La época de las fiestas, nos suele traer muchos recuerdos de nuestra familia y niñez. En mi caso, no puedo olvidar la enorme ilusión con la que mi pequeño hermano (hoy ya todo un adulto), generalmente pedía insistentemente todo lo relacionado con esa criatura amarilla, de contextura chica, redonda y simpática: el famoso Pikachu.  El imperio Pokémon comenzó con un videojuego de la consola de Nintendo 64 y pronto se expandió a un vasto merchandising: una serie animada, películas, juguetes, peluches y un juego de cartas; una de ellas puede llegar a valer USD 5.275.000, según afirma Logan Paul propietario de la más codiciada, la “Pikachu Illustrator”. 

Pokémon logró perdurar en el tiempo: hoy, tres décadas más tarde, niños, niñas, adolescentes y hasta adultos, consumen algún producto vinculado con el imperio. Uno de sus éxitos indiscutibles es Pokémon Go, un videojuego de realidad aumentada basado en la localización. El juego incentiva la interacción social física, ya que consiste en encontrar, capturar y luchar con Pokemones escondidos en escenarios del mundo real de lo más diversos. Esto implica que el usuario deba desplazarse por ciudades y zonas naturales, observando a través de la pantalla de su móvil en busca de las tan preciadas criaturas. Lo que ellos no sabían, es que mientras se divertían, estaban entrenando un algoritmo. 

Entrena en la IA a tu Pokémon

Niantic, la empresa detrás de Pokémon GO, ha anunciado recientemente el desarrollo de un nuevo sistema de inteligencia artificial llamado Modelo Extenso Geoespacial (Large Geospatial Model o LGM). Este modelo, similar a los Modelos Extensos de Lenguaje como ChatGPT, utiliza datos geo espaciales para predecir cómo se ven lugares que aún no se han "visto" físicamente. En palabras más simples, el LGM busca entender patrones arquitectónicos y paisajísticos a partir de imágenes recopiladas por los usuarios. La compañía aclara que este proceso es voluntario: solo los jugadores que escanean “Poképaradas” contribuyen activamente al entrenamiento de la inteligencia artificial. Según Niantic, esta función se activa cuando los usuarios deciden escanear lugares públicos para obtener recompensas en el juego. Así, han logrado recolectar más de 10 millones de ubicaciones escaneadas, con un millón de nuevos escaneos cada semana.

¿Cómo se controla?

A primera vista, la iniciativa parece inofensiva e incluso prometedora: un modelo que puede mejorar la precisión de la realidad aumentada y ayudar a robots o dispositivos como lentes inteligentes a orientarse mejor. Sin embargo, detrás de este anuncio surgen cuestiones de gobernanza ética que no podemos ignorar. Primero, ¿Cómo se gestiona el consentimiento de los usuarios? Aunque Niantic afirma que los escaneos son opcionales, es importante reflexionar sobre la transparencia de estas dinámicas. ¿Son los jugadores plenamente conscientes de que sus acciones alimentan un sistema de IA? ¿Entienden las implicaciones de contribuir a un modelo que, en el futuro, podría ser utilizado por empresas o gobiernos para fines que ellos no necesariamente aprobarían? Ese consentimiento informado que prestamos cuando rápidamente sin leer aceptamos los términos y condiciones, ¿Es suficiente?

Segundo, en cuanto a la cuestión del acceso a los datos, las ubicaciones escaneadas representan un recurso valioso, pero, ¿Quién se beneficia realmente de esta información? Si bien los usuarios reciben recompensas en el juego, la compañía obtiene un tesoro de datos que podrían ser comercializados o usados para fines distintos a los planteados inicialmente. Aquí, la gobernanza ética exige que Niantic ofrezca garantías claras sobre la privacidad y los límites de uso de estos datos. ¿Podrían pedir los usuarios que aportaron al modelo una ganancia?

Por último, está el impacto social y ambiental. ¿Qué implica la creación de modelos como el LGM en términos de desigualdad tecnológica? Las empresas que lideran este tipo de desarrollos: ¿Tienen el deber de compartir los beneficios de sus avances de forma equitativa? Una respuesta negativa seguramente nos conduciría a escenarios cada vez más inequitativos. Además, el almacenamiento y procesamiento de grandes volúmenes de datos requieren infraestructuras energéticas significativas, lo que plantea preguntas sobre sostenibilidad.

La construcción de inteligencias artificiales más sofisticadas no es un problema en sí mismo; de hecho, representa una oportunidad para el progreso humano. Sin embargo, el verdadero desafío radica en garantizar que estas tecnologías sean desarrolladas y gestionadas bajo principios éticos sólidos. Niantic tiene la oportunidad de liderar con el ejemplo, demostrando que la innovación tecnológica puede ser transparente, inclusiva y respetuosa con el entorno. En última instancia, el caso del Modelo Extenso Geoespacial es un recordatorio de que, en el mundo digital, cada interacción tiene consecuencias más amplias de lo que imaginamos. La próxima vez que captures un Pikachu o escanees una Poképarada, recuerda que estás participando en un ecosistema mucho más grande. La pregunta es: ¿Qué tipo de futuro estamos construyendo con cada clic?