El empleo va como un tiro. Este es el mantra que repiten una y otra vez desde todas las instancias de la Administración para certificar la buena marcha de la economía. Las cifras son elocuentes: los cotizantes a la Seguridad Social superan los 21 millones por primera vez; el paro está en cifras anteriores a 2008 y el INE registró en marzo pasado la cifra récord de 193.585 nuevos empleos. Pero, en medio de ese optimismo, en la esquina de las tablas estadísticas, sigue apareciendo ese dato pertinaz de la caída sistemática de las contrataciones de mayores de 45 años, que en un año se han reducido en un 15,82% y del incremento del paro de los seniors, de los mayores de 55 años, que suman ya más de 556.000 personas, un 5% más que hace un año.

Junto a las frías estadísticas oficiales, se está produciendo un goteo sistemático de informes, estudios y encuestas generados por todo tipo de instituciones como Top Employers Institute, Fundación ISEAK, 65 y Más, Mapa de Talento Senior de Mapfre, informes de sindicatos y de grandes empresas de asesoría de empleo, que muestran la preocupante realidad social en la que se encuentran un buen número de trabajadores mayores, inmersos en un ambiente de hostilidad laboral que no hace más que incrementarse. Esos estudios y encuestas señalan como una constante el sistemático desprecio, cuando no acoso, que se produce en un buen número de empresas hacia los trabajadores mayores de 55 años, a los que se fuerza, de una u otra manera, a dejar sus puestos.

Una tendencia en crecimiento constante que está generando una auténtica ola de edadismo corporativo enfocado a desprenderse lo antes posible de los trabajadores mayores. En las últimas semanas ha circulado ampliamente por los medios informativos económicos el caso de Ericsson, la multinacional tecnológica sueca que practica en España una política de rudo edadismo según sus trabajadores. El año pasado el 78% de todos sus despedidos rondaba los 50 años de edad y para mayor escarnio, la empresa ha suprimido los premios por antigüedad para sus trabajadores más veteranos, con la consiguiente pérdida del bonus económico. Nadie se jubila en esta empresa porque nadie llega a viejo en ella, señala el Sindicato de Trabajadores de Comunicaciones en su informe sobre sus prácticas laborales. La empresa sueca no solo despide, también contrata nuevos trabajadores, pero todos en plena juventud.

Aunque no hay datos concretos, todo indica que es una tendencia claramente instalada en todo el sector tecnológico. En lo que va de año el sector ha generado 81.330 nuevos puestos de trabajo y me pregunto cuántos de esos trabajadores tienen más de 50 años. En alguna de las entidades que he citado anteriormente se han tomado la molestia de estudiar el camino que sigue en el departamento de recursos humanos de una empresa el currículum de los solicitantes de empleo, con el dato claro y relevante de que el de los mayores de 50 años es el más fugaz, desde que es recibido hasta que es enviado directamente a la papelera.

Nadie se jubila en Ericsson porque nadie llega a viejo en ella, y todo indica que es una tendencia instalada en todo el sector tecnológico

Los mayores, me atrevo a asegurar, empiezan a sobrar en multitud de empresas, por duro que resulte decirlo. Y la razón, me atrevo a aventurar, no es otra que el brutal impacto que las más avanzadas tecnologías digitales están teniendo en la gestión empresarial. Hablo esencialmente de todo el universo creado a la velocidad del rayo en torno a la inteligencia artificial. Hace apenas dos años ni se conocía el concepto, hoy no hay empresa medianamente potente o con sólidas perspectivas de futuro que no tenga infiltrado hasta la médula dicho concepto, desde la planificación de negocio a la gestión financiera, la gestión de personal, el manejo de clientes, la minería de datos, la logística; todos, todos sus elementos de negocio están sufriendo una transformación radical con base en la inteligencia artificial. Y aquí los mayores tienen todas las de perder.

Realmente son muy pocos los profesionales que están en torno a la cincuentena que sean capaces de operar con soltura en el universo de la inteligencia artificial. No es que no hayan sido capaces de adaptarse a la nueva tecnología, de reaprender competencias, es que muy pocos han sido capaces de superar esa fase terrible de desaprender todo lo que se sabía hasta ahora y abordar una nueva tecnología desde posiciones, ideas y conceptos que nada tienen que ver con los que manejaban hasta ahora. Muy pocos superan eso de que después de más de treinta años acumulando conocimiento y experiencia, les digan ahora que todo eso no sirve para nada y que tienen que empezar de casi cero.

Un tsunami está barriendo los modelos de organización de muchas empresas en las que, de un día para otro, jóvenes profesionales que no llegan a la cuarentena están poniéndose al frente de equipos y de departamentos y están diciendo a los seniors cómo hay que hacer ahora las cosas. Unos seniors que, perplejos, desorientados, contemplan que muy poco pueden hacer en esos entornos nuevos de trabajo, en los que apenas entienden lo que se dice, y empiezan a comprobar, esta vez con indignación, cómo se ponen en marcha sutiles estrategias para que empiecen a asumir que sólo les queda iniciar el camino hacia la salida. Se han convertido, de la noche a la mañana, en apestados digitales.

Nos estamos empezando a dar cuenta de la verdadera incidencia que todo esto de la IA va a tener en el mundo empresarial

Me temo que estamos ante el inicial impulso de una tendencia que va a crecer como bola de nieve en los próximos años. ¿Mayores de 55 años abocados al paro? Muchos sí, me temo. Nos estamos empezando a dar cuenta de la verdadera incidencia que todo esto de la inteligencia artificial va a tener en el mundo empresarial y en buena parte de nuestra vida cotidiana; e insisto en lo de brutal impacto. Lo que nos espera a medio y largo plazo no somos capaces de vislumbrarlo, pero va a ser duro de verdad y avanza a toda velocidad. Muchos, muchos, van a quedar fuera de juego. Y lo malo es que poco pueden hacer, porque, insisto de nuevo, a ver quién es el guapo que aborda eso del desaprendizaje a los 55 años.

Reflexionando sobre todo esto, no puedo menos que caer sobre ese concepto que llena páginas y páginas en cualquier buscador web, con decenas de patrocinadores y con decenas de instituciones y de empresas que se apuntan con entusiasmo a cualquier iniciativa que lo incluya. Hablo del talento senior, que para muchos es la panacea de la transmisión de conocimientos y de cómo los expertos ayudan a los noveles en el mundo de los negocios y así funciona todo mucho mejor. ¿Talento senior? Talento obsoleto, me parece que tendremos que empezar a asumir.