Miles de imágenes inundan las redes, todas con el inconfundible estilo de Studio Ghibli. Lo que no se ve en esos colores suaves y esa tecnología que no deja de sorprendernos son los dilemas éticos de los que pocos se preguntan o prefieren ni siquiera saber. ¿Cuál es el precio que pagamos por cada contenido generado por un modelo de lenguaje? ¿Estamos dispuestos a saberlo?
Un recurso vital en juego
El entrenamiento y funcionamiento de modelos de inteligencia artificial, como ChatGPT y DALL-E, requieren una cantidad impresionante de recursos. Uno de los más afectados es el agua. Los centros de datos, esenciales para procesar las solicitudes de IA, necesitan mantenerse refrigerados para evitar sobrecalentamientos, y esto implica un uso masivo de agua dulce. Según estimaciones recientes, la generación de imágenes con IA habría consumido 216 millones de litros de agua en apenas una semana, equivalente al consumo mensual de una ciudad pequeña.
Este gasto de recursos plantea un dilema en un mundo donde la escasez hídrica afecta a millones. Mientras en algunas regiones la IA se usa indiscriminadamente para crear imágenes con fines recreativos, en otras, la falta de agua potable es un problema crítico. ¿Cómo podemos justificar este consumo en un contexto mundial tan desigual?
Studio Ghibli y el dilema de los derechos de autor
La foto compartida por Sam Altman, CEO de OpenAI, luego de su anuncio sobre las nuevas funciones de ChatGPT trajo consigo una gran polémica: los actualmente denostados derechos de autor. La similitud de las creaciones del sistema con el estilo de Studio Ghibli desató un debate sobre la propiedad intelectual y los derechos de autor. ¿Es ético que una inteligencia artificial replique un estilo artístico sin el consentimiento de sus creadores?
El célebre director Hayao Miyazaki ha sido crítico con el uso de IA en la animación, afirmando que lo considera una afrenta a la creatividad humana y “un insulto a la vida misma”. Sin embargo, la ausencia de regulaciones claras en torno a la IA permite que estas herramientas sigan entrenándose con grandes volúmenes de datos, muchas veces sin la autorización de los artistas originales. Este problema no es nuevo. OpenAI y Microsoft ya enfrentan una demanda del New York Times por el uso indebido de su contenido en el entrenamiento de modelos de lenguaje, lo que sienta un precedente sobre la urgencia de establecer normas para proteger el trabajo intelectual.
El impacto en la creatividad y el rol del artista
Más allá del aspecto legal, la proliferación de IA generativa nos lleva a cuestionar el papel de la creatividad en la era digital. Si una máquina puede replicar y crear (para algunos no) un estilo artístico en segundos, ¿qué lugar queda para los artistas humanos? Aunque algunos argumentan que la IA puede ser una herramienta complementaria para la creatividad, otros temen que termine desplazando el valor del esfuerzo humano. ¿Esto podría aniquilar la curiosidad y búsqueda por nuevas creaciones?
Privacidad y riesgos invisibles
El entusiasmo por las imágenes generadas con IA ha llevado a muchos usuarios a subir sus fotos personales sin considerar las implicaciones. Esto ya había pasado antes, con el boom de apps para mostrarnos como nos íbamos a ver en la tercera edad o como podrían ser nuestros hijos. OpenAI, como muchas otras empresas tecnológicas, recopila datos de los usuarios para mejorar sus modelos. Esto significa que cualquier imagen subida puede ser almacenada y utilizada para entrenar futuros sistemas de IA, lo que plantea serias dudas sobre la privacidad. Además, los expertos en ciberseguridad advierten que compartir fotos en estas plataformas puede exponer metadatos ocultos, como la ubicación o el tipo de dispositivo utilizado. Aunque OpenAI afirma que implementa medidas de protección, no hay garantía de que los datos se eliminen por completo una vez utilizados. En un mundo donde la información es un activo valioso, la gestión responsable de nuestros datos personales se vuelve más importante que nunca.
Conclusión: ¿llegó el momento de la reflexión?
El desarrollo de la inteligencia artificial está redefiniendo múltiples aspectos de nuestra vida, desde la manera en que consumimos arte hasta el impacto ambiental de nuestras actividades digitales. Lo que comenzó como una simple función de generación de imágenes ha desatado un debate global sobre la gobernanza ética de la inteligencia artificial que abarca desde cuestiones de sostenibilidad, privacidad, brechas, derechos de autor y mucho más. Ante este panorama, es fundamental que los usuarios adopten una postura crítica y consciente, pero para ello, necesitamos una sociedad que quiera reflexionar y ocuparse de estos temas. Los medios de comunicación, las plataformas digitales y la educación (como el Máster en Gobernanza ética de la IA de la Universidad Pontificia de Salamanca), ocupan un rol esencial en estos debates. Un anuncio de una empresa privada puede parecer inofensivo, pero sus consecuencias van mucho más allá de lo evidente. Nos enfrentamos a un momento crucial en la relación entre tecnología y sociedad. Es nuestra responsabilidad decidir qué futuro queremos construir.