La economía lleva ya suficiente fútbol en las botas como para saber qué puede suceder tras una devaluación repentina de la divisa. La teoría económica dice que se produce una mejora de la competitividad internacional, pues los bienes y servicios del país son, de pronto, un 50% más baratos que el día anterior. Estimulación a las exportaciones y reducción de las importaciones, mejorando así la balanza comercial. Argentina lo necesita para recomponer sus reservas y dinamizar la producción interna.

Sin embargo, dos terceras partes de su deuda, según los datos del gobierno albiceleste está denominada en moneda extranjera, por lo que, de momento, su deuda total se incrementa en un 35%, ya que la cantidad de moneda nacional necesaria para pagar la deuda aumenta con la caída de su valor.

La duda está en cómo afectará a la inflación, a corto plazo. El ministro de Economía advirtió que, de no tomar esta medida, podría desbocarse la ya actual hiperinflación que vive el país. Todo dependerá de cuánto impacte la medida sobre las importaciones. La velocidad a la que el país migre de productos importados a nacionales va a determinar el impacto sobre la inflación de dicha devaluación. Si la inflación se desboca, las familias sufrirán. Si logran reducirla, será porque la economía doméstica prospera y Argentina entrará en un círculo virtuoso.

Respecto a la inversión extranjera, la teoría económica predice que una devaluación convierte a los activos la mano de obra más atractivos para los inversores extranjeros, ya que los costos locales se vuelven más bajos para estos. Esto sucederá o no, dependiendo de factores tales como la confianza, garantías, seguridad jurídica y resto de políticas fiscales que vayan a llevarse a cabo.

Los efectos de una devaluación varían según la situación específica de cada país. Si revisamos las tres de las principales devaluaciones de la historia, vemos resultados dispares

Ahora bien, una cosa es la teoría y otra la realidad. Los efectos de una devaluación varían según la situación específica de cada país. ¿Qué nos dice la historia? Si revisamos las tres de las principales devaluaciones de la historia, vemos resultados dispares. Maduro le quitó en 2018 cinco ceros al bolívar y, de nuevo, en 2021 seis ceros más. Un chiste en comparación a lo de Argentina. El desempleo aumentó significativamente, la deuda pública también; el PIB se derrumbó y solo cinco años después, se ha estabilizado, si bien Venezuela es una tercera parte de lo que era cuando tuvo lugar esa primera devaluación. Viva el comunismo. La inflación continuó siendo extremadamente alta.

La devaluación del peso mexicano en 1994 de Carlos Salinas hizo que pasara de alrededor de 3 pesos por dólar a más de 7 pesos por dólar. El desempleo aumentó en el corto plazo, pero tanto la deuda pública como el PIB y la inflación, tras unos primeros compases negativos, se estabilizaron posteriormente. Parecido sucedió cuando en 1992 se devaluó la libra esterlina. John Major le quitó un 20% de valor respecto al marco alemán y las principales variables macroeconómicas mejoraron.

Por lo tanto, la pregunta es la que encabeza el artículo. Y luego, ¿qué? Porque lo que explica que una devaluación salga bien o salga mal es lo que, a colación, se decida en otros frentes de política económica. ¿Cuáles son esos frentes y cuál es la recomendación?

Primero, instituciones y gobernanza: la solidez y eficacia para el resto de reformas de Milei van a ser clave. En segundo lugar, la flexibilidad económica. Esto es, la capacidad que tenga Argentina para ajustarse a nuevas condiciones va a ser crucial. Países con economías más flexibles se recuperan más rápidamente tras una devaluación. Si no, esta no tiene sentido. Las reformas estructurales y prudencia fiscal y de gasto, así como las políticas para dinamizar la producción interna, sustituyendo importaciones por actividad doméstica va a ser la otra clave.

De momento, por todo lo que se ha comunicado, el primer impacto, a corto plazo, va a ser doloroso. Los argentinos deberán extender un poco más su paciencia, verán un retroceso en las primeras instancias. Pero si los poderes fácticos y la débil posición de Milei en lo legislativo no lo impiden, y realmente llegan a reducir el gasto público, ofrecer seguridad en las privatizaciones y realizarlas al margen de la corrupción, en dos años pueden verse los resultados.

El reto es mayúsculo. Pero Argentina es un gran país. Y merece salir adelante.