Contaminación trumpista
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- Guillem López-Casasnovas
- Barcelona. Martes, 25 de febrero de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
A los economistas se nos suele pedir intuir hacia dónde puede ir el futuro. El año pasado, para el año en curso, centré el análisis predictivo en la incertidumbre del contexto económico que marcaría la elección de Trump: efectos sobre la balanza comercial, de capital, fortaleza del euro/dólar, precios de la energía, desarrollos tecnológicos, costos de movilidad, turismo, etc. Pelando la cebolla de los interrogantes (esa era la metáfora), me aparecía detrás de cada capa (piezas del futuro) la cara de Trump. Lo escribí nueve meses antes de su elección. Y, desafortunadamente, acerté. Ahora ya es pan comido.
Sabemos más o menos el contexto económico mundial para estos próximos años. Sin subidas radicales del costo de la energía (retorno a las nucleares y a los combustibles tradicionales), habiendo apostatado del cambio climático, el nuevo sheriff in town, como se hace llamar, ha sacado las pistolas. Ciertamente, podrá haber algún momento aleatorio en tecnología, errático en finanzas o en mercados de minerales raros, pero las cartas están echadas. Pero lo peor que nos deja la impronta del nuevo presidente de los Estados Unidos es el cambio geopolítico y cultural. Lo primero, con el debilitamiento de la alianza con la Unión Europea, acercándose a una Rusia que menosprecia, para confrontar a una China que sobrevalora.
Lo peor que nos deja la impronta del nuevo presidente de los Estados Unidos es el cambio geopolítico y cultural
Lo segundo, por el hecho de dar vía libre a una infinidad de trumpistas a escala estatal y local, que emergen envalentonados a la sombra del magnate. Son gente que, a menudo, ni siquiera pueden exhibir ningún éxito empresarial, ni siquiera a partir de las tropelías como las conocidas del mangante americano, delincuente convicto reconocido. Estos pequeños trumpistas suelen actuar como él porque, eso creen, los homologa como triunfadores en la vida, llegar y besar el santo en la política, a pesar de no poder exhibir capital financiero -que no tienen- ni capital humano -que nunca han cultivado-. Se muestran como su ídolo con una serie de posicionamientos chulescos, tentando la descortesía y con cambios de opinión arbitrarios; quien es poderoso no necesita justificar nada. Como Trump: un condenado que permite burlarse de la justicia y de la división de poderes, para calificar de "dictadores" a otros que no piensan como él. Con comportamientos propios de un machismo grosero, hecho de escarnios y mentiras, genera una jurisprudencia extensiva en su aplicación a los estados democráticos tradicionales, entre aspirantes recién llegados sin preparación afiliados a la academia trumpista que dirigen los cátedros Bannon y Musk.
Son personajes, aquellos, también en nuestro país, que practican opinando o escribiendo sobre cualquier tema sin miramientos, descalificando con adjetivos graves a quienes no piensan como ellos; llegando, si es preciso, a cuestiones personales. A menudo, hablan con ocurrencias según lo primero que se les ocurre (¿para qué leer o estudiar, si ya lo saben todo?), sin la humildad de reconocer que desconocen todo aquello que no pasa por medios ni por redes de conveniencia. Tienden a no respetar nada de la tradición y cultura heredadas, quizá pensando que no tienen nada que agradecer quienes creen que todo lo que tienen, lo tienen porque se lo merecen. A estas alturas, sienten primacía con el calor de quienes son como ellos, mientras muchos otros, atemorizados, callan; tal es el poder del dinero, del atrevimiento más descarado, que hoy lo embarga todo.
Emular a Trump sin ser Trump, actuando, como él, contra todos los que no son afines, a quienes se odia, resulta a escala local especialmente patético
Cada día tienen un buen maestro y se despiertan con una nueva machada. Trump declara la guerra (el infierno de bombardeos o de aranceles, por igual), no respeta la palabra dada (atemoriza haciéndose el loco incoherente para debilitar a la contraparte en la predictibilidad de la negociación) y fía la gobernanza a quienes, como él, son triunfadores capitalistas. Son personajes que probablemente Trump admira porque sabe que son más inteligentes que él mismo y no han necesitado enriquecerse con el negocio del ladrillo y las corruptelas para hacerse ricos. Su círculo es la familia, la adhesión a su figura, no el conocimiento ni la sabiduría de los más veteranos, ni la pausa razonada de quienes dudan antes de improvisar. Actúan todos ellos como redentores de los desfavorecidos, pero sin altruismos de proximidad. Recordar la historia es para ellos perder el tiempo. El impulso ante el día a día domina, como en su seguidor de la motosierra, que ya ha mostrado su escaso grado de conocimiento de la economía apoyando las criptomonedas más especulativas. Y no para hacerse rico él (como suele hacer Trump), sino siendo el tonto útil que ha arruinado a algunos de sus propios conciudadanos.
Las cartas del futuro próximo están ya echadas. Se ha abierto la veda a todos los niveles, también en el ámbito estatal europeo y a kilómetro cero: emular a Trump sin ser Trump, actuando, como él, contra todos los que no son afines, a quienes se odia, resulta a escala local especialmente patético. Y así vamos.