La inversión en ETFs se está consolidando como una de las opciones de inversión preferidas en España. Según el bróker XTB, el número de inversores que se decide a colocar su dinero en este tipo de productos se ha triplicado desde el año 2020, hasta alcanzar el 15% del total de todos los fondos de inversión en España hasta agosto de 2023. En 2020, suponía un 5%, frente al 11% de 2021 y el 14% de 2022.

Los ETFs o fondos cotizados invierten en índices de Bolsa (también los hay de renta fija) o en sectores concretos (banca, tecnología, alimentación…) y replican el comportamiento de esos mercados o de esos grupos. Por ejemplo, si un inversor hubiera colocado su dinero en un ETF del IBEX 35 a comienzo de año obtendría una ganancia del 11%, sin preocuparse de si un valor en concreto lo ha hecho mejor o peor. En caso de haber acertado con un valor concreto del IBEX de los 22 que van subiendo en el año, solo 13 de los 35 han superado ese 11% de rentabilidad del índice. Lo mismo sería extrapolable a un sector concreto.

Además, como el fondo cotiza en la Bolsa como si fuese una acción, el inversor puede entrar y salir de él cuando guste y cuántas veces quiera. Por tanto, la liquidez a la hora de vender las participaciones en el ETF cotizado es inmediata.

Comisiones de los ETFs

Las comisiones de los ETFs constituyen su primera ventaja destacada, ya que son notablemente reducidas, explican desde el gestor de inversiones automatizadas InbestMe. Esto se debe a que no requieren gestores activos ni investigaciones costosas. Su funcionamiento se basa en la replicación del índice que representan, un proceso que puede realizarse de forma automática. La ausencia de gestión activa permite reducir drásticamente las comisiones de gestión, lo que en última instancia beneficia al inversor, quien obtiene prácticamente el 100% de la rentabilidad del índice replicado. Por consiguiente, los ETFs se destacan como una forma de inversión altamente eficiente, minimizando las pérdidas en forma de comisiones. Además, numerosos estudios indican que la gestión activa (realizada por expertos) no suele superar a la marcha de los índices.

Este enfoque plantea una cuestión importante para muchos inversores: ¿vale la pena pagar por un fondo de gestión activa que, aunque podría lograr una rentabilidad superior, en realidad proporciona menos beneficios al inversor debido a las comisiones elevadas que cobra? En contraste, en un ETF, casi la totalidad de las ganancias llega al bolsillo del inversor.

Otra ventaja relevante de los ETFs es su eficiencia y alta diversificación. Al replicar el índice al 100% (menos sus mínimos gastos), logran un rendimiento que la mayoría de los fondos de inversión activa no pueden igualar de manera consistente. La diversificación es asimismo un punto a su favor, ya que al invertir en un ETF se está efectivamente invirtiendo en todo el índice subyacente, lo que reduce el riesgo asociado con inversiones individuales, como hemos apuntado antes. Además, es posible maximizar esta diversificación al adquirir varios ETFs diferentes.

En términos de transparencia, los ETFs son altamente favorables, puesto que cotizan en tiempo real en el mercado y revelan de antemano los activos que contienen, dado que replican un índice específico. Además, están sometidos a una regulación estricta. Esto contrasta con los fondos de inversión, que, aunque también están regulados, no divulgan sus posiciones en cartera ni muestran sus precios en tiempo real, sino al finalizar la jornada.

Por último, la alta disponibilidad de los ETFs se destaca, ya que se pueden adquirir fácilmente a través de cualquier bróker. La diversidad de ETFs disponibles permite a los inversores diseñar estrategias de inversión que se ajusten a sus necesidades y preferencias y acceder de forma muy económica a cualquier mercado (Asia, Estados Unidos, emergentes…) o sectores que, a lo mejor, no están bien representados en la Bolsa española como podría ser la tecnología, la industria automovilística o la salud.

Riesgos

Desde BBVA también puntualizan los riesgos de este tipo de inversión. Lógicamente, el valor de los activos en los que invierten los ETFs puede fluctuar, y no existe una garantía de preservar el capital inicial invertido. Los rendimientos pasados no garantizan rendimientos futuros, por lo que los inversores pueden enfrentar pérdidas si el mercado evoluciona de manera desfavorable.

Los impuestos pueden afectar el rendimiento de los ETFs. Es importante comprender cómo los rendimientos de un ETF pueden estar sujetos a impuestos, ya que las regulaciones fiscales varían según el país y el tipo de inversión. En el caso de España, Hacienda considera los ETFs igual que las acciones y, por tanto, no permite realizar traspasos fiscales sin tributar. Para el resto de fondos de inversión sí se puede pasar el dinero de un fondo a otro sin pagar impuestos, aunque ese inversor tenga plusvalías en el fondo. En consecuencia, los ETFs cuando se venden deben pagar impuestos si se registran ganancias sin esa posibilidad de traspaso.

Otro riesgo genérico es el de la divisa si se trata de unos ETFs internacionales que generalmente cotizan en la moneda local del país en el que se negocian. Por lo tanto, las fluctuaciones en los tipos de cambio de las divisas pueden tener un impacto en el valor de la inversión. Los inversores que operan en ETFs extranjeros deben considerar este riesgo de cambio al evaluar su cartera. Al igual que ocurre con las acciones, los ETF son más o menos líquidos, es decir, cuesta más o menos tiempo comprarlos o venderlos en el mercado. Por eso, se recomienda invertir en aquellos que tengan muchos inversores y un patrimonio elevado.

Por último, los ETFs replican índices y lo hacen con distintas estrategias (comprando las acciones del índice, utilizando derivados financieros o una mezcla de ambas). Así, algunos replican mejor que otros la evolución del índice por el que se apuesta. Sin duda, molestarse en comprobar cómo ha ido la marcha del ETF con el índice a lo largo de varios años es una medida que el inversor debe tomar.