El año menos previsible
- Josep Maria Ureta
- Barcelona. Sábado, 31 de diciembre de 2022. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:23
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Quien diga que ahora hace un año había previsto o predicho como se presentaba en el 2022, que se lo haga mirar. Todos partían de la evolución y proyección posible de hechos y estadísticas esmeradas, como les gusta hacer a los econometristas. Como mucho, se admitían incógnitas de variables políticas vinculadas a procesos electorales en las todavía dichas potencias mundiales.
Nada de nada. ¡De repente, en pocos meses todo cambió y a partir de un acontecimiento nada predicho (ep! ahora también han aparecido los profetas del pasado, "yo ya os lo dèia"), pero pocos han sabido ajustar su análisis con el cuidado que se pide a economistas solventes: asumir errores de cálculo, propio de una ciencia social, y ajustar pronósticos sin pretensiones proféticas.
En un coloquio reciente, Xavier Vives optó por una síntesis de ambas tendencias. Este profesor del IESE, con larga trayectoria académica en Berkeley, Nueva York y París, experto en políticas de precios, oligopolios y finanzas, sabe recurrir a mitos y dichos para hacer una síntesis del qué ha pasado en el 2022.
Primero, la mitología clásica griega y una de sus analogías universales, como navegar por el estrecho de Mesina, entre Sicilia y Calabria (en términos mitológicos, Caribdis y Escil·la). El dilema de los barcos: si escogen pasar cerca de la isla, el remolino de Caribdis se traga naves y tripulantes. Si se opta por acercarse a Escil·la, el precio a pagar es la pérdida de no pocos marineros en los embates contra las rocas, pero no todos. Algunos se salvan.
Segundo, la experiencia de carreras de coches de alta velocidad, cuando los narradores televisivos recurren al tópico de decir que el piloto ha derrapado para entrar demasiado rápido en la curva, añadiendo toda lleva de cálculos sabiondos de qué tenía que haber hecho, y siempre hablando de la calidad de las ruedas, que ahora dicen gomas.
Tercero, todavía más leñero, tanto como adecuado: Vives recuperaba el clásico filme de Jim Abrahams, Aterriza como puedas (1980), que era una respuesta sarcástica a las películas de angustia de años anteriores sobre aviones siniestrados.
¿Cuál de las tres opciones es aplicable estos días a las decisiones tomadas por la Reserva Federales de los EE.UU. y el correspondiente BCE? ¿Precipitados como el corredor de coches? ¿Prudentes con aceptar el mal menor –o sea, la recesión inminente—como el mito griego? O simplemente unos chapuceros que no saben como recuperar la iniciativa de dirección de la economía EE. UU./UE por la vía de dirigirla a partir solo de los tipos de interés y esperar que el resto de indicador se adapte.
En resumidas cuentas, no hay nuevas recetas desde hace ¡tres décadas!, en épocas del reaganismo.
Una generación desencantada
Un año después de morir el dictador Franco, el director de cine Jaime Chávarri va fe un documental titulado Lo desencanto, en qué se reflejaba con un realismo aterrador la evolución decadente –rodada en blanco y negro—de la familia del poeta falangista Leopoldo Panero. Desde entonces, hablar de desencanto es equivalente a la memoria de las generaciones jóvenes de la época de los 70-80, y su procés|proceso de haber creído cegamiento en algún futuro mejor y después caer en un estado que oscila entre la rectificación positiva y el simple desengaño.
El periodista Ramon Aymerich, actual responsable de la información internacional del diario La Vanguardia, nos acaba de obsequiar con un texto corto, como corresponde a un buen ensayista, que recupera el viejo término de la transición española del desencanto pero que lo reubica mucho más allá: Lo desencanto global (Librosdevanguardia, 2022). Sin querer serlo, parece un homenaje a los dioramas propios de la época navideña, aquellos belenes que presentan encasilladas y con todo tipo de detalle imágenes de los tiempos evangélicos de Belén, separadas en pequeños escenarios con cuidadosa perspectiva de profundidad de campo.
Volvemos al qué ha pasado al mi en este últimos 30 años de aceleración. Suponemos que uno que lo ha vivido (ahora tendría unos 60 años) se lo quiere explicar a un jovencito (12-15 años) porque tiene que hacer un trabajo sobre la misma época. Pues la recomendación en los dos es que se lean esta meritoria síntesis de Aymerich. El primero para recordar, el otro para aprender.
Aymerich domina tres artes. Primero, el de saber trocear una narración para hacerla comprensible, 10 capítulos/dioramas en menos de 150 páginas. Segundo, distinguir esencial de anecdótico: todo empezó, o sea, se aceleró, a partir de la descomposición de la URSS en 1989. Mienten, todos, aquellos que dicen ya lo habían pronosticado.
Pero hay que saber muy bien, a partir de aquellas fechas, como explicarlo todo, hasta hoy, yendo al grano. Y así se escogen los dioramas imprescindibles y todos sus detalles. Aquí es obligatorio destacar unos cuantos hechos desapercibidos hasta ahora para|por los que somos, incluso, devotos de la lectura de diarios. Una grande escoge de pequeñas anécdotas por parte del autor.
Tercero y principal: no hay decisiones políticas que no tengan un apoyo próximo o lejano de los teóricos de toda tipo –sociólogos, politólogos, filósofos clásicos—que han influido en las decisiones políticas. Así sabemos que Aymerich también ha leído y encajado en su narración en Hayeck, Ayn Rand, Habermars, Grass, Fukuyama... y hay que añadir a los columnistas habituales a los grandes diarios internacionales.
Continuará...
Dos síntesis para entender el año del desconcierto que cerramos hoy, desde el punto de vista económico global.
Vives ve que la política monetaria todavía es capaz de enderezar los obstáculos inesperados de los últimos meses, pero también avisa de que este recurso, por previsible, cada vez es más limitado. De hecho, las últimas decisiones de Powell (Reserva Federal EE.UU.) y Lagarde (BCE) ya no pretenden corregir si no simplemente acompañar. El profesor del IESE también es contundente al avisar de que esta evolución me cabe caso se tiene que atribuir a la invasión rusa de Ucrania, viene de mucho antes y hay que atribuirla más a errores propios que a provocaciones externas.
Y a Aymerich, por su parte, nos ayuda a entender que todo empezó hace ya casi 33 años.