Las pasadas elecciones europeas han dejado una composición del Parlamento novedosa. Si bien las fuerzas europeístas mantienen la mayoría, el conjunto de partidos anti-UE ha crecido ostensiblemente. Este hecho se va a reflejar en la toma de decisiones legislativas de la Unión, en un momento crucial para su destino.

Conscientes de los problemas que acechan al conjunto de los Estados miembros, la Comisión encargó dos informes a Enrico Letta y Mario Draghi, donde pusieran el foco en las posibles soluciones o mejoras para el Mercado Único, en el primer caso, y la competitividad de la UE, en el segundo. El primero ya fue presentado en abril, mientras que se espera que el resultado del segundo análisis esté disponible en los próximos meses.

Los problemas detectados hasta ahora no son una novedad, puesto que cualquiera que trabaje en el ámbito europeo y conozca el contexto de algunos de sus miembros puede ser consciente de que la joya de la corona, el Mercado Único, no funciona como todos quisieran.

De hecho, es una quimera a día de hoy, puesto que hay asimetrías que evitan que todos los países compitan igual internamente. Como ejemplo, estamos en un territorio donde se supone que hay libre movilidad de productos y servicios, lo que significa que las empresas de cualquier Estado podrían comerciar con otros países europeos, como si se tratara de un mismo territorio. Pero existen diferencias en función del origen. Si eres una empresa francesa, italiana, belga o danesa, cuando te registras obtienes de forma automática el alta como operador intracomunitario. Es decir, si quieres tener intercambios comerciales con otra empresa de la UE, podrás hacerlo sin aplicar el IVA de tu país, como una operación intracomunitaria, desde el primer día. Se pone a su disposición el mercado de 27 países, sin fronteras. Sin embargo, siendo una empresa española, este registro ni es automático ni es rápido. Tienes que solicitarlo a la Agencia Tributaria, a la que le tendrás que explicar para qué lo quieres (recordemos que estamos en un Mercado Único en la UE. Parecería obvio y un derecho) y podrá decidir si te lo da o no. Para ello, tendrá 18 meses. Toda una desventaja competitiva respecto a otros países y un ataque a la igualdad de oportunidades. No contentos con eso, además lo pueden dar de baja de oficio si deciden que no lo necesitas más. A pesar de lo que pueda decidir la empresa registrada.

Si eres una empresa francesa, italiana, belga o danesa, cuando te registras obtienes de forma automática el alta como operador intracomunitario. Si eres una empresa española, no

Otro ejemplo son las certificaciones “voluntarias” que exigen algunos países, como Francia, para poner obstáculos a la entrada de otros productos europeos. Una forma de esquivar la competencia con barreras burocráticas.

Y es que, en efecto, la UE ha eliminado muchas trabas a la movilidad de bienes, personas y capital, pero sigue sin ser perfecto. Cuando se quiere comparar al continente europeo con EE.UU. y China, se olvida que, aunque es un mercado potencial de casi 450 millones de personas, de facto siguen siendo 27 países diferenciados, con lenguas, culturas, normativas y modos de consumir autóctonos.

De igual forma, las intervenciones de Mario Draghi apuntan hacia la identificación de los problemas de competitividad que debe atajar el Viejo Continente si no quiere quedar al albur de las decisiones de los dos gigantes económicos actuales. Algunas cuestiones apuntadas, por ejemplo, son la baja productividad por hora en Europa, la falta de liderazgo de las empresas europeas en los sectores económicos más dinámicos y punteros, la pérdida de poder adquisitivo o la falta de estrategia para luchar contra la lluvia masiva de ayudas estatales tanto en EE.UU. como en China.

Para todas estas cuestiones, es fundamental la apuesta por una UE unida, que legisle en esta dirección y, consecuentemente, reduzca la capacidad individual de los diferentes Estados miembros.

Choca que, al día siguiente de las elecciones, el portavoz del Partido Popular Europeo, compañero de Ursula Von der Leyen, clamara por reducir las limitaciones a los vehículos de combustibles fósiles y repensar el Green Deal

Sin embargo, las últimas elecciones europeas muestran una creciente falta de confianza en el proyecto europeo por parte de los ciudadanos de la Unión y un aumento de la presencia del populismo. Preocupante es la deriva en algunos de los países con mayor peso en la región como Alemania, Italia o Francia. Este último lleva años sin un rumbo definido, con una economía estancada y con pérdida de productividad y competitividad. Esta evolución coincide con el triunfo de opciones populistas y extremistas, ya que la desaparición de los partidos tradicionales hace años, llevó al dominio de opciones personalistas, con discursos políticos simples y limitados.

Respecto a Alemania, es chocante que, al día siguiente de las elecciones, el portavoz del Partido Popular Europeo, compañero de filas, no solo europeo, sino nacional, de Ursula von der Leyen, clamara por reducir las limitaciones a los vehículos de combustibles fósiles y repensar el Green Deal.

Está por ver si la altura de miras institucional se impone entre los partidos europeístas para remar en la misma dirección. Más nos vale, pues en un entorno cada vez más complejo, volátil e incierto, donde la cooperación se manifiesta como clave, resulta llamativo cómo triunfa el descontento y la repulsa a la UE. Parece que el Brexit no ha servido como ejemplo.

Es hora de captar los mensajes de la ciudadanía y empezar a centrarse en la solución de los problemas reales de los ciudadanos y la economía.