Tal vez ver en redes sociales un inofensivo y divertido emoji de una pizza de queso, de una berenjena o de un maíz, pueden no representarnos absolutamente nada, pero para muchos, tiene un gran significado. La transformación ocasionada por las tecnologías disruptivas ha llegado también al lenguaje. No nos referimos simplemente al término “googlear” (consultar una palabra en motor de búsqueda de Google) o “instagrameable” (algo lindo digno de ser subido a Instagram), sino a un lenguaje completamente nuevo que busca eludir a los algoritmos moderadores de contenido de las redes sociales. Cada vez con más frecuencia, los usuarios emplean palabras distorsionadas, emojis ambiguos y expresiones crípticas para evitar que detecten lo que realmente quieren decir. Este fenómeno se conoce como “algospeak” (“algo” por algoritmo y “speak” el verbo hablar en inglés) y pone en evidencia una tensión creciente entre libertad de expresión, censura automatizada y los peligros de una internet sin regulación efectiva.
Adolescencia: la serie que puso el tema sobre la mesa
La serie británica Adolescencia de Netflix, es una llamada de atención sobre las consecuencias de una conexión sin guía ni límites, principalmente en una edad tan delicada como es la adolescencia, donde la persona está formando su personalidad. Según la OMS va de los 10 a los 19, mientras que el Código Civil y Comercial argentino “denomina adolescente a la persona menor de edad que cumplió trece años” (conf. art. 26 CCCN).
El protagonista, Jamie, es un chico de 13 años acusado de un crimen brutal (apuñalamiento) contra una compañera del colegio. A medida que pasan los capítulos, se comienza a descubrir qué hay detrás del acto violento: la realidad por la que muchos adolescentes atraviesan hoy. Humillaciones digitales, bullying, aislamiento y exposición a discursos misóginos en foros y redes. La producción explora la influencia de ciertos espacios virtuales en la construcción de la identidad y la radicalización de jóvenes vulnerables.
La relación entre el algospeak y estas narrativas no es casual. En muchos casos, los códigos alternativos utilizados en las plataformas no solo sirven para evadir restricciones impuestas por las redes, sino también para camuflar mensajes de odio, incitación a la violencia o contenido explícito. La delgada línea entre lo que se dice y lo que realmente se quiere decir se vuelve más difícil de trazar cuando el lenguaje adopta formas maleables que los algoritmos aún no saben interpretar del todo. Y es más, difícilmente pueda un humano, a ciencia cierta, determinar lo que se quiso decir. Interpretar mensajes descontextualizados sin tener en cuenta el entorno social de la persona y, en este caso, qué es lo que está pasando en el aula o el patio de la escuela, es sumamente complejo.
Lo más preocupante es que esta forma de comunicación se desarrolla en un terreno con poca supervisión adulta. Mientras que los jóvenes navegan con soltura este lenguaje codificado, muchos adultos —padres, docentes, referentes— no alcanzan a entender ni siquiera las referencias más básicas. Esta brecha generacional no solo impide el diálogo, sino que deja a adolescentes completamente solos frente a contenidos potencialmente peligrosos.
Lo más alarmante: acoso, trata y material de abuso sexual infantil
Los conflictos que los lenguajes paralelos e indescifrables de las redes sociales pueden traer no se circunscriben a las problemáticas entre adolescentes. Algospeak también es utilizado para el mercado ilegal, el acoso, la gestión de redes de trata o la difusión de material de abuso sexual infantil. Por ejemplo, en lugar de hablar directamente de esos temas (que serían automáticamente censurados por el algoritmo) algunos usuarios reemplazan palabras clave por símbolos, errores ortográficos intencionales o referencias indirectas. Incluso términos inocentes como “camping” pueden adquirir un significado completamente distinto dentro de ciertos círculos digitales. Este doble sentido permite que mensajes problemáticos circulen libremente bajo la apariencia de inofensivos.
A todo esto, se suma la fragilidad de los sistemas de moderación automática. Recordemos que recientemente varias plataformas digitales han cambiado sus políticas en ese sector. Aunque la inteligencia artificial puede detectar términos explícitos o imágenes perturbadoras, tiene enormes dificultades para leer entre líneas. Las máquinas no comprenden el sarcasmo, el contexto, las ironías ni los significados culturales cambiantes de un emoji. Por eso, las grandes plataformas tecnológicas siguen dependiendo, en muchos casos, del trabajo humano para revisar contenido sensible, con todas las implicancias éticas y psicológicas que ello conlleva. Existen en la actualidad denuncias de estos trabajadores por los problemas mentales que sufren en su labor y la falta de medidas de seguridad.
Poner el tema en agenda
Adolescencia hizo un gran trabajo para instalar la temática, pero queda mucho hacer al respecto. No solo debemos investigar y abordar la relación de las infancias y los jóvenes con la tecnología, sino también, como se utilizan lenguajes como “algospeak” para delinquir libremente en las redes sociales.
El caso de Jamie, protagonista de la serie, nos evidencia que él, como muchos adolescentes, es el producto de una sociedad que no supo estar presente. Su historia condensa los efectos de la soledad adolescente, la falta de contención emocional y la exposición a comunidades que, desde la virtualidad, fomentan el resentimiento y la violencia. No se trata de demonizar la tecnología, sino de preguntarnos qué tipo de comunidad digital estamos construyendo. En ausencia de regulaciones claras, las redes sociales funcionan con reglas propias, marcadas por los intereses comerciales de las plataformas. Algunas de ellas tercerizan la moderación, otras establecen políticas opacas, y la mayoría deja a los usuarios la responsabilidad de cuidarse entre sí. En este escenario, los más jóvenes —como Jamie— quedan a la intemperie.
Además, hay otro factor que se suma al debate: el de la propiedad del lenguaje, la creatividad y los contenidos. Si el algospeak es una forma de resistencia o de anonimato frente a la vigilancia, también puede ser usado para la desinformación o la manipulación. ¿Dónde trazamos los límites? Una vez más, más preguntas que respuestas…