El acierto o el error en la inversión a la hora de comprar acciones se materializa en compañías concretas, pero elegir los mercados más rentables siempre ayuda a lograr el éxito. En los últimos años, se ha abierto una gran brecha entre las bolsas europeas y las estadounidenses en cuanto a la ganancia conseguida por el accionista que también se aprecia en el valor conjunto del mercado. Además, la tendencia a la concentración de la inversión en cada vez menos valores alimenta esta tendencia. Los datos son contundentes. El índice estadounidense S&P 500 (reúne las 500 compañías cotizadas más valiosas) ha subido en los últimos cinco años el 90,99%, frente a una ganancia del 24% en el caso del Stoxx Europe 600. Si nos vamos a este mismo año, el selectivo estadounidense lleva acumulada una rentabilidad del 26% frente al 5,53% del Stoxx 600.

Como consecuencia de ello, aunque no es la única, Wall Street se hace cada vez más gran frente a los mercados europeos. Las acciones de Estados Unidos suman un valor conjunto de 47,75 billones de euros, mientras que las europeas ofrecen una capitalización total de 13,30 billones de euros.

Los analistas llevan repitiendo más de un año el mantra de que las acciones de Estados Unidos están muy caras, frente a las oportunidades que suponen las europeas por su mejor valoración, pero el dinero insiste tozudo en invertir al otro lado del Atlántico.

Clement Inbona, gestor de fondos de La Financière de l’Échiquier (LFDE), considera que la renta variable estadounidense está cara desde el punto de vista de la valoración, tanto en relación con su propio historial como con el resto del mundo y otras clases de activos. Varias cifras hablan por sí solas. La brecha de valoración entre la renta variable estadounidense y la europea nunca había sido tan grande. “En la actualidad, atendiendo al famoso PER (número de veces que el precio contiene el beneficio por acción), la renta variable europea cotiza con un descuento cercano al 40%. Y si corregimos los sesgos sectoriales de los índices, encontramos un descuento de más del 30 %”, explica. Y añade: “un inversor está dispuesto a pagar las acciones estadounidenses a 22,5 dólares por 1 dólar de beneficios durante el próximo año, mientras que una empresa cotizada a este lado del Atlántico le costaría una media de solo 13,5 dólares. Utilizando 7 ratios de valoración diferentes, podemos apreciar que la valoración del S&P 500 únicamente ha sido superior de media un 6% de las veces desde 1976”, concluye.

En un reciente artículo, el gestor de Renta 4 Alpha, Alberto Espelosín, apuntaba a una diferencia de PER de ocho puntos a favor de la bolsa estadounidense, lo que supone un máximo en 20 años y nos devuelve a los tiempos de la burbuja puntocom del inicio del siglo.  Una diferencia que, en su opinión, tiene que ver con la preminencia de los Siete Magníficos en Wall Street (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y Tesla) debido a los mejores márgenes empresariales y mayor crecimiento: antes de la llegada de estos valores el diferencial de PER con Europa era solo de dos puntos a favor de los mercados de acciones estadounidenses.

Fragmentación

Javier Hombría, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) apunta a las causas de por qué en Estados Unidos se crean grandes emporios empresariales que atraen mucho dinero del inversor frente a Europa. Este experto considera, en primer lugar, la fragmentación del mercado interno europeo que limita el crecimiento empresarial. Aunque la Unión Europea tiene una población mayor que la de Estados Unidos, está dividida en 27 países con diferentes idiomas, normativas y culturas. Esto contrasta con el mercado estadounidense, cohesionado por un idioma común, un marco regulatorio uniforme y una cultura de consumo más homogénea, lo que facilita la expansión nacional. Además, el consumo per cápita en Europa es menor, lo que reduce las oportunidades para empresas de sectores como el tecnológico o el de consumo masivo. Otro factor clave es el desarrollo del mercado de capitales. Estados Unidos dispone de mercados financieros mucho más robustos, como NYSE y NASDAQ, que permiten a las empresas recaudar grandes cantidades de financiación.

Por otro lado, el acceso al capital en Europa es más limitado debido a una menor integración financiera y a trabas regulatorias, según indica el profesor del IEB. Asimismo, el ecosistema de venture capital y private equity en Estados Unidos está mucho más desarrollado, lo que impulsa el rápido crecimiento de startups y líderes empresariales. Por último, la capacidad de generar y atraer talento también diferencia a ambos continentes. Estados Unidos cuenta con universidades de prestigio mundial como Harvard, MIT y Stanford, que no solo forman a los mejores profesionales, sino que también atraen a talento global. En cambio, Europa enfrenta desafíos para retener a sus graduados más destacados, muchos de los cuales emigran a Estados Unidos buscando mejores oportunidades. “Aunque Europa está dando pasos hacia la integración y la promoción de talento, como con la Unión de Mercados de Capitales, todavía queda mucho por avanzar para alcanzar el nivel de dinamismo empresarial de Estados Unidos”, explica Javier Hombría.

Composición sectorial

Además, las bolsas estadounidenses están dominadas por empresas tecnológicas como los mencionados Siete Magníficos. Estas compañías han liderado el crecimiento en los últimos años, especialmente con el auge de la inteligencia artificial y la digitalización. Por el contrario, las bolsas europeas tienen un mayor peso en sectores tradicionales como finanzas, energía, industria, bienes de consumo y servicios públicos, que generalmente tienen un menor crecimiento y no se han beneficiado tanto de tendencias tecnológicas globales.

Otra razón es que la economía estadounidense ha mostrado mayor resiliencia frente a crisis recientes. Además, cuenta con políticas fiscales y monetarias más flexibles que han favorecido el crecimiento empresarial. Europa se ha enfrentado una serie de desafíos, como las tensiones energéticas derivadas de la guerra en Ucrania, un crecimiento económico más lento y una mayor dependencia de factores externos como el gas ruso o la demanda china.

Por último, la Reserva Federal (Fed) ha manejado la inflación con políticas agresivas, lo que ha fortalecido el dólar y generado confianza en los activos estadounidenses, mientras que el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que equilibrar la lucha contra la inflación con el soporte a economías más frágiles dentro de la zona euro, generando incertidumbre.