En 2023, China se unió al grupo de países donde las muertes superan a los nacimientos, subrayando una tendencia alarmante: el declive poblacional global. Este fenómeno, que va más allá de las fronteras chinas, podría cambiar de manera profunda la economía mundial, afectando diversos sectores, desde el mercado laboral hasta los sistemas de pensiones. La situación está generando preocupaciones en torno al crecimiento económico, la estabilidad financiera y las políticas sociales, y podría generar efectos de gran alcance en las próximas décadas, según el estudio elaborado por Jared Franz, economista de Capital Group.
Según las estimaciones de Naciones Unidas, la población mundial alcanzará su máximo en 2086. Sin embargo, algunos expertos consideran que esta proyección es demasiado optimista, señalando que el pico de crecimiento podría llegar hacia 2050. En regiones tradicionalmente caracterizadas por altas tasas de natalidad, como África y América Latina, se observa una disminución hacia la tasa de reemplazo de 2,1 hijos por mujer, lo que refuerza la posibilidad de un declive demográfico adelantado.
Uno de los principales efectos del envejecimiento de la población es la transformación en los patrones de inversión. Según datos del US Census Bureau, la proporción de personas mayores de 65 años se duplicará entre 2000 y 2030, aumentando del 7% al 12% de la población mundial. Los países que antes tenían una fuerza laboral en crecimiento ahora enfrentan una disminución de sus jóvenes, mientras que sus ciudadanos mayores requieren cada vez más servicios de salud y pensiones.
A medida que las personas envejecen, su apetito por el riesgo cambia drásticamente. Los jóvenes tienden a invertir en acciones, fondos de inversión y otros instrumentos de renta variable que pueden generar altos rendimientos a largo plazo. En cambio, las personas mayores prefieren proteger su patrimonio y optan por activos más seguros y de menor volatilidad, como los bonos gubernamentales y corporativos, o los depósitos a plazo fijo. Este cambio en las preferencias de inversión tiene implicaciones directas en la oferta y demanda de los distintos tipos de activos, lo que provoca fluctuaciones en los precios y rendimientos de los mercados financieros.
Conforme la población envejece y se inclina más hacia la inversión en activos de bajo riesgo, la demanda de bonos se incrementa. Este aumento en la demanda de activos seguros suele empujar al alza los precios de los bonos, lo que a su vez reduce sus rendimientos. A nivel global, se ha observado que en las últimas décadas los rendimientos de los bonos han ido disminuyendo de manera sostenida, impulsados en parte por esta dinámica demográfica, según recoge el asesor financiero José Suárez-Lledó en un artículo.
Además, los gobiernos, especialmente en países desarrollados, se enfrentan a la necesidad de emitir más deuda pública para financiar los crecientes gastos en pensiones y atención médica. Esto podría generar un incremento en la oferta de bonos, lo que, dependiendo de la demanda, podría equilibrar o incluso revertir la tendencia a la baja de los rendimientos en el futuro.
El envejecimiento masivo de los baby boomers ha creado un aumento en el ahorro, que presionó los tipos de interés a la baja, pero conforme estas personas entren en la jubilación, el tamaño del ahorro total disminuirá. Este cambio empujará los tipos de interés reales al alza, ya que los gobiernos tendrán que competir por una cantidad de capital disponible más reducida para financiar sus déficits.
Según un informe de Barclays Bank, el tipo de interés real de equilibrio ha caído cerca de dos puntos porcentuales en las últimas tres décadas debido al envejecimiento demográfico. Se estima que entre 2025 y 2035, conforme la población global jubilada crezca, este tipo de interés podría aumentar rápidamente, volviendo a niveles históricos de entre 2,5% y 3,0%. Este cambio impactará no solo en el mercado de bonos, sino también en otros activos financieros que dependen del costo del capital.
Bolsa y sectores
El impacto del envejecimiento poblacional también se manifiesta en los mercados bursátiles. Los inversores jóvenes, que tienen un horizonte de inversión a largo plazo, suelen mostrar una mayor tolerancia al riesgo y asignan una parte significativa de su capital a la renta variable, que ofrece un mayor potencial de rendimiento. Sin embargo, a medida que los inversores envejecen y se acercan a la jubilación, tienden a reducir su exposición a activos de riesgo, como las acciones, en favor de activos más seguros.
Este cambio en la composición de las carteras de inversión tiene un efecto directo sobre los mercados de renta variable. La disminución en la demanda de acciones podría reducir los precios de estos activos, lo que afectaría las cotizaciones en las bolsas y la rentabilidad de las empresas que dependen del crecimiento global. En este contexto, las primas de riesgo exigidas por los inversores para mantener posiciones en acciones también podrían aumentar, lo que haría que las empresas tuvieran que ofrecer mayores dividendos o beneficios futuros para atraer inversores.
