Este 2025 nace con la incertidumbre de las políticas que finalmente aplique el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que toma posesión de su cargo el próximo 20 de enero. Estas políticas condicionarán, finalmente, la marcha de las bolsas, los bonos, las criptomonedas y también las divisas y, en cierta medida, ya han tenido su reflejo en el comportamiento de los mercados tras la victoria electoral del pasado 5 de noviembre. Sus decisiones en materia de inmigración, aranceles, gasto público y apoyo al universo cripto marcarán el devenir de los mercados financieros.

Los analistas condicionan la marcha de los distintos productos de inversión a cómo y en qué intensidad se apliquen estas promesas electorales.

Uno de los activos que parte como favorito para 2025 es el bitcoin y el resto de las criptomonedas, en especial ether. Trump ha respaldado el universo cripto prometiendo incluir el bitcoin en las reservas del país. A ello, se suma el interés de muchas grandes compañías por tener parte de su liquidez en estos activos y la proliferación de fondos de inversión al contado dedicados a este producto. Sin duda, han sido la estrella de 2024. El bitcoin comenzó el año en los 42.000 dólares y ahora se mueve por encima de los 96.000 dólares, aunque a lo largo de diciembre llegó a tocar un máximo histórico en los 108.000 dólares.

Las bolsas estadounidenses mantienen las mejores expectativas de subida para 2025. Este año las ganancias de los índices S&P 500 así como el tecnológico Nasdaq han superado ampliamente el 20% y, pese a ello, se erigen como las ganadoras para el próximo año. A favor de Wall Street, el anuncio de Trump de rebajas de impuestos a las compañías y el fuerte crecimiento de la economía estadounidense por encima del 2%, frente a una Europa que crecerá como mucho el 1%. El único problema es que, como indican los analistas, las bolsas de Estados Unidos se encuentran históricamente caras con una relación de precios sobre beneficios (PER) de 22 veces, es decir, el inversor está dispuesto a pagar 22 dólares por cada euro de beneficio por acción. Pero esta mayor carestía estará compensada por un mayor crecimiento de los beneficios empresariales frente a otros mercados como el europeo. Los expertos estiman que las ganancias crezcan de media el 14%, mientras que en Europa lo harán en torno al 6%, lo que permite a Wall Street mantener y aumentar su elevada valoración.

La inteligencia artificial (IA) sigue siendo una temática atractiva a la hora de invertir en acciones. La IA está transformando industrias enteras, desde la atención sanitaria hasta las finanzas. Empresas que lideran el desarrollo de herramientas de IA, aprendizaje automático y automatización tienen un gran potencial de crecimiento. Acciones de empresas como Nvidia, Alphabet y empresas emergentes en el ámbito de la IA podrían ser oportunidades clave para 2025.

En Asia, los mercados emergentes como India y Vietnam están ganando atractivo debido a sus altas tasas de crecimiento económico, poblaciones jóvenes y rápida urbanización. China también sigue siendo un jugador clave, aunque su desempeño estará condicionado por las políticas regulatorias, la decisión arancelaria de Trump y la dinámica de su sector inmobiliario.

América Latina podría ofrecer oportunidades interesantes, especialmente en países ricos en recursos naturales como Brasil y Chile, que podrían beneficiarse del aumento en la demanda de materias primas. Además, las reformas estructurales en algunos países podrían atraer capital extranjero.

Otro de los activos estrella que apuntan los analistas para el nuevo año son los fondos cotizados (ETF) especializados en sectores como energías limpias, tecnología espacial y movilidad eléctrica, que han mostrado un crecimiento constante. Estos productos permiten diversificar riesgos mientras se capitalizan tendencias específicas de mercado. En 2025, los ETF que combinen tecnología y sostenibilidad podrían liderar el mercado.

El oro también aparece en la lista de recomendaciones para el próximo año, ya que seguirán siendo refugio seguro en un contexto de incertidumbre económica y, sobre todo, geopolítica. El precioso metal ha subido en el año un 26% hasta los 2.600 dólares en los que se mueve actualmente. Pese a la fuerte revalorización, la tendencia sigue al alza porque muchas economías, sobre todo asiáticas, continúan realizando importantes compras para diversificar sus reservas. Los mercados emergentes han estado comprando 1.500 toneladas más de oro cada año de la que compraban antes de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El Banco Popular de China aún mantiene tan solo el 5% de sus reservas en oro, frente al 60% del BCE y el 73% de la Reserva Federal. Esto se extiende a los metales que se utilizan en la transición ecológica, como el cobre, el litio y el níquel.

Inversiones más tranquilas

Para los inversores que no quieran asumir los elevados riesgos de las criptodivisas, las bolsas o las materias primas, el mercado ofrecerá varias caras. Las caídas de tipos de interés por parte de los bancos centrales continuarán a lo largo de 2025, pero serán mucho más pronunciadas en Europa que en Estados Unidos. Por tanto, el inversor conservador verá cómo sus productos seguros como las letras del Tesoro, los bonos públicos o los depósitos bancarios irán perdiendo mes a mes rentabilidad y deberán conformarse con niveles de entre el 2% y el 3% como mucho.

La situación será distinta en Estados Unidos, con solo dos bajadas del precio del dinero para 2025 frente a las tres realizadas en 2024 y que llevaron la tasa al 4,25%. Esto supone, junto a los temores inflacionistas, que en Estados Unidos habrá niveles más altos que en Europa y no se descarta que los bonos a 10 años alcancen niveles del 5%. Apostar con esos tipos con un dólar fortaleciéndose podría ser una gran oportunidad para 2025.