El 20 de enero de 2025 marcó un giro dramático en el rumbo de la política estadounidense y global. Donald Trump regresó al poder, con una agenda que promete cambios profundos en ámbitos tan cruciales como la gobernanza ética de la inteligencia artificial, la explotación de recursos naturales y las relaciones comerciales y tecnológicas internacionales. Este contexto no podría ser más oportuno para reflexionar sobre cómo las decisiones en materia tecnológica de hoy modelan un mundo donde la desigualdad y los intereses estratégicos se entrelazan de manera cada vez más alarmante.
Riqueza desbordante vs. pobreza estancada
Según el informe de Oxfam, “El saqueo continúa”, en 2024 la riqueza conjunta de los mil millonarios creció tres veces más rápido que el año anterior. Dentro de una década, podríamos tener cinco billonarios en el mundo, mientras que el número de personas que viven en la pobreza apenas ha cambiado desde 1990. Y tal como hemos señalado una y mil veces en este y otros espacios, la tecnología no es para nada inocua frente a esa realidad.
Dentro del cocktail de decretos que firmó en sus primeras horas a cargo de la Casa Blanca, muchos tuvieron una implicancia directa en materia de gobernanza tecnológica. La principal: la derogación de la orden ejecutiva de 2023 de Biden sobre inteligencia artificial que creaba estándares para garantizar la seguridad y protección en su desarrollo. Trump la catalogó como un obstáculo para la innovación. También anunció una inversión de 500.000 dólares en OpenAI, Oracle y Softbank. Estas decisiones reflejan una tensión fundamental: la promesa de libertad y progreso frente al riesgo de perpetuar desigualdades estructurales. La falta de controles éticos y técnicos en la industria de la IA no solo amenaza con daños sociales, sino que refuerza un sistema donde los beneficios de la tecnología se concentran en unas pocas manos.
Groenlandia: un nuevo tablero de ajedrez global
En este panorama, Groenlandia emerge como una pieza clave en la geopolítica. Rica en tierras raras y minerales críticos para fabricar tecnología, que se están encontrando al desnudo gracias al deshielo producido por el cambio climático, la isla despierta los intereses de potencias como China, Rusia y Estados Unidos. Trump ya ha expresado su deseo de "cooperación sólida" con Groenlandia y como “garantía de seguridad” frente al avance de China y Rusia.
Para los groenlandeses, la explotación de recursos podría significar un paso hacia la independencia, pero también conlleva enormes riesgos medioambientales y sociales. La estrategia de Trump respecto a Groenlandia, al igual que su desdén por las regulaciones de IA, parece centrarse en priorizar el desarrollo económico inmediato sobre cualquier otra consideración.
La Patagonia: otro tesoro
El interés por establecer centros de datos en regiones frías como la Patagonia argentina añade otra capa de complejidad a la conversación. Las bajas temperaturas ayudan a reducir costos de refrigeración para infraestructuras tecnológicas. Sin embargo, estas inversiones deben evaluarse en función de sus impactos locales. Si bien podrían traer desarrollo a comunidades aisladas, también podrían agudizar problemas como la apropiación de tierras y un gran impacto medioambiental.
La ruleta rusa de TikTok
El cambio de postura de Trump hacia TikTok ilustra cómo los intereses privados pueden influir en las decisiones públicas. En su primer mandato, intentó prohibir la aplicación por considerarla una amenaza a la seguridad nacional. Ahora, apenas ha llegado retrotrajo la prohibición de dicha red social que ya había comenzado a aplicarse. Esto parece responder al apoyo de un fuerte donante de su campaña presidencial con participación en ByteDance, la empresa matriz de TikTok.
Recordemos que el principal argumento de los Estados Unidos para prohibir TikTok había sido el riesgo de que los datos de millones de usuarios estadounidenses queden en manos del Gobierno Chino; preocupación que en otras latitudes no existe con ninguna red social, pues mejor mantenernos en la ignorancia.
Futuro incierto para algunos, pero prometedor
El denominador común de estas temáticas es la desigualdad. Ya sea en el acceso a la riqueza, la tecnología o los recursos naturales, las decisiones que priorizan el beneficio económico a corto plazo están exacerbando las disparidades existentes y creando nuevas tensiones globales. La revocación de regulaciones sobre IA, el interés por zonas como Groenlandia o la Patagonia y los vientos de cambio con las redes sociales, son síntomas de un sistema que necesita urgentemente repensar sus prioridades.
En este contexto, una vez más, el papel de la sociedad civil, los medios de comunicación y los organismos internacionales (como la valiosa recomendación de la Ética de la IA de la UNESCO) es más crucial que nunca. Necesitamos un debate informado y transparente sobre cómo gestionar la tecnología, los recursos naturales y la política en un mundo donde las decisiones de unos pocos tienen implicaciones para todos.