Esteve Almirall, profesor de Esade y miembro del Consejo Editorial de ON-IA, presenta con la editorial Planeta '¿Qué hacer cuando todo cambia?', disponible en todas las librerías a partir del 12 de febrero. El libro es el resultado de años de docencia en Esade. Su contenido se encuentra mayoritariamente sin publicar en revistas académicas, porque los días se empeñan en tener solo veinticuatro horas, y el panorama ha ido evolucionando con los años. Parte de este material es fruto de colaboraciones con otros académicos y amigos. El tercer capítulo es el resultado de mi colaboración con Ted Tschang de la SMU (Singapore Management University), y el sexto, con Christopher Tucci, del Imperial College de Londres y NEOM. A ellos se debe en buena parte el crédito de estas páginas.
Una carrera de tres décadas
Almirall lleva treinta años estudiando la innovación y, previamente, la ejerció durante diez años en el ámbito industrial (la mayoría de sus años de ejercicio los ha desempeñado en la industria de discos duros informáticos). Ha visto muchísimas cosas durante ese tiempo. La revolución del ordenador personal, la locura del trabajo en red, internet y ahora la IA, todas estas nuevas tecnologías han impactado de manera importante en los negocios, en la sociedad y en nuestra manera de vivir la vida. Ahora, con el advenimiento de los modelos extensos de lenguaje (LLMs) y la inteligencia artificial general (AGI), la innovación se encuentra en un nuevo y apasionante punto de inflexión.
Este es un momento perfecto para explorar el nuevo libro de Esteve Almirall. Su análisis plantea una cuestión esencial: lo que de verdad importa en el desarrollo de las nuevas tecnologías no es la provisión de dichas tecnologías, sino cómo se adoptan. Lo que una sociedad necesita es beneficiarse de una posible nueva tecnología, no limitarse a anunciarla. Puede que esto les suene a los estudiosos de la innovación. La distancia entre la promesa de una nueva tecnología y la verdadera distribución de su utilidad ya la vimos en la introducción de los ordenadores personales. Es famosa la profecía de Steve Jobs de que todo el mundo tendrá un ordenador en su mesa. Comentaristas posteriores advirtieron que «se ven ordenadores por todas partes, menos en las estadísticas de productividad» (la llamada pradoja de Solow, Robert Solow 1987). Esto también lo estudió Eric Brynolffson, que analizó el gasto en ordenadores y su repercusión en la productividad en la década de los noventa. Descubrió que el valor real aparecía solo cuando las empresas adoptaban los ordenadores y los usaban para implementar procesos comerciales nuevos y diferentes. Las empresas que se limitaron a comprar ordenadores para utilizarlos en procesos preexistentes obtenían poco o ningún beneficio. En la entrevista, repasamos el futuro inmediato de la IA.