Durante décadas, China asombró al mundo con su ascenso tecnológico. Desde la inteligencia artificial hasta los vehículos eléctricos, el gigante asiático desafió a Occidente y se convirtió en un actor clave en industrias estratégicas. Pero detrás de esta fachada de modernidad y progreso, hay una debilidad estructural que amenaza con frenar su crecimiento: la incapacidad de desarrollar herramientas de máquina avanzadas.

Las herramientas de máquina avanzadas son sistemas automatizados de alta precisión, como impresoras 3D industriales, cortadoras láser y equipos de electroerosión, diseñados para producir bienes de alta tecnología en sectores como el aeroespacial, la electrónica y la robótica; indispensables para construir aviones, chips y automóviles.

Empresas de Japón, Alemania y Estados Unidos dominan este sector desde hace décadas, mientras China depende de ellos. Es un síntoma más claro de los límites de un sistema dirigido por una autocracia centralizada.

A pesar de sus esfuerzos por reducir esta dependencia con numerosas iniciativas, el país no logró avances. El problema no es la falta de ingenieros ni de inversiones; el verdadero obstáculo es su modelo económico dirigido por el Estado.

China tiene una debilidad estructural que amenaza su crecimiento: la incapacidad de desarrollar herramientas de máquina avanzadas

A diferencia de las industrias donde el capital y la mano de obra barata generan avances rápidos, las herramientas de máquina requieren algo que China no puede fabricar: innovación genuina y sostenida. Empresas como Siemens (Alemania) y Fanuc (Japón) perfeccionaron durante décadas tanto el hardware como el software que controla estas máquinas. Son sistemas de precisión, fruto de un ecosistema industrial altamente especializado que evoluciona de manera orgánica y competitiva, algo que el modelo chino no permite replicar.

China intentó de todo: subsidios masivos, proteccionismo, compra de empresas extranjeras, pero el resultado fue el mismo. En 2017 y 2019, dos de sus principales fabricantes de herramientas de máquina, Dalian Machine Tool y Shenyang Machine Tool, quebraron por la feroz competencia interna y la falta de rentabilidad. Fueron rescatadas por el gobierno, pero lejos de revitalizarse, quedaron atrapadas en el mismo círculo vicioso: sin incentivos reales para innovar y sin la presión del mercado para mejorar, se volvieron zombis industriales, viviendo de subsidios sin generar avances tecnológicos reales.

Mientras tanto, empresas extranjeras como Fanuc Mitsubishi y Siemens dominan el mercado chino. Sin herramientas de máquina avanzadas, China depende de Occidente para producir la tecnología de punta indispensable para competir en sectores estratégicos como la aviación y los semiconductores. Esto es un callejón sin salida.

En un mundo donde el liderazgo tecnológico define el poder global, por más que lo intente, China nunca podrá superar a Occidente

El sistema comunista dirigista chino, donde el Estado decide qué industrias deben prosperar y cómo hacerlo, choca con la realidad de que la innovación no se puede forzar por decreto. El crecimiento basado en volumen, la estrategia favorita de Pekín, no funciona en sectores donde la calidad y la precisión son más importantes que la cantidad. Reducir precios para ganar participación en el mercado llevó a que los ingresos del sector caigan un 5,2% en 2024 y que las ganancias se desplomen un 76,6%. El resultado es una industria frágil, sin incentivos para la investigación y desarrollo, y cada vez más dependiente de tecnología extranjera.

Según cifras de 2021, China logró por primera vez exportar más herramientas de máquina de las que importó, pero este logro es engañoso: la mayoría de estas herramientas las produjeron empresas extranjeras en fábricas chinas. Es decir, la infraestructura está en China, pero el conocimiento y el software siguen en manos de otros. Mientras el gobierno prioriza áreas como los semiconductores y la exploración espacial, las herramientas de máquina quedan como un problema sin resolver.

China llegó al límite de lo que su sistema puede ofrecer. Sin un mercado verdaderamente competitivo y con una economía rígida dominada por el Estado, la innovación queda sofocada. El modelo que llevó a China hasta aquí no le permitirá dar el siguiente paso. Mientras el país sea una autocracia, su incapacidad para desarrollar tecnología de producción avanzada será su mayor debilidad. Y en un mundo donde el liderazgo tecnológico define el poder global, eso significa que, por más que lo intente, China nunca podrá superar a Occidente.

Las cosas como son.