Cosas buenas y cosas malas de la economía catalana
- Guillem López-Casasnovas
- BARCELONA. Sábado, 28 de octubre de 2023. 05:30
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La investigación académica más puntera de la economía se está olvidando del crecimiento económico tal como tradicionalmente se venía considerando (tasas absolutas de crecimiento del PIB), que es complementado por los nuevos conceptos de desarrollo sostenible e indicadores de bienestar. Primero, porque sin un concepto relativo de renta, basado en capacidades efectivas (de compra, de acceso a servicios), los valores monetarios, absolutos y nominales, dicen muy poco del bienestar de los individuos. Segundo, porque el desarrollo requiere sostenibilidad: sostenibilidad económica, considerando cuánto extrapolable es la actividad productiva existente hacia su continuidad en el futuro; es decir, si es o no compatible con cargarse el planeta. Y a la vez, hace falta que sea sostenible socialmente para el cual la distribución del crecimiento de la economía no estropee la cohesión de la comunidad, que es lo que hace perdurable a una sociedad.
Con respecto a la sostenibilidad medioambiental, no puede haber dudas de donde estamos, aunque los negacionistas se esfuercen: o espabilamos en las maneras de producir, o el planeta se va a hacer puñetas. Respecto del bienestar comunitario, el modelo existente viene amenazado por una creciente desigualdad; desigualdad interna a la mayoría de los países, a pesar de la mayor igualdad externa alcanzada entre países. Y es que el crecimiento económico, tal como se genera hoy, a la hora que consume con creces los recursos no renovables, crea respuestas egoístas a problemas que son comunes y dinámicas feroces de incentivos en ganancias que incrementan la desigualdad. A la vez, la globalización mundial de la economía, contrariamente a lo que muchos piensan, permite salir de la pobreza a millones de personas que así pueden vender sus productos; bien cierto que en condiciones que a muchos de nosotros no nos gustan, pero que para ellos es mejor que cualquiera de las alternativas. Pero todo en costa, también, de un comercio con bastante huella ambiental que el planeta no aguanta.
Con respecto a sostenibilidad económica, el modelo productivo se tiene que compaginar con dos objetivos más de sostenibilidad: ambiental y social
Por lo que respecta a la sostenibilidad económica, del modelo productivo, no toca otra que compaginarlo con los otros dos objetivos de sostenibilidad: ambiental y social. Sin estos dos últimos no podrá pervivir el sistema económico. Con otras palabras, desarrollo económico y mejora de bienestar sí, pero de manera sostenible y con cohesión social, para evitar tanto el calentamiento global como la polarización comunitaria.
Con respecto a la economía catalana, de entre las anteriores disyuntivas, algunas las podemos confrontar mejor que otros. Hace falta focalizar a los deslibradores, comunes denominadores máximos para resolverlas. El de más calado, con más trascendencia futura más allá de las coyunturas, es el del mantenimiento y mejora de la formación del capital humano. Dejando los estudios, en una economía low cost, siempre se puede encontrar algún trabajo, sin importar demasiado su calidad a futuro. Por lo tanto, continuar por la vía de un modelo de servicios de bajo valor añadido no lleva en ningún sitio.
Todos los datos muestran que, en realidad, cuando un joven abandona su formación temprana está lanzado, y acogido, al mercado de trabajo, que le procura un poco de pan para hoy, pero le dejará hambre para mañana, visto como en términos de rentas futuras se estancará para el resto de su vida. Nos lo recordaba recientemente R. Blundell en una conferencia en la Universidad Pompeu Fabra: sin un nivel mínimo de capital humano, estos jóvenes son carne de cañón de aquellas empresas que a menudo no son medioambientalmente sostenibles, ni capaces de generar excedentes para pagar mejores salarios. Ahora, además, es más que probable que la inteligencia artificial acabe rematando a estos trabajadores pobres (working poors) en capacidad adquisitiva, que tienen actividades repetitivas sustituibles por la robótica. Para ellos, el estado del bienestar solo cuenta con unos escasos subsidios, en un futuro que los hace dependientes de las ayudas sociales y de las pensiones no contributivas.
Dejando los estudios, en una economía 'low cost', siempre se puede encontrar algún trabajo, sin importar demasiado su calidad a futuro
Vamos ahora a la cosa buena de la disyuntiva actual. En muchos otros lugares de la geografía productiva de la península, incluso allí donde se localiza gente lo bastante formada, las empresas se marchan por obsolescencia de sus ciclos productivos. Desaparece la ventaja competitiva del producto —cierta manufactura, el auto de motor de combustión, la metalurgia, el textil... —, y se vacía el territorio de actividad en una España despoblada. Eso, en nuestra casa, no puede pasar, o si es el caso, no del todo. La ventaja competitiva del modelo en buena parte es el territorio, los parajes naturales, la costa, y no un producto del mercado, que atrae la exportación, invisible que es el turismo. Y esta ventaja es permanente, al menos mientras no trinchamos más el país. ¡La naturaleza en cierta manera nos protege! ¡Comparad de lo contrario la situación de la España despoblada o de algunos estados americanos!
Dos trabajos, pues, para los responsables políticos: mitigar la parte mala de las disyuntivas y anclar mejor la buena. Favorecer la formación, para hacer efectivo el "no one left behind", asegurando ciclos formativos de verdad en la parte inferior y el máximo talento en la superior. Flexibilidad, musculación en el capital humano para ajustarse a las nuevas necesidades. Y para mantener el activo más atractivo, lo que la naturaleza ha dotado a falta de otros recursos, ninguna broma al modificar leyes y planes territoriales por la tentación a un expansionismo turístico basado al hacer más de lo mismo. Necesitamos un modelo que transite hacia actividades que eviten crear más brecha social y a cargarnos el planeta como lo estamos haciendo. Tomemos seriamente la financiación de los proyectos que tendrían que posibilitar las ayudas europeas Next Generation, ya que pueden ser una de las últimas oportunidades para aquella transformación.