China desespera en su intento por acceder a los chips de última generación para inteligencia artificial. El reciente caos en Tokio, donde cientos de compradores chinos intentaron adquirir las nuevas tarjetas gráficas de Nvidia, es un síntoma de esa impotencia. La imagen de largas filas y compradores arrasando con el stock en Akihabara deja en claro que China explora cualquier rendija para sortear las restricciones impuestas por Estados Unidos. Sin embargo, lo importante aquí no es que lo intenten, sino que no tienen ninguna posibilidad de éxito real.

Las sanciones estadounidenses bloquearon el acceso de China a los chips más avanzados. Nvidia, obligada a cumplir con estas restricciones, vende en China versiones modificadas de sus tarjetas gráficas, con capacidades reducidas en inteligencia artificial. Esto generó un mercado negro en el que los compradores buscan los modelos completos en países donde todavía pueden acceder a ellos, como Japón. Pero esto no significa que China sostenga su desarrollo tecnológico a través de este tipo de operaciones. Comprar unas pocas tarjetas gráficas en tiendas minoristas no es una solución viable ni para su industria ni para sus ambiciones en inteligencia artificial.

China no tiene los medios para fabricar chips avanzados por sí misma, no puede producir semiconductores comparables a los de Nvidia

La realidad es que China no tiene los medios para fabricar chips avanzados por sí misma. Sin acceso a la maquinaria de litografía ultravioleta extrema de ASML y sin la tecnología de TSMC, no puede producir semiconductores comparables a los de Nvidia. Por más que el gobierno chino impulse programas de desarrollo local, carece de la infraestructura, el conocimiento y los insumos necesarios para alcanzar el nivel de las grandes potencias en semiconductores. La idea de que China pueda simplemente reemplazar las importaciones con producción propia es una ilusión.

Lo que este episodio en Tokio revela es hasta qué punto China está dispuesta a llegar para conseguir hardware avanzado. No es creíble que todos los compradores fueran simplemente entusiastas del gaming. Es evidente que entre ellos había personas vinculadas al gobierno chino, tratando de conseguir GPUs para sus propios fines. Estados Unidos, consciente de estos resquicios en su política de sanciones, deberá cerrar estos caminos para asegurarse de que las restricciones sean efectivas.

Los intentos de obtener GPUs a través de mercados secundarios solo refuerzan la idea de que las sanciones están funcionando

El argumento de que China puede abastecerse a través de terceros países tampoco se sostiene. Cualquier nación que intente triangular la venta de chips a China se arriesga a perder su propio acceso a la inteligencia artificial avanzada. Las empresas y gobiernos que dependen de la tecnología estadounidense no están en condiciones de desafiar estas restricciones de manera significativa, y aunque siempre existe la posibilidad de corrupción o comercio clandestino, la escala del problema es demasiado grande. Las cantidades de GPUs necesarias para sostener un programa de inteligencia artificial serio son colosales, y lo que ocurrió en Tokio es, en el mejor de los casos, una gota en el océano.

Lo que queda claro es que China no tiene una solución real a este problema. Los intentos de obtener GPUs a través de mercados secundarios solo refuerzan la idea de que las sanciones están funcionando. La desesperación de China no es una señal de que esté encontrando una salida, sino de que se está quedando sin opciones.

Las cosas como son.