En países como Japón, que ya han experimentado un declive poblacional prolongado, este fenómeno es especialmente evidente. Las empresas japonesas han visto una disminución en la demanda interna, lo que ha obligado a muchas de ellas a buscar oportunidades de crecimiento fuera del país, en regiones con poblaciones más jóvenes y dinámicas, como Asia y América Latina.
A medida que la población envejece, los patrones de consumo también experimentan cambios. Las personas mayores tienden a reducir su gasto en bienes duraderos, como automóviles y viviendas, y aumentan su gasto en servicios de salud y cuidado personal. Esto crea un impacto diferencial en distintos sectores de la economía, que a su vez afecta los flujos de inversión hacia esos sectores.
El sector inmobiliario, por ejemplo, podría experimentar una desaceleración en la demanda de viviendas grandes o familiares, mientras que las viviendas más pequeñas y accesibles, como los apartamentos o las residencias asistidas, verían un aumento de las compras. Empresas como Lennar, una de las constructoras más grandes de Estados Unidos, ya están respondiendo a esta tendencia al ofrecer incentivos como recortes iniciales en las tasas de interés hipotecario para impulsar las ventas, a fin de ajustar su oferta a la demanda cambiante.
Los sectores relacionados con la salud y el cuidado personal, por otro lado, están viendo un crecimiento significativo. A medida que la población envejece, la demanda de atención médica, cuidados a largo plazo y tecnologías de envejecimiento está aumentando rápidamente. Este cambio está llevando a los inversores a reevaluar sus estrategias, favoreciendo a empresas en estos sectores. Firmas como CVS Health, que han implementado clínicas sin cita previa y programas para reducir los precios de los medicamentos, son ejemplos de cómo la industria de la salud está respondiendo a este cambio demográfico, según recoge el experto de Capital Group en su informe.
Uno de los mayores desafíos que enfrenta el envejecimiento poblacional es la sostenibilidad de los fondos de pensiones. Estos fondos dependen de las contribuciones de los trabajadores activos para financiar las pensiones de los jubilados. A medida que la población envejece y la proporción de trabajadores en activo disminuye, los sistemas de pensiones, tanto públicos como privados, se enfrentan a crecientes dificultades para cumplir con sus obligaciones.
Este escenario podría llevar a una reestructuración de los sistemas de pensiones en muchos países. En lugar de depender exclusivamente de las contribuciones de los trabajadores, los gobiernos y las empresas podrían verse obligados a fomentar una mayor participación en soluciones privadas de inversión a largo plazo. Los fondos de pensiones privados, que ofrecen una mayor flexibilidad y rentabilidad potencial, podrían convertirse en una herramienta clave para complementar las pensiones públicas.
Además, la reducción en las tasas de ahorro entre la población mayor también podría disminuir la cantidad de capital disponible para la inversión. Esto, a su vez, podría incrementar las tasas de interés y reducir la inversión en sectores productivos, afectando el crecimiento económico a largo plazo. Algunos países están tratando de mitigar este efecto fomentando la inmigración y la participación en el mercado laboral de personas de mayor edad, aunque estas medidas no siempre son suficientes para compensar la magnitud del problema.
El ejemplo japonés
Japón es el país más estudiado en términos de declive poblacional. Desde que registró su primera caída significativa en 2008, el país ha experimentado un "efecto bola de nieve" donde la baja natalidad y el envejecimiento de la población se retroalimentan, creando un círculo vicioso. A pesar de las políticas implementadas para fomentar la natalidad y mejorar la productividad, como las tasas de interés negativas y los incentivos financieros, Japón no ha logrado revertir esta tendencia.
China, que apenas comienza a experimentar un declive poblacional, enfrenta retos únicos. Aunque el país ha eliminado su política de un solo hijo y ha ofrecido incentivos para aumentar la tasa de natalidad, los resultados han sido limitados. A medida que China avanza en este proceso de envejecimiento, las implicaciones para sus socios comerciales, como Australia y el Sudeste Asiático, podrían ser profundas, ya que una desaceleración económica en China impactaría en la demanda global.
A pesar de los desafíos asociados con la disminución poblacional, la innovación tecnológica ofrece una posible solución. La inteligencia artificial (IA) se está posicionando como una herramienta clave para mitigar los efectos negativos del envejecimiento poblacional, especialmente en el sector de la salud. La IA y otros avances tecnológicos también podrían mejorar la productividad en otras áreas, contrarrestando parcialmente el impacto de la disminución de la fuerza laboral. Parece que la innovación será clave para mantener el crecimiento económico en un contexto de declive demográfico.