Anna Rovirosa tiene 34 años, trabaja como responsable de desarrollo de negocio en el Grupo Montaner y fue madre en plena pandemia, ahora hace dos años. Entonces, trabajaba en otra empresa desde hacía años, pero la maternidad y la pandemia acabaron de ayudarle a decidir dar un giro a su carrera laboral. "Ya no estaba a gusto con los valores de la empresa, que había crecido y empezaba a ver a los trabajadores como números. Los jefes, antes de que yo pidiera nada, dieron por hecho que pediría reducción de jornada y no me gustó cómo abordaron la situación", relata. Empezó, así pues, a buscar trabajo hasta que encontró uno nuevo el pasado mes de abril. En el nuevo trabajo, se encuentra mucho más feliz: le permiten conciliar y el trato es mucho más humano.
Durante aquel mes de abril, justo en el momento en que entraba en vigor la reforma laboral, como ella, 5.647 personas con contrato indefinido presentaron su baja voluntaria en su puesto de trabajo en toda España. Una cifra que no parece demasiado espectacular, pero que marcaba un récord desde enero de 2001, primer mes del cual tiene datos disponibles la Seguridad Social. Hasta entonces, las bajas voluntarias oscilaban entre las 1.000 y las 4.000 mensuales, pero después todavía se dispararon de manera progresiva, rompiendo récords cada mes hasta las 8.450 el mes de septiembre, muy por encima del doble que el mismo mes del año anterior (3.327). ¿La gran renuncia ha llegado a España? ¿Por qué?
Las cifras de movilidad laboral se disparan, lejos todavía del ritmo que llevó a dejar el trabajo a 47,8 millones de personas a los Estados Unidos, y con un año de retraso, ya que el año pasado no hubo un aumento significativo en España. Los 55.000 trabajadores con contrato indefinido que habían dejado su trabajo entre enero y septiembre de este año representan más del doble que durante el mismo tramo del pasado 2021.
Cansada de los cambios a su anterior empresa y de una rigidez que no encajaba con su forma de ver el trabajo, con más foco en la conciliación desde que fue madre y pasó la pandemia, Anna Rovirosa empezó a buscar trabajo "sin prisa". "Tenía que trabajar y no me podía permitir quedar en paro, pero quería hacerlo en una empresa que me motivara a hacer el cambio", explica Anna, a quién en ningún momento se le planteó el modelo híbrido de teletrabajo en su empresa anterior. "Al final, mucha gente se ha marchado de la empresa por el mismo motivo y ahora empiezan a apostar por el modelo híbrido. Se ha tenido que marchar la gente para que cambien el chip", lamenta.
Una alternativa menos drástica que la renuncia voluntaria a la hora de cambiar de trabajo es la excedencia, que te permite marcharte entre cuatro meses y cinco años y después recuperar el puesto de trabajo. En el caso del Gabriel, nombre ficticio para preservar su anonimato, con pocos meses de diferencia pedir una excedencia, primero, y se marchó de la otra empresa, posteriormente, hasta acabar a un tercer trabajo hoy día. Desde 2017, Gabriel, arquitecto de 31 años, trabajaba al departamento de infraestructuras de una importante multinacional. "Es una empresa un poco estática, cuesta evolucionar, quizás vuelvo, porque hay unas buenas condiciones y unos buenos horarios, pero me aburría y quería probar experiencias nuevas," explica.
Una semana después de dejarlo, encontró trabajo en otra gran multinacional de otro sector, también en infraestructuras. El sueldo era todavía más alto que en el anterior, pero las condiciones eran muy duras. "Jornadas maratonianas y unas formas de hablar y tratar a la gente que quizás eran aceptables en los años 90, pero no ahora", resume. "Si había que entregar algo en una fecha concreta, podías estar trabajando hasta la madrugada", añade.
Durante un breve periodo de baja, aprovechó para buscar otro trabajo y no tardó en encontrarla. "El sueldo es inferior, similar al del trabajo anterior, pero las condiciones de la empresa, que es pequeña, son brutales. Hay flexibilidad, a las cinco estoy en casa, voy a jugar a pádel con los compañeros de trabajo. En el trabajo anterior, había días que salía de madrugada, aquí eso es impensable. Podría haber tratado de buscar un trabajo donde me pagaran más, pero prefiero la flexibilidad y otras cosas. Busco cosas diferentes del sueldo. No me pagues más, hazme feliz", desarrolla este trabajador, aunque aclara que eso se aplica "siempre que se paguen unos mínimos".
El salario emocional
Las experiencias de Gabriel y Anna Rovirosa, para quienes el salario no ha sido una de las claves a la hora de escoger trabajo, encaja con la visión de expertos que hablan del "salario emocional" y de las perspectivas de las nuevas generaciones a la hora de encontrar trabajo.
"Hay un cierto efecto contagio de la gran renuncia de los Estados Unidos, aunque allí son mucho más propensos porque existen menos barreras de salida de las empresas, un sistema de protección mucho menor y un mercado más acostumbrado a la rotación", explica Javier Blasco, director de Adecco Group Institute.
Los sectores más afectados, señala, son aquellos donde "hay unos salarios más altos", mayor demanda y la gente se mueve buscando salarios más altos o bien, por otra parte, "en sectores precarizados" de donde la gente quiere salir. Así, la salud y el sector tecnológico, de un lado, y el retail y la hostelería, por el otro, concentran gran parte de esta rotación que no es tan fuerte en la industria.
Desde la Asociación Española de Directivos, Xavier Llenas, corporate relations, opina que "los jóvenes quieren tener un impacto positivo en la sociedad, piensan en la diversidad, en el cambio climático y otras situaciones" y eso también los condiciona a la hora de escoger un trabajo. "Estamos viviendo un momento en el cual las empresas huyen de hablar de recursos humanos, porque parecería que las personas son un recurso más. Y en este momento, lo que los trabajadores valoran para cambiar de trabajo es muy diferente de hace 20 años. Más allá del salario, la flexibilidad o sentirse realizado, los trabajadores quieren trabajos que se alineen con sus valores", añade, una valoración que coincide exactamente con los casos entrevistados, que cada vez dan más valor a la vida más allá del trabajo.