Aterrizaje suave de las economías, control de la inflación y bajada de tipos por parte de los bancos centrales a partir del segundo semestre del año conforman el escenario que analistas y gestores presentan para 2024. Una expectativa que les hace recomendar los bonos por encima de las acciones en espera de descensos de las rentabilidades que empujen los precios de la renta fija. Pero este panorama idílico tiene un reto pendiente: ¿podrá Estados Unidos colocar los aproximadamente 9 billones de dólares que vencen en 2024? Una incógnita que preocupa, ya que supone casi un tercio de los 33 billones de dólares que conforman el conjunto de la deuda estadounidense ahora mismo. Unas estimaciones elaboradas por la firma de gestión de activos Apollo.
Los bonos estadounidenses han sido siempre un refugio mundial en los momentos de incertidumbre pero en 2024 pueden ser el problema. De hecho, dos agencias de calificación financiera –encargadas de examinar la solvencia- han apeado a los bonos de la primera economía mundial de la máxima calificación AAA. Únicamente, Moody´s mantiene este rating máximo, mientras Standard & Poor´s ya lo rebajo hace años y este mismo ejercicio Fitch rebajaba un escalón hasta AA+.
La incógnita se centra ahora en si este fuerte vencimiento de deuda cercano a los 9 billones de dólares podrá ser asumido sin problemas por los mercados. El director ejecutivo de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, ha señalado en declaraciones a Yahoo Finance que Estados Unidos es adicto a la deuda y coloca a la economía estadounidense en una posición peligrosa. “También es probable que la inflación en EE.UU. se mantenga elevada”, dijo Dimon, por los altos niveles de gasto gubernamental. La deuda total de Estados Unidos alcanzó un récord de 33 billones de dólares por primera vez este año, y se está acercando a los 34 billones de dólares. "Existe una mayor probabilidad de que las tasas suban, que la inflación no desaparezca y que todas estas cosas causen más problemas de algún tipo", explicó Dimon poniendo el contrapunto a las perspectivas más optimista que manejan ahora los analistas en sus presentaciones para el año que viene.
Las cifras de la deuda estadounidense se han disparado en los últimos años. En 2019 (antes de la pandemia) se situaba en 27 billones de dólares para ascender hasta los 33 de este ejercicio. Si se echa la vista más atrás, el crecimiento ha sido meteórico ya que al comienzo del nuevo milenio el volumen de deuda era tan sólo de 5,67 billones de dólares. Un endeudamiento que cada vez representa un mayor porcentaje del Producto Interior Bruto. La expectativa de cierre de este año es que alcance el 122% de la riqueza generada por el país en un año y que en 2024 se eleve hasta el 125% del PIB.
Aunque la pandemia ha servido de excusa para incrementar el gasto público junto con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los expertos aportan otros argumentos a este incremento disparatado de la deuda que se refleja en otros mucho países como es el caso de Italia, España o Francia, dentro de Europa. La fundación estadounidense Peter G. Peterson que publica en su web la evolución al minuto de la deuda en EEUU, apunta que los mayores déficits se produjeron históricamente por un mayor gasto en emergencias nacionales como grandes guerras o la Gran Depresión de 1929.
Hoy en día, “nuestros déficits son causados principalmente por factores estructurales predecibles: nuestra generación del baby boom que envejece, el aumento de los costos de atención médica y un sistema tributario que no genera suficiente dinero para pagar lo que el gobierno ha prometido a sus ciudadanos”, explican.
Tipos más altos
La consecuencia menos deseable de esta presión de la deuda en los mercados puede ser, de nuevo, una subida de los tipos de interés. El mecanismo que tendría el Tesoro estadounidense para atraer capitales, conscientes estos del apretado calendario de colocaciones de deuda. Tipos más altos que se trasladarían a los mercados secundarios con caídas en los precios de los bonos. El pasado mes de noviembre, sin embargo, ha sido idílico tanto para la renta fija como para las acciones por los buenos datos de inflación y las expectativas de rebajas de tipos que han permitido la caída de las rentabilidades de la deuda. El bono estadounidense a 10 años llegó a tocar el nivel del 5% el pasado mes de octubre y actualmente se mueve en el 4,25%.
Pero los expertos consultados no descartan una solución ya conocida si se producen fuertes tensiones en los mercados de deuda: la Reserva Federal podría adquirir los bonos públicos y evitar así tipos más altos. Los recientes episodios de guerra en Ucrania y la propia pandemia rompieron el tabú de los bancos centrales comprando su propia deuda. Algo, que en el caso de Europa, también se extendió a grandes empresas. De momento, solo faltaría que estos bancos centrales comprasen acciones en momentos delicados de la renta variable. Una práctica que, de momento, solo se le conoce al banco central de Japón.