Contra las CAFO (macrogranjas)
- Joan Martínez Alier
- Barcelona. Lunes, 16 de enero de 2023. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:08
- Tiempo de lectura: 4 minutos
Lo que en España se ha empezado a llamar macrogranjas se conoce internacionalmente como CAFO, acrónimo utilizado por el departamento de Agricultura de Estados Unidos que significa “operación concentrada de alimentación animal”. Son granjas de una sola especie, sin lugar para moverse, con más de 700 vacas lecheras, o 1.000 vacas de carne, o 2.500 cerdos, o 10.000 ovejas, 55.000 pavos, 125.000 pollos u 82.000 gallinas ponedoras. Las CAFO han encontrado mucha oposición. Voy a dar tres ejemplos únicamente, que están documentados en el EJAtlas (Atlas de Justicia Medioambiental): uno en Francia, otro en España, y otro en Estados Unidos.
La granja de las mil vacas
Hace casi diez años en el norte de Francia se proyectó una primera CAFO, una operación concentrada de alimentación animal. El proyecto fue inicialmente validado por las autoridades francesas, pero la población y algunas organizaciones estuvieron firmemente en contra de su desarrollo actuando para poner fin a esa macrogranja de 1.750 vacas haciendo protestas, convenciendo a los empleados para que se vayan a empleos mejores. La historia de este proyecto es la de M. Ramery, un magnate local de la industria de la construcción, que decidió reunir varias granjas lecheras a gran escala en una sola unidad de 1.000 vacas + 750 terneros, vinculada a la unidad de digestión anaeróbica (unidad de metanización) más grande en toda Europa. Estaba prevista la venta de la leche a una de las mayores empresas industriales de procesamiento de lácteos de Francia.
El permiso de planificación para construir la unidad agrícola se otorgó después de que un informe de estudio de impacto ambiental concluyera que, a pesar de la gran oposición local, el proyecto debería recibir el visto bueno. La fuerte oposición al proyecto por parte de Novissen, el grupo de oposición de residentes y agricultores locales y la Confédération Paysanne (la rama francesa de la Vía Campesina) se basó en cuatro factores diferentes. Los aspectos ambientales: 1.000 vacas serían más sostenibles ambientalmente como 20 rebaños diferentes de 50 vacas alimentadas con pastos locales proporcionando a 20 pequeños productores y sus trabajadores agrícolas un sustento continuo. La escala de metanización de este proyecto requeriría 2.700 hectáreas para esparcir las 40.000 toneladas de estiércol cada año. Y eso huele mal. Imagínese cuántas aldeas de la región sufrirían por el aire.
En segundo lugar, no se ha respetado la democracia ni el interés general de las poblaciones locales. Y la población local ha expresado una desaprobación masiva del proyecto. En tercer lugar, la cuestión del bienestar animal es central aquí. Esta cantidad de vacas en una unidad de producción industrial no son compatibles con el bienestar animal, y también causan un mayor riesgo de enfermedades y epidemias. Y finalmente económica: esta granja se beneficia de subsidios que se gastarían mejor apoyando a los pequeños productores.
El permiso se concedió a principios de 2013, primero para 500 vacas, luego un mes más tarde para otras 500. Se mantuvo a pesar de dos intentos posteriores de derrocarlo. Este permiso no respetó los requisitos reglamentarios ambientales en términos del área requerida para esparcir estiércol. La Confédération Paysanne llevó a cabo dos ocupaciones, la primera en septiembre de 2013, la segunda en mayo de 2014. Durante la primera, la maquinaria fue inmovilizada. En la segunda, varias máquinas fueron desmanteladas. Cinco miembros de la Confédération Paysanne fueron arrestados y nueve personas debían ser juzgadas. Ahora bien, para el 2021 se anunció que la pesadilla de "La granja de las mil vacas" había terminado. Esa CAFO, ubicada en Buigny-Saint-Maclou en el Somme, iba a cerrar sus puertas después de años de acalorada controversia entre activistas ambientales y el dueño de la CAFO.
