En un artículo recientemente publicado en este medio, Josep Reyner ponía de manifiesto que el diferencial de crecimiento en términos de PIB per cápita entre Catalunya y el conjunto del Estado se debe a un mayor crecimiento demográfico y no a un menor crecimiento de la productividad (del trabajo). Si se hace el mismo ejercicio con las principales economías de la Eurozona (UE-5: Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Bélgica) se obtiene el mismo resultado. Entre 2000 y 2024 el PIB per cápita de la economía catalana (a precios constantes) ha aumentado menos que en la UE-5 (0,52% versus 0,69% en tasa media anual), pero eso es fruto de un mayor crecimiento demográfico (1,04% versus 0,30%), y no de un menor crecimiento del PIB por persona ocupada, que ha sido superior a Catalunya (0,57%) en comparación con la UE-5 (0,33%). Hay que tener en cuenta que cuando se comparan las economías catalana y española con el conjunto de la UE, la inclusión de países con un menor nivel de productividad de partida (los del Este de Europa) introduce un sesgo en la comparación, ya que es normal que partiendo de un nivel inferior a la media registren un mayor crecimiento a partir de la integración.

Ahora bien, el crecimiento de la productividad en Catalunya, como el conjunto de Europa, claramente inferior al 1% por término medio anual a lo largo del último cuarto de siglo, es muy débil en comparación con otras economías desarrolladas no europeas ­­-y especialmente con los EE.UU. Además, el nivel del PIB por persona ocupada en Catalunya es un 15% inferior a la media de la UE-5 (mesurado a precios constantes, sin ajustar a paridad de poder adquisitivo). Este diferencial es relativamente estable desde mediados de la década pasada y ha mejorado muy moderadamente desde principios de siglo, cuando llegaba al 20%. Por otra parte, el diferencial favorable a Catalunya en términos de crecimiento de la productividad a largo plazo es demasiado poco significativo para garantizar la convergencia con la UE-5 por este concepto en el corto y medio plazo. De hecho, si las economías catalana y europeas (UE-5) siguieran manteniendo un crecimiento de la productividad del trabajo como el observado el último cuarto de siglo, en el entorno del 0,6% y del 0,3% respectivamente, ¡Catalunya tardaría casi 50 años en convergir en productividad por persona ocupada con la media de la UE-5!

El diferencial favorable a Catalunya en términos de crecimiento de la productividad a largo plazo es demasiado poco significativo para garantizar la convergencia con la UE-5

La cuestión de la convergencia en PIB per cápita y productividad entre países a lo largo del tiempo ha ocupado a los economistas especializados en cuestiones de crecimiento económico desde hace décadas. La productividad del trabajo, y como consecuencia el PIB per cápita, dependen principalmente de dos factores: la dotación de capital (de todo tipo: físico, humano y tecnológico) y la eficiencia con la cual se combinan los recursos productivos disponibles (principalmente trabajo y capital). En principio, la rentabilidad del capital tendría que ser superior en los países con una menor dotación de partida y, por lo tanto, habría que esperar un mayor flujo de inversiones hacia estos países, hasta igualar los niveles de capital y productividad por ocupado de las economías más maduras, donde las inversiones chocan con rendimientos decrecientes. Pero esta convergencia está condicionada a que otros factores relevantes sean también comparables. Por ejemplo: la tecnología (en sentido amplio) y el marco institucional. Pero incluso suponiendo que la tecnología fluye sin obstáculos entre países de una misma área económica y que los marcos institucionales son lo suficientemente similares, la teoría fundacional del crecimiento iniciada por el premio Nobel Robert Solow en la década de los 50 admite la posibilidad de que dos zonas económicas puedan mantener un diferencial permanente en términos de productividad del trabajo (y de PIB per cápita) si muestran una propensión diferente a ahorrar (y a invertir) y/o diferentes tasas de crecimiento demográfico. En concreto, cuanto más baja sea la tasa de inversión y más elevada la tasa de crecimiento demográfico, menor será el nivel productividad en comparación con otras economías. La razón es lo suficientemente intuitiva: cuanto más rápido crece la población (y la fuerza de trabajo) más hace falta invertir como proporción del PIB para alcanzar un determinado nivel de capital por persona ocupada, que es uno de los principales determinantes de la productividad del trabajo.

