El pasado 24 de septiembre, las autoridades chinas anunciaban una serie de medidas de política monetaria (bajada de tipos y reducción del coeficiente bancario) y financieras para impulsar su economía y también sus bolsas, deprimidas en los últimos años frente al empuje de los mercados occidentales. Por ejemplo, el índice bursátil MSCI China arrastra tres años de caídas: -21,6% (2021), -21,8% (2022) y -11,04 (2023), cuando este último año el indicador mundial MSCI World registró un alza del 22%. En este 2024, el rebote vivido en la semana que cerraba septiembre ha permitido, por fin, que las bolsas chinas, vuelvan a terreno positivo, empujadas por el giro en la política económica e, incluso, por la voluntad de intervenir directamente con dinero público comprando acciones en el mercado bursátil.
Sin embargo, pese a la euforia de esos días que contagió a los valores de lujo europeos (subieron un 18%) y a metales industriales como el cobre, muchos analistas dudan de si estas medidas serán suficientes. Según explica Ignacio Dolz de Espejo, director de soluciones de inversión en Mutua, en la crisis de 2008 aprendimos que de poco sirve inflar la masa monetaria si no hay velocidad de circulación del dinero, y durante el COVID, EE. UU. demostró que la ayuda directa a las familias es más efectiva que a través de los bancos, aunque genera inflación. La situación requiere más intervención a nivel fiscal y financiero”.
La economía china crece menos y los precios están estancados, asemejándose demasiado a la situación de Japón en los años 90. Por eso se sigue esperando que el gobierno incremente el gasto público para apoyar tanto la inversión como el consumo. El 26 de septiembre se reunió el Politburó chino y apuntó a esta posibilidad de hacer una política fiscal más expansiva, aunque quedan por concretar las medidas. Los mercados especulan con que el gobierno chino lance un plan de unos 250.000 millones de euros (2 billones de yuanes).
La economía china crece menos y los precios están estancados, por eso se espera que el gobierno incremente el gasto público
Pero la piedra en el zapato de la economía china es el mercado inmobiliario cuya crisis aún anda lejos de resolverse. Desde la gestora de fondos Schroeders apuntan a que aún quedan al menos tres años de descensos en los precios, lo que no solo afecta al sector, sino también a las familias, los bancos prestamistas y abunda en la sensación de pérdida de riqueza de la población que opta por ahorrar en vez de gastar. La mala evolución de la demografía china es otro argumento en contra de una rápida solución a largo plazo del problema del exceso de vivienda ante la escasez de nacimientos.
Como explica Dolz de Espejo, el sector inmobiliario chino está altamente endeudado y se ha quedado deprimido tras la decisión que tomó hace años el gobierno de reducir los estímulos para frenar la especulación. Con una cantidad ingente de propiedades no vendidas en manos de los promotores y un exceso de oferta de viviendas, la crisis ha impactado en la confianza de los consumidores: el sector inmobiliario tiene un peso muy relevante en el crecimiento del PIB (llegó a ser del 30%) y al ser una losa sobre el ánimo de los ciudadanos del país, es clave que se reactive para conseguir que la demanda interna también lo haga.
En mayo, el gobierno anunció una batería de medidas: más de 40.000 millones de dólares en avales a las entidades locales y regionales para permitir enormes préstamos para financiar la compra de casas no vendidas. Además, el Banco de China permitió que sean los propios bancos los que decidan los tipos hipotecarios (antes había un mínimo) y redujo la entrada mínima para adquirir una vivienda mediante hipoteca del 20% al 15%. No fue suficiente. El paquete de estímulos anunciado a finales de septiembre incluye todo tipo de acciones y su tamaño es aún mayor. Busca dar un respiro a los promotores en apuros y ofrecer una salida a los bancos que están cada vez más expuestos al sector. Sin duda, situaciones que los españoles conocemos de cerca tras la crisis financiera e inmobiliaria gestada en 2008.
Bolsa: regulación y aranceles
Si la situación china es complicada con la caída del consumo y la crisis inmobiliaria que aleja el objetivo de crecimiento del 5% del PIB para este año, el gobierno chino ha sido también responsable del desprestigio de sus bolsas tras las restricciones regulatorias impuestas en 2020-2021. A partir de estos años se produjo una fuga de capitales de inversores extranjeros y también nacionales de sus mercados de acciones. Los dineros foráneos optaron por India como nuevo Eldorado de los mercados emergentes mundiales.
Compañías como Tencent y Alibaba han experimentado fuertes caídas en sus cotizaciones debido a la presión regulatoria interna y las restricciones geopolíticas. Ambas compañías tecnológicas cotizan a la mitad del valor alcanzado en febrero de 2021 cuando tocaron máximos. Pero sin duda la señal de alarma para muchos inversores fue que Xi Jinping, el máximo mandatario del gobierno chino, tomó personalmente la decisión en noviembre de 2020 de paralizar la salida a bolsa de Ant (fintech del grupo Alibaba), que esperaba recaudar 30.000 millones de euros, siendo la mayor salida a bolsa de la historia.
Ahora el gobierno chino quiere devolver la confianza a la renta variable con la introducción de un mecanismo de canje de 500.000 millones de yuanes (71.000 millones de dólares) para que los agentes y los fondos compren acciones que, junto con un recorte de 20 puntos básicos en los tipos de interés oficiales, ha inyectado una liquidez muy necesaria en el mercado. Además, se ha creado una línea de refinanciación de 300.000 millones de yuanes (42.200 millones de dólares) para que las empresas cotizadas puedan recomprar acciones, con el fin de aumentar la confianza de los inversores. Estas medidas, combinadas con la promesa de apoyo adicional por parte del gobierno, representan uno de los cambios políticos más completos que ha vivido el país en los últimos años. Pero los inversores esperan también un marco regulatorio más estable para sus empresas, lejos del excesivo intervencionismo desde Pekín.
Otro elemento que se levanta como una gran sorpresa para las empresas chinas es la evolución de los aranceles tanto en Europa como en Estados Unidos. Las elecciones presidenciales en EE. UU. del próximo 5 noviembre despejarán la incógnita. De momento, una victoria de Donald Trump, que prometió un arancel del 60% a los productos chinos, supondría otro revés decisivo para estos mercados asiáticos.