Chips, espionaje y el robo de cerebros: la estrategia oculta de China en Taiwán

- Mookie Tenembaum
- Buenos Aires. Viernes, 11 de abril de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
La disputa entre China y Taiwán no se limita ya al terreno militar, diplomático o económico. En los últimos años, la guerra silenciosa por el dominio tecnológico global encontró un nuevo campo de batalla: el capital humano. Lo que antes se conocía como “espionaje industrial” hoy se mezcla con las herramientas propias del mundo corporativo, particularmente los departamentos de recursos humanos, creando una forma híbrida de infiltración: el poaching ilegal o reclutamiento encubierto de talento.
Tras una investigación del gobierno taiwanés, se descubrieron operaciones ilegales de empresas tecnológicas chinas en la isla. Beijing transformó el espionaje en un instrumento sofisticado, adaptado a las formas del siglo XXI. Entre las compañías señaladas se encuentra SMIC (Semiconductor Manufacturing International Corporation), el principal fabricante de chips de China y el tercero más grande del mundo. SMIC, que en teoría tiene prohibido operar directamente en Taiwán, utilizó una empresa fantasma registrada en Samoa para contratar ingenieros locales. Esta maniobra viola las regulaciones taiwanesas y revela una estrategia para acceder al know-how tecnológico sin necesidad de invertir años en formación ni investigación.
Taiwán no es cualquier país: es el corazón de la industria global de semiconductores. TSMC produce los chips más avanzados del mundo
Pero no se trata solo de fichar talento. Las autoridades taiwanesas sospechan que algunos de los ingenieros contratados pueden enviar información confidencial a China. Y aunque físicamente no crucen el estrecho, su conocimiento viaja a través de redes privadas y plataformas digitales como las de Tencent, una de las mayores empresas tecnológicas de China. En algunos casos, los resultados de la investigación y el desarrollo hecho en Taiwán son directamente cargados en la nube y enviados a servidores en el continente. Lo que antes requería espías encubiertos, hoy se realiza a través de entrevistas laborales por Zoom y contratos opacos con empresas pantalla.
El contexto es clave. Taiwán no es cualquier país: es el corazón de la industria global de semiconductores. Empresas como TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) producen los chips más avanzados del mundo, esenciales para teléfonos, computadoras, autos, sistemas de defensa y, especialmente, para inteligencia artificial (IA). Dominar esta industria significa controlar buena parte del futuro tecnológico global. Y China lo sabe.
El uso de estructuras de recursos humanos como herramientas de penetración estratégica representa una forma moderna de guerra de inteligencia. Reclutar ingenieros sirve para obtener información sensible sin levantar las alarmas típicas del espionaje tradicional. Este tipo de operaciones, encubiertas detrás de nombres de empresas extranjeras o startups ficticias, difuminan las fronteras entre la economía y la seguridad nacional.
El uso de estructuras de recursos humanos como herramientas de penetración estratégica representa una forma moderna de guerra de inteligencia
En este escenario, la IA juega un rol doble: es tanto el botín como la herramienta. China necesita ingenieros para alimentar sus proyectos de IA, pero también podría usar IA para rastrear perfiles clave, analizar bases de datos de talento o automatizar procesos de reclutamiento dirigidos. La frontera entre la innovación y la infiltración nunca ha sido tan delgada.
La guerra por los chips ya no se libra solo en los laboratorios ni en las cadenas de producción. Ahora también se libra en las oficinas de recursos humanos, en los portales de empleo y en los correos electrónicos de contratación. Y como demuestra Taiwán, en tiempos de rivalidad tecnológica, hasta el más inocente de los CVs puede ser una puerta de entrada al espionaje.
Las cosas como son.