Aterrizamos ahora la teoría al caso concreto de Catalunya en comparación con el núcleo europeo. Primero, hacemos el supuesto (irreal pero simplificador) que el nivel de eficiencia en la utilización de los recursos (lo que los economistas llaman PTF: Productividad Total de los Factores) fuera el mismo en la economía catalana que en la UE-5 y que, además, este grado de eficiencia mejora a las dos zonas a la misma tasa. Segundo, consideramos la posibilidad de que la tasa de inversión de la economía catalana fuera inferior a la del núcleo europeo y la tasa de crecimiento demográfico (y del empleo) fuera superior. Con estos supuestos, la teoría del crecimiento llegaría a la conclusión de que la economía catalana mostraría unos niveles de productividad y PIB per cápita inferiores a los de la UE-5 y no llegaría nunca a convergir. Por otra parte, de la misma teoría también se desprende que la tasa de crecimiento de la productividad sería igual en las dos zonas y del mismo orden que el progreso tecnológico común (la PTF).

Cuanto más baja sea la tasa de inversión y más elevada la tasa de crecimiento demográfico, menor será el nivel de productividad

¿Podemos considerar este ejercicio relevante para analizar los factores que explican la (no) convergencia de la economía catalana con la UE-5 en términos de productividad del trabajo y PIB per cápita? Consideramos los hechos: (y) Catalunya muestra un diferencial negativo persistente de productividad por persona ocupada con la UE-5 (del orden de un 15% los últimos 15 años); (ii) las tasas de crecimiento del PIB por ocupado a largo plazo son relativamente similares (alguna décima por encima o por debajo del 0,5%, respectivamente); (iii) entre 2013 y 2024 la tasa media de inversión como porcentaje del PIB en Catalunya (18,5%) se sitúa por debajo de la UE-5 (20,6%) y (iv) a lo largo del mismo periodo la tasa de crecimiento de la población (media anual) se sitúa por encima (0,54% y 0,27%, respectivamente). Con estos datos, el comportamiento diferencial de la economía catalana con la UE-5 se ajusta a lo que predice la teoría.

En conclusión: para poder convergir con el núcleo europeo, la economía catalana tendría que invertir más y mejor, con la actual tasa de crecimiento demográfico o, alternativamente, el crecimiento de la población se tendría que moderar si se mantiene la actual tasa de inversión. No obstante, los factores que impulsan el crecimiento demográfico tienen raíces profundas vinculadas a un determinado modelo productivo. Sería ilusorio, y probablemente contraproducente, pretender ponerle freno o intentar modularlo sin transformar el modelo productivo. Y la única forma efectiva de transformar el patrón de crecimiento de un país es mediante la inversión: sobre todo la que vehicula y difunde el progreso tecnológico al conjunto del tejido productivo.

Para poder convergir con el núcleo europeo, con la actual tasa de crecimiento demográfico, la economía catalana tendría que invertir más y mejor

Es importante tener en cuenta que el diferencial de productividad de la economía catalana con Europa es un fenómeno transversal a todos los sectores económicos. La productividad de la industria y también la de los servicios avanzados de la economía catalana es inferior a la europea. Desde la integración en la Eurozona, la economía catalana se ha especializado mayoritariamente en bienes y servicios situados en los segmentos intermedios de las cadenas de valor globales. Solo hay que observar el peso que representan las exportaciones de bienes industriales de nivel tecnológico medio sobre el total, muy mayoritarios y bastante estables a lo largo de los últimos 25 años. Este patrón de especialización refleja una dotación inicial de factores que otorgaba una ventaja comparativa clara a la concentración en actividades productivas relativamente más intensivas en trabajo de baja y media calificación que en capital, en comparación con las economías del Centro y Norte de Europa. Desde el punto de vista de la creación de empleo y la generación de beneficios empresariales, es un modelo de éxito que ha demostrado ser competitivo, cómo pone de manifiesto el elevado saldo positivo con el exterior. Por lo tanto, las fuerzas de mercado tenderán a reproducir este modelo. Las políticas públicas pueden contribuir a mejorar la dotación de factores de la economía catalana, especialmente el capital humano, las infraestructuras básicas, y el impulso a la investigación y la transferencia de tecnología. Sobre todo, es responsabilidad de los poderes públicos crear las condiciones óptimas para qué las empresas, propias y foráneas, encuentren comparativamente más rentable invertir en Catalunya en actividades intensivas en conocimiento y tecnología.

Eso no es ningún descubrimiento y de hecho son cada vez más las políticas públicas que desde hace tiempo ya están bien orientadas en esta dirección –al menos sobre el papel. El elemento diferencial pasaría por hacer de esta orientación general un objetivo central de país, sistémico y a gran escala, que interpele al conjunto de la población, desde la escuela hasta la empresa, pasando por las administraciones. La convergencia previa y más importante es la que tendríamos que conseguir primero dentro de la misma sociedad catalana, en torno a unos pocos objetivos prioritarios centrados en convergir en prosperidad y equidad con una Europa más unida, que también tendrá que dar el salto hacia un crecimiento más apoyado en el dinamismo empresarial y tecnológico, todo reforzando su compromiso irrenunciable con un bienestar ampliamente compartido.