Noviercas, en Soria
En Noviercas, un pueblo de 155 habitantes, ubicado en la provincia de Soria, el Ayuntamiento en principio dio permiso para la construcción de una macrogranja de leche, una CAFO. Según la Asociación Hacendera sería la mayor macrogranja del continente europeo, con un promedio de 24.000 animales. Es contradictorio instalar esa instalación en pleno debate de cambio climático. La Asociación Hacendera mostró su preocupación por posibles daños ambientales por el enorme consumo de agua que se necesitará para el mantenimiento, la posible contaminación de acuíferos por los purines y excrementos, y la expulsión de gases con efecto invernadero. A nivel regional se puede desplomar el precio de la leche. Tras muchas protestas y manifestaciones, para el año 2023 el proyecto ha sido desechado.
Lyn Hennings, premio Goldman. Michigan
Todo eso tiene antecedentes en Estados Unidos y también en China y otros países. Un caso muy famoso es el de las CAFOs de Michigan de hace 30 años, que tuvo una protagonista destacada. Lynn Henning fue una activista exitosa. La agricultura industrial se ve facilitada por cambios de política agrícola que reduce artificialmente el costo de la alimentación del ganado; la Agencia de Protección Ambiental (EPA) ignora la contaminación de las granjas industriales; y el Departamento de Justicia (DOJ) permite que los mayores empacadores de carne se fusionen en un monopolio virtual.
Miles de vacas lecheras, aves de corral y cerdos están confinados durante toda su vida. Michigan anteriormente tenía una tradición de pequeñas granjas familiares que ahora son sustituidas por las CAFOs, como en otros estados también. Los excrementos animales producidos diariamente en una CAFO de tamaño mediano equivalen a los de una ciudad con 70.000 personas.
Los pulverizadores de alta presión eliminan los desechos de los pisos utilizando potentes solventes químicos. La escorrentía luego se canaliza a enormes pozos abiertos o cubas donde permanece sin tratar. Esta mezcla tóxica de heces y orina, agentes químicos, pesticidas, hormonas, bacterias como e. coli, antibióticos, sangre e incluso fluidos de nacimientos y partes de cadáveres en descomposición se deja fermentar durante semanas, creando humos nocivos y compuestos químicos peligrosos como metano, amoníaco y sulfuro de hidrógeno. Luego, los desechos se transportan en camiones o se canalizan a campos cercanos, donde se rocía como "fertilizante", filtrándose en los suministros de agua subterránea y escurriéndose hacia arroyos y ríos locales. Los agricultores familiares, económicamente apretados hasta casi el colapso, a menudo son pagados por los operadores de CAFO para permitirles rociar sus campos, creando condiciones tóxicas en sus propiedades.
La agricultora Lynn Henning comenzó a encontrar estiércol que se filtraba en el agua poco después de que las CAFO llegaran a su comunidad rural en Clayton. Su madre y su marido, de unos 80 años en ese momento y que vivían a menos de 300 metros de una CAFO, fueron diagnosticados con envenenamiento por sulfuro de hidrógeno y daño cerebral irreversible. Nadie quería comprar su propiedad. Henning y otros vecinos formaron el grupo “Ciudadanos preocupados por el medio ambiente del centro sur de Michigan” (ECCSCM), y comenzaron a organizarse para llevar a las CAFO ante la justicia. Henning recopiló información sobre los derrames contaminantes de las CAFOs, sus ubicaciones y puntos de origen. Educándose a sí misma y a otros sobre reglamentos estatales, fotografías aéreas y muestreo de agua, Henning, que ya era una líder comunitaria respetada, arraigada a la tierra y conectada con quienes la rodeaban, comenzó a pedir a las autoridades estatales y federales que responsabilizaran a las granjas industriales de ganado por el daño al agua y el aire.
En 2008, por primera vez, el gobierno negó el permiso para una CAFO gracias a las averiguaciones de Henning. Si bien más tarde se otorgó un nuevo permiso, la comunidad apeló. Henning viajaba regularmente para ayudar a otras comunidades en todo el país desafiando a las CAFO. Sufrió diversas agresiones y amenazas en su propio domicilio. La llamaron “terrorista”. En la década de 2010 continuó su campaña colectiva, ganándose el Premio Goldman (que se da a los ecologistas más conocidos del mundo), lo que sirvió para hacer mucho más visibles los problemas de las CAFOs, pero no para eliminarlas.