La Generalitat de Catalunya acaba de aprobar la hoja de ruta para acelerar la transición hacia una economía circular en 2030. Con 15 líneas de actuación y 80 acciones –derivadas de cuatro objetivos estratégicos– para los primeros tres años (2024-2026), la hoja apunta a un nivel de ambición sin precedentes. La conexión con los fondos Next Generation EU (2021-2024), el Marco Financiero Plurianual (2021-2027) de la Comisión Europea, y el Plan de Reactivación Económica y Protección Social la Generalitat de Catalunya, implica que se destinarán fondos públicos importantes a actividades empresariales que fomentan la circularidad.

La hoja de ruta se fundamenta en una comparativa de estrategias de economía circular en otros países, regiones y municipios europeos; en un diagnóstico del estado actual en Catalunya y en un proceso participativo cubriendo múltiples sectores y entidades y trabajos intersectoriales. Así que las acciones son viables, las expectativas son altas y hay una real promesa de aceleración hacia una economía verde y circular.

Sin embargo, la hoja de ruta aún no cuenta con metas cuantitativas, cuya definición se ve pospuesta para el 2027 en adelante. Entonces, si el objetivo es acelerar, y si sabemos que para acelerar no solo hay que pisar el acelerador, sino también hay que cambiar de marcha, ¿qué es lo que se espera cómo resultado? ¿Cuál es la ambición real? Siguiendo con el símil de la conducción de un vehículo; sin metas cuantitativas no sabemos si queremos acelerar de 20 a 30 km/h (posible dentro de la segunda marcha), de 20 a 50 km/h (implica cambiar de segunda a tercera marcha), o de 20 a 80 km/h (implica cambiar de segunda a tercera a cuarta marcha). Como “marchas” en la economía circular podemos visualizar los escenarios de sociedad a que queremos llegar; estos escenarios llegan a ser muy distintos si consideramos o no la segunda ley de la termodinámica, la de entropía, que explica que el 100% de la circularidad no es posible. Esto implica que habrá que hacer trade-offs (compensaciones) y que algunos colectivos y sectores tendrán que hacer más renuncias que otros. Es aquí donde hay un gancho claro para conectar la circularidad con el deseo de crear una sociedad más justa y equitativa.

La hoja de ruta catalana hacia la economía circular es ambiciosa pero no cuenta con metas cuantitativas

Metas cuantitativas además tendrían que incluir el impacto de la acción; en el ejemplo anterior de la conducción, el impacto sería el consumo de gasolina con sus emisiones respectivas. Hablando de economía circular, impactos típicamente perseguidos son la minimización de consumo de materiales, energía y agua, además de la creación de empleos, de empoderamiento de colectivos vulnerables, etc. Hablando de materiales, el Circularity Gap Report 2023 indica que la circularidad global (la fracción de materiales que se vuelven a reinsertar en la economía, versus materiales vírgenes) ha caído de un 9,1% en 2018 a un 7,2% en 2023.

Este dato desolador está, sin embargo, acompañado con un mensaje que llega a ser consolador por su claridad y viabilidad. Es decir, solo podemos reducir nuestra dependencia material y energética priorizando las diferentes acciones circulares para que no quepa duda dónde hay que apuntar las flechas. Por ejemplo, “usar menos” (bienes, productos terminados, materiales, energía, agua) minimiza el impacto negativo muchísimo más que “usar de nuevo” (redistribución, remanufactura o reciclaje). Esto es porque “usar de nuevo” (versus “usar menos”) requiere unos procesos de transformación, que implican más consumo energético y pérdida de calidad material. La ausencia de esta priorización en Catalunya se evidencia con la realidad del año pasado donde la mayor parte de fondos asociados del PERTE de economía circular iban destinados a proyectos de gestión de residuos.

Entonces, necesitamos metas cuantitativas para canalizar las inversiones hacia acciones circulares prioritarias, y si son fondos públicos, hacia acciones que quizás no tienen un retorno sobre la inversión a corto plazo, pero que son vitales para garantizar nuestra resiliencia y bienestar a mediano plazo. Por ejemplo, acciones que crean las infraestructuras para que, tanto empresas como ciudadanos, compartan bienes, productos y materiales para satisfacer su necesidad de movilidad, energía y espacios productivos/habitables. Otro ejemplo, acciones que eliminan el plástico de un solo uso en nuestro día a día (versus actividades que aseguran su reciclaje). Y, acciones que preparan la fuerza laboral para que migre de actividades lineales a circulares. Acelerar implica no solo pisar el acelerador, sino también cambiar de marcha, sabiendo adonde queremos llegar en los próximos años.