Amar la empresa
- Fernando Trias de Bes
- Barcelona. Domingo, 7 de abril de 2024. 05:30
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Esta semana, tuve el privilegio de impartir la conferencia de clausura de la presentación del Segundo Barómetro del Empresario que promueve la Asociación Valenciana de Empresarios, el cual arroja cifras y datos interesantísimos sobre la contribución de los empresarios a la sociedad, a la economía, a las arcas públicas y al empleo.
Durante el evento, hubo una mesa redonda en la que participaron cuatro empresarios de sectores, trayectorias e historias bien distintas. Desde un cocinero hasta una tercera generación de una empresa familiar. El debate fue de veras interesante porque se recogieron en apenas treinta minutos de mesa redonda los principales elementos que, bajo mi punto de vista, describen lo que significa ser empresario.
En primer lugar, el desencadenante. ¿Por qué alguien acaba por estar al frente de la empresa? La verdad es que la casuística es enorme y diversa. A veces la empresa es heredada, la montó el abuelo o el padre o la madre y uno se encuentra con la responsabilidad y misión de ser empresario o empresaria por causa sucesoria, y no tanto por una decisión libre o que, cuando menos, emana de la propia persona y se origina en sus propias circunstancias. Otras veces, es una forma de poder desempeñar la actividad deseada. Ricard Camarena explicaba que él se había hecho empresario como vehículo para poder ejercer la cocina, y que una de las cosas a las que había de prestar atención era a que “el empresario no se comiera al cocinero”. En mi caso personal, yo he sido empresario muchos años, se trató de una situación similar. La empresa era el vehículo que precisaba para desarrollar mi potencial y libertad creativa.
En otros casos, el empresario nace porque quiere desarrollar una idea de negocio o dispone de un producto, de una patente o de una marca. Es decir, “la cosa” antecede a la persona. El empresario es “consecuencia de”.
Y, finalmente, están los empresarios que ni han heredado la empresa ni la necesitan para dar rienda suelta a sus pasiones, ni la precisan para poder dar salida a un producto o patente. Son empresarios que, sencillamente, desean ser empresarios porque aman la empresa.
Ser empresario no es ganar dinero. Esa es una de las consecuencias finales que se producen, si todo sale bien
Se habló de pasión en la mesa redonda. Y esto es importante. Creo que el desencadenante no es demasiado relevante. Tanto el que hereda como el que vehiculiza la empresa para su desarrollo personal como el que necesita una empresa para dar salida a una oportunidad debe amar la empresa. Y lo digo sin ambages ni pudor. Amar en el sentido de respetar, disfrutar, aportar, querer, cuidar y madurar. Igual que hay médicos o terapeutas que aman su profesión porque sanan enfermos o mejoran vidas, pienso que el verdadero empresario ama la empresa. No a que esté enamorado de su negocio o su dinero. Me refiero a la pasión por lo que significa liderar y diseñar, orquestar medios, personas, activos, relaciones y hacerlo posible dentro de un mercado, con fines económicos, claro está, pero que resultan en una sociedad mejor.
Ser empresario no es ganar dinero. Esa es una de las consecuencias finales que se producen, si todo sale bien. La mayoría de los empresarios que he conocido quieren ganar dinero, por supuesto. Pero el auténtico empresario está por encima de ello. Lo necesita porque si no, la organización, la empresa, no puede subsistir. El beneficio es la salud de la empresa. El dividendo es el premio al riesgo. Pero el dividendo no explica al empresario, se lo aseguro. Muchos grandes empresarios tienen un sueldo y los beneficios se quedan en la empresa porque son de ella y para ella.
Creer que alguien se hace empresario para ganar dinero es no entender bien en qué consiste ser empresario. O por lo menos un auténtico empresario. El dinero es una consecuencia de la buena gestión, es el premio al capital arriesgado. Pero ser empresario va mucho más allá. Es una forma de vida y una forma de entender la actividad profesional. Y, lo más importante, es también totalmente independiente de ese primer desencadenante que te ha convertido en empresario.