Las crisis de las últimas décadas han puesto al oro de moda, aunque le ha llevado su tiempo reaccionar. Esta materia prima ha logrado subir en el año 522,40 dólares, hasta los 2.625 dólares la onza, lo que supone una revalorización del 25% y del 1,4% en solo un día. La crisis financiera de 2008 dio lugar a unas políticas de relajación monetaria y cuantitativa (QE) sin precedentes por parte de los bancos centrales, que llevaron los rendimientos reales (tipos nominales menos inflación) a terreno negativo.
Además, “el aumento de la incertidumbre económica y los temores inflacionistas tras la crisis reforzaron aún más el papel del oro como activo refugio, amplificando su sensibilidad a las variaciones de los rendimientos reales. La represión financiera durante la década de 2010, caracterizada por tipos de interés más bajos y una mayor oferta monetaria, contribuyó aún más a esta tendencia, convirtiendo al oro en un componente esencial de las carteras de inversión diversificadas”, explica Oliver Taylor, gestor de fondos multiactivos de la gestora Schroders.
También la invasión rusa de Ucrania supuso otro acicate a favor del oro. Las sanciones impuestas a los activos rusos por parte del gobierno estadounidense también empujaron a muchas otras economías a ver el riesgo de mantener reservas en dólares estadounidenses. Esto aceleró la compra de oro por parte de los bancos centrales. “Aunque es muy difícil atribuir la evolución del oro a un factor concreto (es decir, a las compras de oro de los bancos centrales), muchos inversores señalan el aumento del ritmo de las compras de los bancos centrales como una de las principales causas que favoreció la brecha entre el oro y los rendimientos reales”, explica Joven Lee, estratega multiactivos de la gestora.
"El aumento de la incertidumbre económica y los temores inflacionistas reforzaron aún más el papel del oro como activo refugio"
Pero otro factor clave ha sido la facilidad para invertir en oro a través de los fondos cotizados (ETF) y derivados financieros. El uso generalizado a partir de 2004 de fondos cotizados en bolsa de oro y el aumento de los volúmenes de negociación en los mercados de futuros han reforzado el comportamiento del oro en el mercado para reflejar el coste de oportunidad de otros activos. “El oro dejó de ser un instrumento físico (joyas, por ejemplo) y un depósito de riqueza para los bancos centrales y las grandes fortunas, para convertirse en un activo de inversión especulativo”, explican los expertos.
Por su parte, Charlotte Peuron, gestora de fondos de renta variable de Crédit Mutuel Asset Management, considera que el “aumento del precio del oro hasta los niveles actuales ha sido impulsado por los inversores occidentales, a través de las compras de ETF de oro, y por el entorno financiero más favorable para este metal”. Y añade: “Dada la tendencia a la baja del dólar (frente a otras divisas) y de los tipos de interés reales estadounidenses, esperamos que la tendencia del oro continúe”, concluye.
Para esta experta el rally del oro comenzó en 2022 y lo atribuye a tres factores clave: la demanda sostenida de joyas; la inversión en oro físico (monedas y lingotes) por parte de inversores asiáticos, y las compras masivas por parte de los bancos centrales de los países emergentes, y de China en particular, que desean diversificar sus reservas de divisas y reducir así su exposición al dólar estadounidense. “Aunque China, tras 17 meses consecutivos de compras, parece tomarse un respiro, creemos que las compras de los bancos centrales seguirán siendo un factor de apoyo, ya que sus reservas de oro siguen representando sólo entre el 4% y el 5% de sus reservas de divisas”, explica Peuron.
La tendencia alcista del oro
Los expertos de Schroders encuentran catalizadores para que se mantenga aún el empuje del oro. Con los recortes de tipos de interés, los rendimientos reales (descontada la inflación) deberían caer y el atractivo relativo del oro hará que la demanda vuelva a repuntar. China también juega un papel destacado y, en concreto, las compras de oro de su población: “el cambio hacia la compra de oro por parte de los hogares chinos coincide con el final del mercado alcista inmobiliario y ha hecho que el oro pase de ser el activo de inversión menos preferido de los hogares chinos a ser el más preferido”, explican.
Los riesgos geopolíticos también son vientos a favor del metal amarillo. Los inversores tienden a buscar activos percibidos como refugio para cubrirse de los riesgos geopolíticos: la guerra entre Rusia y Ucrania y las tensiones en Oriente Medio no son excepciones. Sin embargo, parece estar surgiendo una preferencia por el oro frente al dólar. En este sentido, muchas economías pueden haber reducido su fe en la solvencia a largo plazo de la moneda de reserva, lo que los lleva a buscar oro como diversificador estructural. “En el clima económico actual, se podría argumentar que el gobierno de EE.UU. tiene un enorme déficit y la preocupación por una política fiscal más expansiva cuando ya tiene importantes ratios de deuda en relación con el PIB, podría empeorar las cosas. Una economía emergente que históricamente ha dependido del dólar podría buscar alternativas”, concluyen.
Otros expertos añaden también factores psicológicos que rondan por el mercado financiero. “El metal dorado cotiza sobre los 2.500 dólares la onza, cerca de máximos históricos tras haberse revalorizado en los últimos 5 años más de un 60%. Este recorrido lo ha realizado al calor de una inflación galopante que ha puesto en jaque a Europa y Estados Unidos, pero también por los conflictos bélicos abiertos entre Ucrania y Rusia y en Oriente Medio, asegura el CEO y fundador de Nextep Finance, Víctor Alvargonzález. “Basta con crear la sensación de que hay una guerra o una burbuja para que el mercado actúe en consecuencia, ya que cuando se juega con fuego, hay muchas probabilidades de que arda todo”, concluye. Sin embargo, el experto advierte de que hay que tener cuidado de no caer en “trampas especulativas”, ya que, igual que sube, el oro puede caer y, puestos a comprar, es mejor hacerlo cuando “se enfríe un poco”, ya que todos los metales pueden “sobrecalentarse”.