Chips, poder y guerra: cómo Occidente redefine el orden militar global

- Mookie Tenembaum
- Buenos Aires. Viernes, 4 de abril de 2025. 05:30
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La integración de inteligencia artificial impulsada por GPUs en los sistemas militares redefine el modo en que las fuerzas armadas planifican, ejecutan y dominan el combate. Aunque muchas promesas aún se mueven en la intersección entre lo experimental y lo operacional, los proyectos ya en marcha trazan un patrón claro: la autonomía computacional no es una herramienta auxiliar, sino el núcleo del nuevo poder militar. Desde drones de bolsillo hasta naves oceánicas cazasubmarinos, pasando por conceptos hipersónicos de vigilancia global, el elemento común es la capacidad de procesar, interpretar y decidir a velocidades que antes solo eran posibles para un piloto humano, o para un centro de mando sofisticado.
El primer nivel de esta transformación se ve en el entorno táctico más inmediato. El PD-100 Black Hornet, desarrollado para el programa CP-ISR del Ejército de EE.UU., es un microdron del tamaño de una palma que puede volar de forma autónoma en entornos urbanos cerrados, transmitir video en tiempo real, evitar obstáculos y retornar a su operador sin intervención humana directa. Todo esto es posible gracias a un núcleo de procesamiento que, aunque miniaturizado, incorpora modelos de visión artificial basados en redes neuronales convolucionales, alimentados por GPUs adaptadas a bajo consumo. Esta herramienta convierte a cada soldado en una célula de reconocimiento multisensorial, permitiéndole “ver” detrás de muros o dentro de edificios sin exponerse.
La guerra no se ganará con más tanques, sino con más procesamiento. Y sin GPU, los ejércitos quedarán ciegos, lentos y vulnerables. Game Over
En el plano naval, el proyecto ACTUV (Sea Hunter), una embarcación no tripulada desarrollada por DARPA, representa la traslación de ese principio al océano. Esta nave de 132 pies navega sin tripulación identifica patrones acústicos submarinos y rastrea submarinos enemigos durante semanas con una precisión imposible para una tripulación humana. Su sistema de navegación, detección y predicción de trayectoria depende de modelos de inteligencia artificial que procesan flujos de datos en tiempo real mediante hardware especializado, particularmente GPUs de alta densidad.
En el espacio aéreo estratégico, Lockheed Martin afirma poder construir un avión no tripulado hipersónico, el SR-72, que volaría a Mach 6. Pero lo que haría viable esa velocidad no es solo la propulsión, sino la inteligencia artificial que controle la estabilidad, evasión de amenazas y navegación autónoma en entornos donde ningún humano puede reaccionar.
Aquí es donde aparece la brecha crítica: quienes no tengan acceso a GPU avanzadas estarán fuera de este nuevo paradigma. China, bloqueada por controles de exportación de chips de última generación, no podrá entrenar ni operar redes neuronales equivalentes a las de sus adversarios. Sin capacidad de cómputo, no hay autonomía operacional viable. En este nuevo dominio militar, la guerra no se ganará con más soldados o más tanques, sino con más procesamiento. Y sin GPU, los ejércitos quedarán ciegos, lentos y vulnerables. Game Over.
Las cosas como son.