Que un guardián de la ciberseguridad de una empresa que ha de vigilar contra amenazas de hackeo sea invidente demuestra una de las máximas de la Fundación Good Job: que las personas con discapacidad tienen un papel a jugar en el sector tecnológico.
Alejandro Rodulfo, a sus 21 años, derrocha entusiasmo por la informática y por su trabajo como experto en ciberseguridad en Innotec a poco que se hable con él y consiguió subsanar la frustración de que en su carrera de ingeniería informática tan solo hubiera una asignatura de ciberseguridad con un curso que, con la Fundación Good Job, tuvo las facilidades de accesibilidad para personas invidentes que no todas las formaciones ofrecen.
Las personas con discapacidad tienen un 24% de paro mientras que diversos estudios apuntan a que faltan 120.000 trabajadores en el sector tecnológico. La Fundación GoodJob, con sede en Madrid y Barcelona, y su director, César López, están convencidos de que ambas necesidades pueden converger.
Para Alejandro, la Fundación fue clave porque nunca le puso reparos a adaptar la accesibilidad del software, normalmente visual, a su ceguera, que le acompaña desde los dos años de edad. “En muchas entrevistas de trabajo, te preguntan si podrás hacer todo lo que requiere el puesto de trabajo y si no tienes una respuesta sólida te descartan”, cuenta Alejandro, que quedó fascinado por los ordenadores en la adolescencia con los audiojuegos y tuvo un segundo flechazo con la ciberseguridad cuando descubrió los vídeos de hacker Chema Alonso. Hoy, trabaja con ello y lo compagina con un podcast sobre la cotidianeidad de ser invidente llamado Hasta la vista.
“Nos encontramos que en muchas ocasiones a las personas con discapacidad se les reservan los puestos de trabajo que otros no quieren, con bajas remuneraciones. Y el sector tecnológico tiene una base de la pirámide muy amplia de juniors que pueden entrar con sueldos que fijamos en un mínimo de 19.000 euros”, explica López.
Una facturación de 4 millones
La fundación factura al año unos 4 millones de euros, un 71% de ellos por actividad propia y el resto por donaciones públicas y privadas. Fundada en 2014, ha dado empleo a 700 personas con discapacidad en los 4 años que lleva del proyecto actual, 134 en el último año, con una empleabilidad del 85%, es decir, 85 de cada 100 siguen en la empresa después de empezar de la mano de la Fundación. Los cursos son intensivos, de ocho semanas y en remoto. "Es para gente que necesita trabajar y no se puede pemritir el lujo de hacer un curso largo", remata López.
La entrada de personas con discapacidad, aquellas con más de un 33% de incapacidad, es obligada para empresas de más de 50 personas, que deben contratar al menos al 2% de la plantilla. Las empresas que aleguen no poder cubrir sus vacantes con personas con discapacidad pueden pedir un certificado de excepcionalidad y, en caso de que sea concedido, deben optar por medidas alternativas a la contratación.
Las medidas alternativas a la contratación directa son la compra de suministros o servicios a centros especiales de empleo (Good Job también tiene), donaciones directas a fundaciones como Good Job que se dediquen a la inserción laboral y, por último, con la creación de un enclave laboral, que es un contrato temporal de personas del centro especial de empleo en la empresa.
Esta última modalidad es una de las esenciales para Good Job, que tiene a 30 preparadores laborales que tutorizan a estos trabajadores y que luego suelen mantener contacto con los mismos una vez desvinculados de la fundación y contratados por la empresa. “A veces, vuelan solos y a veces, necesitan un poco más de apoyo”, cuenta César López.
El éxito contado por las empresas
El pasado lunes, en una mesa redonda organizada por la fundación, trabajadores de empresas relataron el éxito del modelo y Román Ramírez, formador en Good Job, explicó las claves de la formación. “Se trata de eliminar la grasa formativa y centrarse mucho en la capacidad de resolución de imprevistos más que en memorizar conocimientos, porque esta tecnología cambia constantemente”, contaba Ramírez.
Desde Telefónica, Juan José Martín, HR Business Partner de Telefónica Tech, cuenta que los trabajadores de Good Job “vienen con una actitud arrolladora e ilusión” y minimiza el componente técnico en la mayoría de procesos de producción. “Lo técnico ya se lo vamos ofreciendo”, remata, y explica que han incorporado a 48 personas de GoodJob en tres años. “El plan funciona”, remata.
Armand Codina, de 49 años, tiene fibromialgia y encontró trabajo en el departamento de riesgos de una gran tecnológica a través de la fundación. “Encontré la fundación por Infojobs”, cuenta. “Yo estaba en el paro, buscando trabajo, trabajaba en plantas químicas que con mi enfermedad, que me causaba dolores y fatiga, no podía seguir haciéndolo. Tenía que levantar bidones y otros esfuerzos. Buscaba trabajo de auxiliar de servicios, algo menos cansado, y cuando encontré GoodJob fue ideal”, relata.
En plena pandemia, Armand empezó con GoodJob y, pese a que le costó, encontró trabajo en una gran tecnológica en la gestión de vulnerabilidades y riesgos digitales que aún hoy mantiene.