El colapso de Intel es irreversible: es hora de aceptarlo

- Mookie Tenembaum
- Buenos Aires. Viernes, 14 de marzo de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Cuatro exdirectores de Intel publicaron una columna en Fortune rechazando la posibilidad de que TSMC adquiera las fábricas de Intel. Argumentan que entregar la producción de semiconductores a una entidad extranjera debilitaría a las empresas tecnológicas estadounidenses y que la competencia entre Intel y TSMC es fundamental para evitar monopolios y mantener precios accesibles. En su lugar, proponen escindir la división de fabricación de Intel y convertirla en una empresa independiente controlada por inversores estadounidenses, con la esperanza de que compañías como Apple, AMD y Nvidia se comprometan a comprarle chips. Pero esta idea parte de un supuesto erróneo: que Intel aún tiene un papel relevante en la industria.
Intel está muerta. No hay forma de maquillarlo, no hay estrategia de recuperación que tenga sentido, no hay plan de reestructuración que pueda salvarla. Lo que estamos viendo es la agonía prolongada de una empresa que dominó el mercado de los semiconductores durante décadas, pero que no supo adaptarse a la nueva realidad. Cada intento de Intel por reinventarse fracasa, porque su estructura, su mentalidad y su cultura de trabajo son obstáculos insalvables. Mientras TSMC avanza con una precisión quirúrgica, con un modelo de negocio claro y con una ética de trabajo que roza lo obsesivo, Intel sigue empantanada en burocracia, en promesas incumplidas y en una estrategia que ya no funciona.
La única opción viable es que TSMC tome el control y transforme lo que quede de Intel en algo útil. Son filosofías de trabajo irreconciliables
La idea de que Intel pueda competir con TSMC es una fantasía que debe terminar. Sus fábricas son un peso muerto, y los intentos de obligar a otras empresas a comprarle sus chips son una señal de desesperación. El mercado de los semiconductores no funciona así: aquí solo sobreviven los mejores. Samsung, con todos sus recursos, lucha por mantener un yield del 20% en la producción de wafers avanzados. ¿Qué esperanza tiene Intel, que demostró ser incapaz de fabricar nodos competitivos en los últimos diez años? No hay vuelta atrás. No hay resurrección. Lo que queda es aceptar la realidad y tomar la única decisión racional: desmontar la empresa y vender sus partes a quien las quiera.
Pero la solución no es simplemente desmembrar Intel y repartir sus activos. La verdadera solución es híbrida: una integración con TSMC, pero no como una fusión entre iguales, porque Intel no es un igual. La única opción viable es que TSMC tome el control y transforme lo que quede de Intel en algo útil. Hablamos de dos filosofías de trabajo irreconciliables. En Taiwán, los ingenieros trabajan seis días a la semana, doce horas al día. En Estados Unidos, Intel sigue atrapada en una cultura de trabajo lenta, burocrática y complaciente. Son dos mundos distintos, y el éxito de TSMC no se puede replicar en el entorno de Intel. La única manera de que algo de Intel sobreviva es bajo una administración completamente nueva, sin rastro de su estructura actual.
Nadie quiere los chips de Intel. Nadie quiere invertir en una fábrica sin un historial de éxito. El mundo ya eligió: TSMC
Los exdirectores de Intel que se oponen a esta solución viven en el pasado. Creen que Intel aún tiene un papel que jugar, que su tecnología es valiosa y que simplemente necesita un ajuste estratégico. No entienden que el problema de Intel no es solo tecnológico, sino estructural y cultural. Proponen escindir la división de fabricación y convertirla en una empresa independiente respaldada por inversionistas estadounidenses, con la esperanza de que empresas como Apple, AMD y Nvidia le compren chips. Pero eso no va a pasar. Nadie quiere los chips de Intel. Nadie quiere invertir en una fábrica sin un historial de éxito. El mundo ya eligió: TSMC es el estándar y todo lo demás es irrelevante.
No hay salvación para Intel. No hay camino que la lleve de vuelta a la cima. La única opción es reconocer la derrota, desmontar la empresa y permitir que los inversionistas recuperen lo que puedan antes de que el valor se evapore por completo. Intel está muerta. Lo único que queda es enterrarla con dignidad.
Las cosas como son.