Cuando no son nabos son coles, pero siempre tenemos espectáculo. Aunque pasan los días, las semanas, los meses, los años, incluso las décadas, arrastramos esta adicción enfermiza de mezclar peras con manzanas, por más que el resultado final sea una especie de pudin difícil de tragar y aún más de digerir. Y no la encontramos solo aquí, esta afición de hacer de todo una macedonia. Se extiende por todas partes como una lacra y atiza la teoría de la conspiración y la bronca estéril.

La última excentricidad la encontramos en la inscripción de Dani Olmo y Pau Víctor con el FC Barcelona, que ha embadurnado la esfera política y ha convertido este hecho a uno de los grandes temas de estado

La última excentricidad la encontramos en la inscripción de Dani Olmo y Pau Víctor con el FC Barcelona que, más allá de la polémica y las múltiples reacciones en la órbita deportiva, ha embadurnado también la esfera política y ha convertido este hecho en uno de los grandes temas de estado. Porque es innegable que no tenemos más problemas, en España, y que nuestro principal quebradero de cabeza, aquello que todos responderíamos en una de estas encuestas del Centro de Estudios de Opinión sobre lo que preocupa a los ciudadanos sería esto, precisamente, la inscripción a la liga española de los dos jugadores blaugranas después de concederles la “cautelarísima” por decisión del Consejo Superior de Deportes.

Así están las cosas. Este jueves pasado, haciendo un símil con la amnistía del procés, el portavoz del Partido Popular (PP), Borja Sémper, insinuaba que detrás de esta decisión del CSD, por las siglas en español, se escondía una negociación entre el PSOE y el partido de Carles Puigdemont. Los populares acusaban al ejecutivo de Pedro Sánchez de adulterar la competición y tildaban el organismo público español, adscrito al Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, de haber roto las reglas fundamentales del fair play futbolístico.

Triste, patético, pero hay que decirlo. Nuestra clase política ha traspasado la línea del ridículo y no se esconde. Ha hecho de ello su modus vivendi, el escarnio permanente para blanquear los verdaderos retos de país. Y en esto tan clave es el papel del gobierno como el de la oposición.

¿Podemos tolerar que esta "cautelarísima" sea un nuevo pretexto para que nuestros representantes institucionales dediquen su tiempo y nuestros recursos a hacer de la política un campo de batalla donde todo vale para avivar la hoguera?

Podemos cuestionar la gestión de Joan Laporta, que demasiado a menudo da la sensación de que actúa tarde y a trompicones. Podemos discrepar de la postura radicalmente crítica de Javier Tebas, presidente de LaLiga, en cuanto a la "cautelarísima" otorgada por el Consejo Superior de Deportes (CSD). Podemos incluso poner en duda esta “interpretación literal” de los artículos 130.2 y 141.5 del Reglamento General de la RFEF, que muchas voces consideran una norma obsoleta y que ya se han abierto a actualizar. Todas las posiciones son respetables y, por supuesto, todo puede ser objeto de debate. ¡Pero, por favor, ya basta de tratarnos de idiotas! Opinemos blanco, gris o negro, porque en eso no entro, ¿podemos tolerar que sucesos como es ahora esta “cautelarísima” a Dani Olmo y Pau Víctor sea un nuevo pretexto para que nuestros representantes institucionales dediquen su tiempo y nuestros recursos a hacer de la política un nuevo campo de batalla en el que todo vale para avivar la hoguera? ¿Podemos aceptar este oportunismo constante, de unos y otros, para hacer de cualquier cosa grandes titulares que solo buscan desprestigiar y hundir al adversario? ¿Hasta cuándo aguantaremos el “y tú más”?

Una gran mayoría de nosotros nos lamentamos cuando días atrás Mark Zuckerberg, propietario de Meta, se manifestó públicamente coincidente con el pensamiento de Donald Trump y anunció un cambio en la política de control de las publicaciones en Facebook, Instagram y Threads. Cabe decir que, desde el 2016, esta función de verificación la realizaban profesionales independientes de más de 80 organizaciones y en más de 60 idiomas, todas certificadas por la International Fact-Checking Network. Meta contextualiza ahora este giro de guion aduciendo a la necesaria “libertad de expresión” y replica el modelo adoptado por Elon Musk en X (Twitter), que abre la ventana a la publicación libre de cualquier cosa, fake news incluidas.

Con demasiada frecuencia son nuestros políticos, aquellos que hemos elegido en las urnas para representarnos y para aportar soluciones, los primeros que abanderan la crispación y el arte de la tergiversación

Pues, mal nos pese a todos, no necesitamos salir de Facebook, X o Instagram, para librarnos de la manipulación y la desinformación. Con demasiada frecuencia son nuestros políticos, aquellos que hemos elegido en las urnas para representarnos y para aportar soluciones, los primeros que abanderan la crispación y el arte de la tergiversación. Atornillan la información para adaptarla a sus propios intereses, para justificar posibles decisiones controvertidas o para preservar o ganar poder. Y es de esta manera, con el falseamiento de la realidad, que controlan el relato público. Crean una narrativa que desvía la atención de lo que verdaderamente importa, del sufrimiento cotidiano y los problemas reales.

Rasguémonos las vestiduras tanto como queramos, pero tenemos lo que nos merecemos. Y todos, con más o menos medida, somos cómplices y lo consentimos. Tenemos un gran número de personajes mediocres que se han refugiado en la política para sobrevivir, personajes de tercera con responsabilidades y sueldos de primera. Y el resultado, un auténtico desastre, para los que estamos hoy y para los que estarán mañana.

Mientras tanto, y sin hacer demasiado ruido, desguacemos el sistema educativo y minoramos la capacidad de razonar. Porque hacer sobrevolar la amnistía en el caso Dani Olmo debe ser hoy nuestro tema de debate.