros de trabajo. Además, los tonos de conversación no se perciben igual por Whatsapp”, relata.
A pocos metros de Alice, una joven estadounidense que ya lleva años viviendo en Barcelona explica que ya dejó atrás su vida de nómada digital, mientras que otro joven español asegura que se prepara para hacer las maletas y empezar ese estilo de vida. “Pasaré el invierno en Asia”, avanza. Unas mesas más allá, un joven de Zaragoza que vive en Castellón explica que le encanta el ambiente de trabajadores internacionales que tiene Barcelona. “Es chulísimo lo que tenéis aquí, en el Poblenou, me encanta. Puede que ahora no esté lleno, pero dale cinco años”, defiende, una cantinela que hace años que se escucha y que no se acaba de concretar pero va tomando forma en el 22@.