No puedo ni imaginarme la frustración, desesperación y hasta iracundia que embarga a centenares de pequeños y medianos empresarios que no consiguen impulsar o hacer crecer sus negocios simplemente porque no encuentran trabajadores para ello. No poder acceder a más licitaciones y concursos de obra, o posicionarte en nuevos mercados, o ampliar tu producción cuando tienes los necesarios clientes, medios financieros y técnicos, y todo queda paralizado porque, simplemente, te falta el personal necesario, no debe ser una situación kafkiana, sino lo siguiente. La lectura del último informe de la patronal Cepyme sobre El reto de las vacantes en España es demoledora, con ese dato impactante de que el 71% de las pymes no encuentran empleados para desarrollar a pleno rendimiento su actividad. Un dato que debemos unir a ese otro que nos facilita el INE sobre la existencia de más de 149.000 vacantes no cubiertas en el mercado laboral español por falta de los profesionales adecuados. Y creo que esos datos deben ponerse en relación con otros (será por datos), como los proporcionados por el informe que la OCDE publicó a mediados de septiembre sobre Propuestas para un plan de acción para reducir el abandono escolar temprano en España, que indica con toda crudeza que en España el 26,5% de los jóvenes entre 25 y 34 años no ha culminado los estudios básicos de la ESO y no ha seguido ningún plan de formación alternativo y que, en el caso concreto de los hombres, esa cifra se eleva al 31,7%. El mapa de la formación de los españoles que dibuja ese informe dice, a grandes rasgos, que, en esa franja de edad, tenemos una de las más altas tasas de titulados universitarios de la OCDE y de la UE, tenemos otra tasa igualmente alta de personas con mínima o nula formación y una tasa bastante reducida de personas con formación intermedia.

La creciente oferta de empleos que precisan cierto nivel de cualificación profesional y la existencia de una abultada bolsa de demandantes de empleo sin ninguna formación forman un cóctel explosivo que tarde o temprano nos estallará en la cara. Tenemos el escenario formativo-laboral más desajustado que pueda imaginarse; en el que pocos encuentran la ocupación adecuada a su nivel profesional real y con una sobrecualificación en la franja superior, la de los titulados universitarios, en la que solo seis de cada diez licenciados tienen un empleo acorde con su formación, según lo referido para España en el último Observatorio trimestral del mercado laboral de Eurostat.

Esto no funciona, y va a peor. Ciertamente, cada persona es un mundo con unas circunstancias peculiares que determinan y condicionan su situación social a todos los niveles. Pero no puedo dejar de pensar en ese uno de cada cuatro alumnos de ESO que decide dejar el colegio o el instituto y lanzarse a la jungla laboral sin saber nada de nada, sin oficio ni beneficio, con una mano adelante y otra atrás al que nadie, ni en su casa ni en su centro escolar, le ha dicho con cierta claridad que de ese modo es carne de paro o de subempleo; de salario mínimo, en el mejor de los casos, y candidato cierto a una inestabilidad laboral crónica el resto de su vida.

¿Tan dejados están los jóvenes en ese límite crítico de los 16 años? El citado estudio de la OCDE avisa, además, del peligro añadido que se cierne sobre esta abultada población de personas con niveles ínfimos de formación y sobre el que apenas ha habido interés mediático. Son el objetivo básico, asegura, de todo tipo de actuaciones de desinformación, de engaño, de manipulación, de fácil adoctrinamiento y blanco de todas las fake news habidas y por haber. A la vulnerabilidad económica que genera la pobre formación hay que añadir la vulnerabilidad social que ineludiblemente acarrea. Peligro total. También necesitan una charlita los aspirantes a formación universitaria. Ya comenté en otra ocasión el URanking del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) que revela que, de 101 grados universitarios analizados, en 50 de ellos las posibilidades de obtener un salario mensual superior a 1.500 euros mensuales son ínfimas. Sobrecualificación a tope; sobrecualificación innecesaria y desajustada con la realidad laboral.

Una realidad laboral que se centra, como no puede ser de otro modo, en la cualificación intermedia, esa que sustenta la oferta de empleo que las pymes intentan cubrir de forma desesperada. Profesional de grado medio, es la especie a proteger. Y la herramienta no es otra que la FP. Hay miles de demandantes de estos estudios; miles los que no consiguen plaza en los centros oficiales y miles los que alimentan un negocio privado que no se sabe muy bien qué es lo que ofrece a los estudiantes. Pero el cáncer de la inadaptación a las necesidades reales del mercado laboral sigue carcomiendo las entrañas del modelo de la Formación Profesional. Revivo los recientes datos proporcionados por Anna Simó, responsable de Educación de la Generalitat. Este curso, en Catalunya, hay 1.600 alumnos que no han conseguido plaza en el sistema de FP: pero hay 14.603 plazas del sistema que han quedado vacantes. ¡¡Son 14.603 plazas en materias que nadie quiere estudiar!! Kafkiano a tope. ¿Cómo es posible tal grado de desconocimiento de la realidad laboral y de las necesidades empresariales en FP? ¿Cómo pervive un anquilosamiento tan agudo que impide la mínima flexibilidad para una mínima reacción a lo que exige el mercado? ¡Qué despilfarro de recursos de todo tipo! No me extraña que ante esta situación las empresas hayan decidido tomar el toro por los cuernos y empezar a asumir directamente ellas el protagonismo en la FP.

PowerCo, la filial de Volkswagen que va a montar una superfactoría de baterías para vehículos eléctricos en Sagunto, ha decidido asumir la dirección efectiva del centro que va a formar a sus futuros trabajadores. Será un centro público de formación de FP aún por determinar, pero será la multinacional alemana la que determine qué se estudia y cómo para asegurarse el control de lo que de verdad aprenden sus futuros trabajadores. Saben de sobra que como dejen esa tarea a las autoridades competentes no tendrán técnicos especialistas ni en una década. El camino que abre Volkswagen ofrece infinitas posibilidades de progreso y eficiencia para la FP; que no es otra que el de ir de la mano de las empresas, naturalmente. En esa línea, aunque con otra perspectiva, está el reciente acuerdo entre CEOE, Telefónica, LinkedIn, Microsoft, KPMG y Santander-Universia para poner en marcha la iniciativa Nodo Talento, con el objetivo básico de facilitar la readaptación de los conocimientos de los profesionales a las necesidades empresariales y mantener sus niveles de empleabilidad. Las empresas en el meollo del sistema formativo; no hay otra opción para que el sistema no se hunda.

Entre tanto dato inquietante descubrimos que hay quien no pierde el optimismo. El SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), dentro del Observatorio de las Ocupaciones, ha elaborado una Prospección y Detección de Necesidades Formativas, en el que identifica cuáles son los sectores o actividades profesionales en los que existen buenas perspectivas de empleo en el futuro inmediato. He revisado ese catálogo de actividades profesionales con buenas perspectivas laborales y superan las 150. Prácticamente, no hay actividad en la que no se prevea un buen futuro laboral. Hay que escarbar mucho para localizar oficio o profesión con futuro laboral un poco negro. Optimismo total por parte del SEPE. Yo, prácticamente, solo echo en falta a los avistadores de alienígenas.