Existe una norma clásica para invertir según la edad. La conocida como regla del 100 explica que hay que restar a la edad 100 e invertir el porcentaje resultante en acciones y el resto en renta fija (bonos, obligaciones). Así, una persona de 30 años debería invertir en bolsa el 70% de su dinero y el 30% en renta fija, mientras que si tiene 65 años, lo mejor es colocar el 35% en acciones y el 65% en bonos. Esta regla del 100 o del 120 (recomendada a los más proclives a invertir en bolsa), fue claramente cuestionada en el año 2022 cuando bolsas y bonos cayeron con fuerza; es más, los bonos -en teoría defensivos y más conservadores- se comportaron peor que las acciones ese año.

Sin duda, el que optó por vender en 2022 asustado por las pérdidas tuvo un nefasto resultado, porque en 2023 se produjo el rebote de ambos activos líderes de la inversión. Aun así, el salto positivo pegado el pasado año fue insuficiente para recuperar lo perdido en 2022. El rebote, tras cualquier caída, debe producirse a una magnitud superior a la de la caída para recuperar el terreno perdido. Una caída del 20% no puede superarse simplemente con un repunte del 20% al año siguiente, por ejemplo. Las matemáticas no lo permiten. La caída del 20% reduciría una cartera de 100.000 dólares a 80.000 dólares. Sería necesaria una ganancia del 25% al año siguiente para que esa cartera volviera a su valor original de 100.000 dólares. Por ejemplo, tras la caída del 18% de las acciones estadounidenses de gran capitalización en 2022, fue necesaria una rentabilidad del 26% en 2023 para que los inversores volvieran a situarse justo por debajo del total al final de esos dos años volátiles.

El experto de la gestora de fondos mundial Schroders, Deb Boyden, hace hincapié en la dificultad añadida que las pérdidas generan a las personas de mayor edad ya que tienen un horizonte temporal más corto. Aunque vivan 20 o incluso 30 años más, los inversores de mayor edad no disponen del plazo de varias décadas que proporciona a los inversores más jóvenes tiempo de sobra para recuperar el terreno que sus ahorros podrían perder durante una grave caída del mercado.

El rebote, tras cualquier caída, debe producirse a una magnitud superior a la de la caída para recuperar el terreno perdido

Este experto explica varios riesgos para los inversores cercanos a la jubilación.  En primer lugar, el riesgo de pérdidas, especialmente en los primeros años de jubilación que pueden ser muy duras, sobre todo si los jubilados tienen que retirar mensualmente una cantidad fija de dinero, en lugar de un porcentaje de sus ahorros. Los reintegros fijos en medio de una caída importante del mercado pueden reducir sus ahorros totales hasta un grado que podría ser difícil de superar incluso cuando el mercado se recupere.

Además, la lección que nos enseñó 2022, cuando cayeron tanto las acciones como los bonos, es que depender únicamente de las dos principales clases de activos tradicionales puede no proporcionar una diversificación suficiente. Es posible que las clases de activos alternativos, como las materias primas, también deban formar parte del combo necesario para proporcionar una verdadera diversificación. Además, las reacciones instintivas pueden conducir a malas decisiones a largo plazo. Cualquiera que saliera a finales de 2022 y permaneciera en efectivo durante 2023 habría perdido la oportunidad de recuperar el terreno perdido.

Por último, una decisión equivocada puede ser la búsqueda de alternativas como las rentas vitalicias para evitar los vaivenes del mercado y recibir unos ingresos fijos mensuales. Por muy tentador que pueda resultar el flujo previsible de ingresos, una vez que alguien anualiza cualquier parte de sus ahorros, no tiene ninguna opción de alterar la estrategia que está utilizando para acceder a sus ahorros”, explica Deb Boyden.

Estrategias nuevas

La complejidad de los mercados y el aviso vivido en 2022 con bonos (peor año de su historia) y acciones soportando grandes pérdidas empuja a diversificar más, estar más pendiente del riesgo que se está asumiendo y hacer las modificaciones necesarias en las inversiones.

Desde Schoreders recomiendan - al menos al final de cada año- comprobar que las asignaciones en inversiones conservadoras y agresivas se ajustan a la edad, horizonte temporal y opinión actual sobre el riesgo que se está dispuesto a asumir. Al restablecer la asignación deseada entre las distintas clases de activos al final de cada trimestre o año, el ahorrador se asegura que la actividad del mercado no desajusta su cartera con respecto a tu tolerancia al riesgo. En segundo lugar, al reequilibrar la cartera, vendiendo algunos de los activos con mejor comportamiento para invertir más en inversiones que podrían haber tenido un periodo bajista a corto plazo, pone en práctica ese viejo tópico para tener éxito en la inversión: "Comprar barato, vender caro".

Hay que diversificar más, estar más pendiente del riesgo que se está asumiendo y hacer las modificaciones necesarias en las inversiones

Retirar un porcentaje anual de dinero para completar la jubilación puede reducir el riesgo. En lugar de sacar una cantidad fija de euros anuales para cubrir los gastos de manutención, por ejemplo, sería más interesante retirar un porcentaje del valor de la cartera. Los años malos se reduciría ese porcentaje y los buenos, de mayores ganancias, aumentar el porcentaje de desinversión.

Aunque un pago mensual fijo puede parecer atractivo, el inversor tendrá más flexibilidad si mantiene el control de todos o de una buena parte de tus ahorros para la jubilación. Una de las lecciones que se desprenden de 2022 es que una asignación no gestionada del 60/40 a acciones y bonos no funciona cuando las dos principales clases de activos se ven atrapadas en una corriente bajista. Una asignación dinámica que pudiera haberse movido a otras clases de activos o incluso a efectivo durante la caída podría haber ayudado a compensar su impacto.