Esta semana, al leer que Repsol ha presentado resultados en los que sus beneficios han caído un 45% y que Cirsa ha bajado los suyos en un 85% me ha parecido oportuno dedicar mi columna dominical de ON ECONOMIA a este tipo de eventos empresariales.

En general, los cambios de resultados de las compañías, para evitar infartos de miocardio, deberían oscilar en torno a niveles inferiores al 20%. En negocios, la percepción de las magnitudes es importante. 20% es una cifra ya relevante, es decir, con capacidad para activar la atención. 19% ya es otra cosa. El uno delante, o las cifras de un solo dígito, se consideran reconducibles o salvables o dentro de lo que uno podría considerar “evolución” natural.

Por eso, noticias con caídas del 45% o del 85% se pueden interpretar como debacle o derrumbe. Pero no es así.

Al igual que en medicina, hay que realizar siempre diagnósticos adecuados. Uno puede tener las pulsaciones a 200 porque está haciendo un esprint, y no pasa nada. O puede tenerlas a 200 porque está en ataque de pánico, y entonces sí que pasa.

Existen dos tipos de caídas de beneficios: las preocupantes y las no preocupantes. A saber.

Caídas del 85% de los beneficios se pueden interpretar como debacle o derrumbe. Pero no es así. Hay caídas preocupantes y otras que no lo son

Entre las preocupantes, tenemos aquellas relacionadas con una caída de los ingresos, tanto sea por pérdida de clientes, competencia agresiva o menor demanda del mercado o bien una pérdida de contratos clave que lleva a la ruptura de acuerdos con clientes estratégicos o retirada de licencias.

Esto es un problema, naturalmente que lo es. Cuando los beneficios caen porque lo hace el negocio significa que la viabilidad de este puede, pronto, verse comprometida.

A veces, no son las ventas, sino un aumento descontrolado de los costes, sea por materias primas, energía o salarios disparados, que no han podido repercutirse en los precios de venta. Incluimos aquí cuando los altos intereses por un endeudamiento excesivo. La gravedad del asunto dependerá de las alternativas de la empresa con proveedores y fuentes de financiación. Es reconducible, pero puede ser grave.

Vamos con los no preocupantes. ¿Existen? ¿Pueden caerse los beneficios un 80% y no revestir un grave problema? Por supuesto.

Las causas no preocupantes suelen ser coyunturales o estratégicas. Es decir, algo momentáneo y pasajero e, incluso, parte de una estrategia de redirección, inversión o desinversión.

Las causas no preocupantes suelen ser coyunturales, algo momentáneo y pasajero, o parte de una estrategia de redirección, inversión o desinversión

Las altas inversiones en crecimiento no son siempre amortizables. Por lo general, la inversión es un activo y se amortiza en el tiempo. Pero hay partidas que no permiten la calendarización del gasto, tales como gastos en expansión, tecnología o adquisiciones con retorno futuro.

Luego están las desinversiones planificadas. Es decir, venta de activos que reducen ingresos puntualmente, pero mejoran estructura. Cuando esto ocurre significa que, sin embargo, ha habido una mala contabilización del activo en los libros. Es decir, se sabe cuándo un activo no vale lo que pone en el balance. Es mejor reconocer poco a poco esas pérdidas y no aflorarlas de golpe en el momento de la venta.

Eso nos lleva a las pérdidas coyunturales debidas, precisamente, al impacto contable o fiscal. Ajustes extraordinarios, provisiones o cambios regulatorios que distorsionan el beneficio. Eso también ocurre en el lado financiero. Las fluctuaciones del mercado en factores externos como divisas, inflación o cambios normativos que afectan temporalmente.

Sucede similar con las reestructuraciones internas. Ejercicios en que se produce una necesaria reducción de plantilla o cambios operativos que generan costes iniciales, pero optimizan a largo plazo.

Mis mejores inversiones las he hecho en negocios cuyos resultados caían en picado. Pero analizando bien las causas, podía distinguir entre las preocupantes y no preocupantes

Y, finalmente, situaciones donde el ciclo económico o sectorial lleva a una bajada temporal de la demanda.

¿Es importante todo esto? Muchísimo. Y diré por qué.

Pues porque las oportunidades de inversión y de compra de empresas o acciones surgen en momentos donde la gente tiene pánico y reacciona de forma precipitada por la impresión que produce ver caídas de un 40%, 50 u 80% de los beneficios. La gente no se detiene a diagnosticar. La gente tiene miedo y el miedo ciega.

Mis mejores inversiones las he hecho en negocios cuyos resultados caían en picado. Pero analizando bien las causas, podía distinguir entre las preocupantes y no preocupantes. Estas últimas, por reconducibles, se corrigen tarde o temprano.

Y ahí es donde se gana dinero.