Del 24 al 25. Balance económico
- Guillem López-Casasnovas
- Barcelona. Miércoles, 8 de enero de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Provoca pavor ver cómo algunos analistas en los medios liquidan el año económico 2024 otorgándole el calificativo de excelente, con el galardón añadido del The Economist de "matrícula de honor". Qué mal servicio hace el semanario de referencia a los entusiastas también de referencia. Está claro que, para decir lo que dicen, estos miran, erróneamente, el mundo por un agujero suficientemente equívoco y menos relevante para el bienestar de la gente: computan las cifras de crecimiento absoluto del PIB.
Me permitiréis que reitere el listado de errores. El PIB se deja muchas cosas importantísimas sin medir: casi todas las que tienen en cuenta la calidad de vida. El crecimiento necesario para considerar la prosperidad es el relativo y no el absoluto; es decir, por persona o por hogar familiar. Se tiene que medir en términos reales, de capacidad adquisitiva y no nominales. Se tiene que ver hasta qué punto el crecimiento del flujo (la renta) se hace o no a costa de trinchar territorio y los valores patrimoniales. Se tiene que valorar si contiene una mejora de salarios reales y de condiciones de vida para una mejora de la productividad (por ejemplo, produciendo con más capacidad y menos horas). Eso es imposible tanto en España como en Catalunya en particular, sin variar el patrón de crecimiento, alcanzado sobre la base de entrada de trabajadores, recién llegados, haciendo más de lo mismo para salvar precios ofertados bajos sin otra ventaja comparativa. Población inmigrada, poco acompañada por los poderes públicos y por la poca responsabilidad fiscal de muchas de las empresas beneficiarias de este crecimiento, contribuyendo así a la erosión del sentido de la identidad y de la cohesión social.
Se tiene que valorar si el crecimiento de la renta contiene una mejora de salarios reales y de condiciones de vida para una mejora de la productividad
Por lo tanto, las preguntas interesantes para juzgar el año económico desde el punto de vista del bienestar social son: cómo la economía ha mejorado el acceso de las familias a su patrimonio material e inmaterial; qué actividades nuevas que generen valor se han consolidado a futuro, qué capital humano nos hace más productivos para huir del más de lo mismo; cómo se ha reducido la desigualdad social; cómo han mejorado los consumos culturales, el uso de la lengua y el respeto por la idiosincrasia propia. Todo el resto es fake, por mucho que lo bendiga el medio guardián de las esencias del capital.
Tema adicional es cómo los analistas responden en qué pasará el año 2025. La verdad del cuento es que los economistas no lo sabemos. Eso sí, podemos hacer escenarios posiblemente más robustos que otros parlanchines, valorando cada una de las alternativas con pros y contras y posibilidades de ocurrencia. Eso suele gustar poco a los medios que quieren contundencia en los diagnósticos, y si son ideológicos, mejor, por aquello de buscar las voces que más sirven a quien financia las cabeceras de los medios. Cuando el año pasado en estas fechas respondí en aquellos términos sobre mi pronóstico para 2024, identificando que por mucho que "peláramos las capas de la cebolla", al final siempre encontraríamos el mal olor de la victoria de Trump, algunos pensaron que eso era poco económico. Y este año ya no me han llamado a opinar.
Los economistas no sabemos qué pasará en 2025, pero podemos hacer escenarios posiblemente más robustos que otros parlanchines
Pero en realidad creo poder decir que he tenido razón, cuando ahora veo economistas eminentes que hablan de las dudas que generan los aranceles proteccionistas contra China y México; de los chantajes trumpistas sobre la economía europea ("paga la defensa antes de gastar en tu estado del bienestar"), negacionistas "muskianos" que se pasan la crisis climática por el arco del triunfo, la derecha que se abraza de nuevo a la energía nuclear, o una ultraderecha que se siente legitimada por los disparates oídos en la última batalla electoral norteamericana.
El posicionamiento académico me empuja a la crítica de quien dice que todo es un desastre, a mostrar las cosas buenas y mejorables. Pero cuando alguien insinúa que todo va bien, la lista es todavía más larga para las tareas que nos tendrían que ocupar. Que el año 2025 nos ocupen realmente las cosas preocupantes sería mi deseo.