Comedian (2019), de Maurizzio Cattelan, se vendió por 6,2 millones de dólares en una subasta de Sotheby's en Nueva York. El comprador, un coleccionista de origen chino que se ha hecho rico invirtiendo en criptomonedas, superó las licitaciones de seis rivales, dos de los cuales también son criptoemprendedores. La noticia causó perplejidad entre sus receptores porque la obra es una banana enganchada a una pared blanca con un trozo de cinta americana. Esta cantidad astronómica se pagó por el concepto de la obra, que se entregó al comprador con un certificado de autenticidad y unas instrucciones para sustituir la banana cada diez días.

El receptor perplejo se debió preguntar: "Pero, ¿esto es arte?". Justamente este es el título de un libro de Cynthia Freeland de obligada lectura para los estudiantes de arte. Sí. Actualmente esto es arte. Durante muchos siglos, el arte tenía que imitar la naturaleza y representar las acciones humanas. La tradición filosófica kantiana defendía la preeminencia de la forma por encima del contenido y el arte perseguía la belleza y gustar al espectador. Los artistas estaban integrados en las academias nacionales, que dictaban qué era arte y qué no lo era y, a través de los cánones, establecían qué obras se merecían ser exhibidas y cuáles no.

Pero el poder político dejó de legitimar las academias nacionales y apareció un medio que permitía representar mucho mejor la realidad: la fotografía. Ya no había convenciones académicas y el valor de la obra pasó a depender de la novedad y de la desviación con respecto a la norma. La cosa se complicó con la llamada teoría institucional del arte: es arte cualquier artefacto que el mundo del arte (críticos, galeristas, coleccionistas, curadores de museos) considera que es arte. Esta teoría sirve para explicar por qué Comedian es arte, pero no nos ayuda a interpretar la obra ni a entender por qué se han pagado 6,2 millones de dólares por ella.

Los expertos opinan que en los últimos años el mercado del arte no ha ofrecido rentabilidades atractivas, pero eso puede cambiar con la victoria de Trump

Existen varios precedentes de Comedian, obras que invitan a preguntarse: "¿Pero eso es arte?". El caso más chalado es la Fuente (1917), de Marcel Duchamp, un urinario tumbado que el artista firmó con un seudónimo y que fue presentado en una muestra de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Duchamp quería poner a prueba las bases de la exhibición, que decían que se expondría cualquier obra a que se presentara, siempre que el artista hubiera pagado una cuota de 6 dólares. La obra no se exhibió finalmente y el episodio es considerado un punto de inflexión en la historia del arte. Para el arte conceptual la idea de la obra es más importante que la obra misma. Duchamp no creó el urinario con sus manos, pero escogió el objeto.

Ya hace unos años que el mercado internacional del arte ha enloquecido porque se ha vuelto especulativo. Cuando Comedian se exhibió por primera vez en 2019 ya se pagaron más de cien mil dólares por tres ejemplares de la obra. En 2018 se pagaron más de cuatrocientos mil dólares por Edmon De Belamy, una obra 'creada' a través de IA por el colectivo de artistas francés Obvious. La obra de arte por la cual se ha pagado más dinero es Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, vendida por 450 millones de dólares en 2017.

Los expertos opinan que en los últimos años el mercado del arte no ha ofrecido rentabilidades atractivas a los inversores. Pero parece que eso puede cambiar con la victoria de Trump y con las políticas que impulsará: desregulación, rebajas de impuestos a corporaciones y a ricos, rebajas del tipo de interés. De hecho, después de las elecciones, la bolsa, las criptomonedas y el dólar subieron. Y a juzgar por el perfil de los licitadores, parece que hay bastantes similitudes entre las inversiones especulativas en criptomonedas y las inversiones especulativas en arte.

Como era previsible, la banana ha acabado en la tripa de su comprador. Está el precedente de Niña con globo (2002) de Bansky. Después de pagar 1,2 millones de euros en una subasta de Sotheby's en 2018, el comprador se quedó pasmado al ver que una trituradora de papel que el autor había escondido dentro del marco destruía la mitad de la obra. El comprador se repuso del susto un tiempo después, cuando vendió la obra por el doble del precio pagado.