Aranceles y guerra comercial: ¿cómo nos afecta?

- Xavier Alegret
- Barcelona. Lunes, 7 de abril de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 4 minutos
La guerra comercial iniciada por Donald Trump, a la que China ya ha respondido con contundencia, mientras la Unión Europea prepara la reacción más allá de las declaraciones, ha sembrado el pánico en las bolsas de todo el mundo. Pero a las empresas y los bolsillos de las familias, ¿cómo afectará la oleada de aranceles a nivel mundial?
La incertidumbre que genera la guerra arancelaria en la economía mundial ha llevado a los inversores a descontar una frenada del crecimiento, tanto de Estados Unidos como del resto de potencias, o incluso una recesión. Ya se verá, dependerá de muchos factores, empezando por si los aranceles se consolidan o acaban rebajándose mediante acuerdos bilaterales. Pero lo que queda claro es que no son una buena noticia porque provocarán inflación y ralentizarán la economía.
Las familias ya saben lo que significa sufrir una inflación severa, como en los últimos tres años, en los que la cesta de la compra se ha encarecido sensiblemente. Este puede ser el primer efecto de los aranceles, si la UE los aplica sobre los productos estadounidenses. Cuando hay tasas a la importación de productos, la empresa que los importa puede decidir dos cosas: dejar de hacerlo e ir a otros mercados o hacerlo, pero aplicar la tasa sobre el precio final. En este segundo caso, la inflación es evidente, pero en el primero también hay encarecimiento de precios, porque la oferta baja y el mercado se lo repartirán menos empresas. Si tú vendes zapatos y de tus cinco principales competidores, uno desaparece y otro sube precios un 20%, muy probablemente tú también subirás precios.
La inflación y un freno al crecimiento son los principales posibles efectos de la guerra arancelaria para las familias
La segunda posible afectación, que se debe ir viendo, es la de un deterioro de la economía, ya sea en forma de ralentización en el crecimiento del PIB o directamente recesión. Los efectos son amplios y desiguales. Un freno en la economía siempre va contra el mercado de trabajo y hace subir el paro, entonces no afecta igual la persona que pierde el trabajo que la persona que lo mantiene. En este caso, también serán importantes los mecanismos de protección social del Estado. Pedro Sánchez presentó un plan de 14.100 millones que incluye medidas paliativas, un llamado escudo social, ante estos potenciales efectos, que serán más o menos efectivas en función de la eficacia de su aplicación y, sobre todo, de la gravedad de la crisis que pueda venir.
Para las empresas, el escenario que se abre ahora es muy diverso, con muchas aristas, pero también oportunidades. Si nos centramos en la afectación directa por los aranceles de Donald Trump, podríamos decir que hay tres grupos de empresas: las que exportan a Estados Unidos, las que no lo hacen directamente, pero sí indirectamente, y las que no exportan. Y todas pueden sufrir la guerra comercial.
La afectación es muy clara en el caso de las empresas que exportan a EE.UU., aunque no es lo mismo que sea su principal mercado, que si tiene un 5% de las ventas. Tampoco es lo mismo que sea un producto escaso o exclusivo, con un mercado potencial muy grande a escala global, que si se trata de un producto maduro. Por ejemplo, el aceite de oliva español, en los precios que se mueve y la alta demanda que tiene en todo el mundo, difícilmente sufrirá para sustituir el mercado que pierda en EE.UU. por otros. Pero también tienen otra opción: seguir vendiendo a Estados Unidos, pero un 20% más caro, si el producto tiene una demanda muy consolidada dispuesta a pagar ese sobreprecio. Inflación directa a los bolsillos de los estadounidenses. Las empresas con mucha afectación no tendrán más remedio que buscar otros mercados.
Los aranceles pueden ser la ocasión para que una empresa dé por fin el paso que no se atrevía a dar hacia algunos mercados
En el segundo grupo, las empresas que exportan indirectamente a EE.UU., encontramos las que venden material, piezas o componentes a países como Francia y Alemania y que después estos exportan a Estados Unidos. Estas dependerán de la afectación de sus clientes y de la política que sigan ahora para superar el golpe de la tasa del 20% para vender a la primera potencia mundial.
Las empresas que no exportan, o que lo hacen a mercados sin aranceles, parece que no tengan que sufrir sus efectos, y es así si nos referimos solo a los efectos directos, pero sí que sufrirán los indirectos. Uno claro es si hay crisis y cae el consumo, la empresa puede sufrir una caída de ventas. Otro puede ser que si una empresa del mismo sector deja de exportar una parte de su producción y la pasa a vender en el mercado local, pasa a tener más competencia.
Dentro de este mosaico de escenarios, habrá casos muy diferentes. Desde empresas que mantendrán exportaciones y venderán a otros países hasta algunas que tengan que cerrar, y en medio, toda la gama de grises, con expedientes de regulación, reenfoques, etc. Pero también habrá oportunidades. España, como comentábamos, y también la UE, pondrán recursos para la búsqueda de mercados alternativos, tanto geográficos como sectoriales. Los aranceles pueden ser la ocasión para que una empresa dé por fin el paso que no se atrevía a dar a algunos mercados. Dice el tópico que "los tiempos de crisis siempre generan oportunidades". No me gustaría frivolizar sobre esto, porque las recesiones económicas generan mucha pobreza, pero si somos capaces de encontrar oportunidades empresariales, se debe poder beneficiar toda la sociedad.
Si Trump acaba dándose cuenta de que las medidas están perjudicando a los suyos, o los empresarios se lo hacen ver, quizá se avendrá a negociar
No me olvido de los pequeños inversores, víctimas de la oleada de pánico en los mercados. Solo el Ibex vio cómo se fundían más de 50.000 millones de euros de sus cotizadas jueves y viernes, después del anuncio de Trump. A ver, sabemos a lo que jugamos. Sabemos que igual que sube, la bolsa puede bajar, y que a menudo sobrerreacciona a escenarios de incertidumbre económica y posible decrecimiento. Esta sobrerreacción también se explica por los niveles en los que se encontraba la bolsa, en máximos desde la crisis financiera de 2008. Ahora, viendo lo que puede venir y teniendo en cuenta las subidas de los últimos años, los grandes inversores y los brokers han decidido recoger beneficios. Esto se ha notado especialmente en los bancos, ya que son los que más sufren las crisis y, además, los que más han subido los últimos meses.
Pongamos las cosas en perspectiva. A pesar de la bajada de estos dos días, de más del 6%, el Ibex todavía está un 12% más caro que hace un año. El Dow Jones y el Nasdaq, en cambio, han caído más el jueves y el viernes y ya han perdido todas las ganancias del último año, lo que indica que los mercados consideran que EE.UU. puede ser el principal perjudicado de la guerra comercial que han iniciado. No me atrevo a decir qué pasará en la bolsa los próximos días, pero si siguen los anuncios de aranceles, no soy optimista. Ahora bien, si Trump acaba dándose cuenta de que las medidas están perjudicando a sus compatriotas, o los empresarios que le han dado apoyo se lo hacen ver, quizá se avendrá a negociar y la cosa se calmará. Sería la mejor noticia que podríamos publicar.