La gestión pasiva está creciendo con fuerza entre los inversores españoles en fondos. En este año, según datos de Inverco, los fondos índice o indexados han sido la segunda categoría que más ha aumentado su patrimonio, después de los fondos monetarios. Han crecido el 18% y acumulan 6.707 millones de euros, 1.049 millones de euros más que al comienzo del ejercicio. Sin embargo, no existen datos de volumen de los fondos cotizados (ETFs) con el que comparten un objetivo común de replicar la marcha de los índices de forma pasiva y sin la intervención de gestores para mover el patrimonio, por lo que el indicador es siempre su cartera.

El crecimiento de la gestión pasiva se basa en que superar la rentabilidad de los índices por parte de los gestores (comprando y vendiendo acciones) es muy difícil. Los estudios apuntan a que solo el 5% lo consigue y el 95% restante lo hace peor. Como anécdota, uno de los inversores mundiales más brillantes, el estadounidense Warren Buffett, recomendaba a sus herederos poner un 10% del dinero en bonos gubernamentales a corto plazo y el 90% en un fondo índice del S&P500 de bajo coste. “Creo que los resultados del testamento a largo plazo serán superiores a los que obtienen la mayoría de los inversores, ya sean fondos de pensiones, inversores institucionales o individuos, que contratan gestores cobrando altas comisiones”, explicaba en una carta.

Para replicar la marcha de los índices, el inversor se encuentra con un dilema: elegir fondos indexados u optar por fondos cotizados ETFs. Aunque el objetivo es el mismo, las diferencias son muchas.

Diferencias

Una de las primeras diferencias entre los fondos indexados y los ETFs es su operativa, es decir, cómo se compran y venden en el mercado. Los ETFs funcionan de una manera similar a las acciones. Se pueden comprar y vender durante el horario de mercado, lo que significa que el inversor puede ajustar su posición de manera instantánea. Si un inversor quiere comprar un ETF a las 10 de la mañana y venderlo a las 3 de la tarde del mismo día, puede hacerlo sin problemas, siempre que el mercado esté abierto. Este aspecto convierte a los ETFs en productos sumamente líquidos y ágiles, una característica apreciada por los inversores más activos que desean aprovechar las fluctuaciones diarias del mercado.

En cambio, los fondos indexados tienen una operativa más tradicional y menos dinámica. Estos fondos no se negocian en bolsa y, por tanto, su compra o venta no es inmediata. La operativa de un fondo indexado se limita a una sola vez al día, y el precio de compra o venta de las participaciones se fija al cierre del mercado, cuando se calcula el valor liquidativo de cada participación. Esto puede ser una desventaja para aquellos inversores que buscan rapidez en sus operaciones, pero no suele ser un problema para quienes adoptan una estrategia a largo plazo y no requieren acceso inmediato a sus activos.

A pesar de esta diferencia en la agilidad de compra y venta, ambos productos ofrecen alta liquidez en general, ya que el inversor puede acceder a su dinero sin problemas. Sin embargo, la rapidez y flexibilidad de los ETFs no tiene comparación con la de los fondos indexados.

Los ETFs tienen que estar casi totalmente invertidos en los activos que componen el índice que buscan replicar. Esto mejora la correlación con el índice de referencia y permite que los ETFs sigan con precisión el rendimiento del mercado. No significa que los ETFs estén siempre invertidos al 100%, ya que, a menudo, los ETFs mantienen un pequeño porcentaje en efectivo o en equivalentes de efectivo para cubrir gastos operativos o para gestionar la entrada y salida de dinero de los inversores, explican Xavier Prada e Ismael de la Cruz, expertos financieros en gestión pasiva.

Por otro lado, los fondos indexados tienen la obligación legal de mantener una parte de sus activos en liquidez para poder hacer frente a las solicitudes de reembolso de los inversores. Esto significa que, aunque el fondo intente replicar un índice, siempre habrá una pequeña parte de sus activos que no esté invertida en el mercado, lo que puede hacer que la replicación del índice sea ligeramente menos precisa en comparación con los ETFs.

Comisiones

Las comisiones son otro factor crucial a la hora de elegir entre un ETF y un fondo indexado. Los costos asociados con la inversión pueden disminuir las ganancias a lo largo del tiempo, por lo que es importante comprender cómo se aplican las comisiones en ambos casos. Los ETFs, en general, tienden a cobrar comisiones de gestión más bajas que los fondos indexados. Esto se debe a que los ETFs suelen tener una estructura más eficiente y están diseñados para seguir un índice de manera pasiva, lo que requiere menos intervención por parte del gestor. Las comisiones de gestión de los ETFs suelen oscilar entre el 0,03% y el 0,75% anual del patrimonio del inversor, dependiendo del índice que sigan y del gestor del fondo.

Los indexados suelen tener comisiones de gestión ligeramente más altas, que pueden variar entre el 0,10% y el 1,00%. Aunque estas comisiones son significativamente más bajas que las de los fondos de gestión activa, siguen siendo más elevadas que las de los ETFs. Además, algunos fondos indexados pueden cobrar comisiones adicionales, como las de suscripción y reembolso, aunque estas no son muy comunes.

No obstante, hay que tener en cuenta que los ETFs, al negociarse en bolsa, implican costos adicionales. Cada vez que se compra o vende un ETF, se deben pagar comisiones de corretaje, lo que puede aumentar los costos de inversión, especialmente para los inversores que operan con frecuencia. Además, los ETFs también tienen lo que se conoce como "spread de compra/venta", que es la diferencia entre el precio al que se puede comprar el ETF y el precio al que se puede vender. Este spread puede afectar el rendimiento total del inversor.

Distintos impuestos

Los ETFs tienen un tratamiento fiscal similar al de las acciones. Esto significa que cada vez que se vende un ETF con ganancias, el inversor debe pagar impuestos sobre las plusvalías generadas. Por lo tanto, si un inversor compra y vende ETFs con frecuencia, tendrá que tributar por cada ganancia obtenida, lo que puede reducir el rendimiento total de su inversión.

Por otro lado, los fondos indexados -según explican Xabier Prada e Ismael de la Cruz- disfrutan de una ventaja fiscal significativa. Mientras el inversor mantenga su dinero dentro de un fondo de inversión y realice traspasos entre fondos, no tendrá que pagar impuestos sobre las plusvalías hasta que decida retirar su dinero definitivamente. Esto ofrece una ventaja importante a largo plazo, ya que permite que las ganancias se reinviertan sin estar sujetas a impuestos, lo que maximiza el crecimiento del capital.

La decisión entre un ETF y un fondo indexado dependerá, según los expertos mencionados, de las necesidades y objetivos específicos de cada inversor. Los ETFs suelen ser más eficientes en costos para aquellos que buscan minimizar las comisiones de gestión y tienen la flexibilidad de pagar comisiones de corretaje. Sin embargo, los fondos indexados son más atractivos para los inversores a largo plazo que realizan aportaciones regulares y desean aprovechar las ventajas fiscales de los traspasos.