Apple: no saber hacer productos no tan buenos

- Antoni Olivé
- Barcelona. Miércoles, 12 de marzo de 2025. 05:30
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La innovación disruptiva tiene dos significados, uno popular y otro académico. La primera acepción se refiere a avances tecnológicos que transforman industrias. Un buen ejemplo es la fotografía digital, que sustituyó a la fotografía química en muy pocos años. Kodak llegó a tener una cuota de mercado del 90% en rollos fotográficos, pero en 2012 quebró. Intuyo que la adopción generalizada del vehículo autónomo provocará una revolución similar en la industria automovilística. Además de transformarla, provocará la desaparición de algunos sectores (las autoescuelas), la transformación de otros sectores (las estaciones de servicio) y la aparición de nuevos negocios (desarrolladores de software). Los cambios provocados por las innovaciones disruptivas no tienen el alcance que probablemente tendrá la inteligencia artificial, comparable con la electricidad e Internet. Estas revoluciones cambian el mundo, mientras que las innovaciones disruptivas solo transforman industrias.
La acepción académica se debe a Clayton Christensen, profesor de Harvard. Según él, hay dos tipos de innovación: la sostenida o incremental, que consiste en mejorar un producto día a día, y la disruptiva o radical, que consiste en ofrecer productos no tan buenos a consumidores no tan exigentes.
El ejemplo de innovación sostenida es el iPhone. Cada año Apple lanza al mercado un nuevo modelo, con más prestaciones, pero a un precio más elevado, lo que no supone ningún problema para los clientes de la marca, que le son muy fieles. Precisamente, Apple tiene en cuenta las exigencias de estos clientes a la hora de diseñar cada nueva versión.
Un fabricante de móviles podría ganar dinero lanzando al mercado un dispositivo que solo sirviera para llamar y recibir llamadas, muy económico
Los destinatarios de las innovaciones disruptivas pueden ser o bien consumidores que compran poco porque el producto es demasiado bueno y demasiado caro, o bien consumidores (en realidad, no-consumidores) que no compran nada porque el producto es demasiado sofisticado. La diferencia entre unos y otros es que los primeros compran, pero no están satisfechos, y los segundos no compran. La manera de crear innovaciones disruptivas no es preguntar a los clientes más exigentes qué prestaciones quieren para las versiones futuras de su producto estrella, sino preguntar a los consumidores insatisfechos o a los no-consumidores qué funcionalidades les sobran y cuáles realmente necesitan.
Apple gana mucho dinero vendiendo una versión cada vez mejor y más cara de su iPhone, pero otras empresas podrían ganar dinero vendiendo productos no tan buenos a los consumidores insatisfechos y a los no-consumidores. Un fabricante de móviles podría ganar dinero lanzando al mercado un dispositivo que solo sirviera para llamar y recibir llamadas, muy económico, dirigido a aquellos consumidores que, con la oferta actual de móviles, en su mayoría inteligentes, se sienten sobrepasados, tanto en prestaciones como en precio. También podría venderlos a no-consumidores que no tienen móvil porque no saben utilizarlo. Es cierto que algunas empresas venden móviles especialmente diseñados para personas mayores, pero son caros y han sido desarrollados a base de eliminar funciones de dispositivos más sofisticados. No han sido concebidos desde cero como soluciones económicas para quienes solo necesitan llamar y recibir llamadas.
Un iPhone que cueste 599 seguirá siendo caro, y seguramente complicado de usar, para los consumidores insatisfechos y los no-consumidores
Desde el lanzamiento del primer iPhone en 2007, Apple ha vendido más de 2.300 millones de unidades contando todas las versiones. En 2022 lanzó el iPhone SE, un modelo más sencillo y más barato (200 dólares de media frente a los 900 dólares de media del iPhone 13, el modelo que se vendía en 2022). Ha vendido solo 30 millones de unidades en total. Ahora Apple es noticia porque ha lanzado el iPhone 16e, el equivalente barato del iPhone 16, a un precio de 599 dólares, que debe compararse con el precio del iPhone 16, entre 800 y 1.200 dólares según la versión. Este modelo está pensado para sustituir al iPhone SE, pero incorpora la tecnología de inteligencia artificial de Apple. Por sus prestaciones y por el precio, que no es mucho más bajo que los 800 dólares de la versión más económica del iPhone 16, no podemos decir que sea un ejemplo de innovación disruptiva. Un iPhone que cueste 599 seguirá siendo caro, y seguramente complicado de usar, para los consumidores insatisfechos y los no-consumidores. Tampoco serían innovaciones disruptivas los dispositivos económicos, con precios entre 300 y 500 euros, que se presentaron en el MWC, tanto por el precio como por sus baterías y cámaras de altas prestaciones.
Una de las conclusiones del profesor Christensen es que algunas empresas son tan buenas perfeccionando sus productos que no saben hacer productos no tan buenos.