Cada vez es más difícil debatir cuestiones de financiación autonómica con serenidad y que así lo vivan los asistentes partidarios de posiciones ya tomadas y lo recojan ponderadamente los medios, que prefieren que todo se parezca a un combate de boxeo. Son temas estos de la financiación territorial que están muy próximos a la política en la solución que finalmente se adopte, pero que en su vía de acuerdo y desacuerdo necesitan buenas dosis de orientación técnica. Estas no son sencillas, especialmente en el caso del sistema de financiación española, por su complejidad (se califica como un 'pequeño Frankenstein') y por los prejuicios que se han instalado.

Pero soy de los convencidos que por la importancia que el tema tiene para recuperar, si se quiere, el desencaje actual de Catalunya con el Estado, vale la pena intentarlo. Y eso aunque la aportación de los analistas pueda ser menospreciada, incomprendida o descalificada por perjuicios de origen. A menudo se quiere desviar el esfuerzo de los analistas que nos declaramos problem solvers (es decir, que intentamos ofrecer un abanico de alternativas para que los políticos tomen decisiones evaluadas), respecto de los que son utilizados como problem makers (que con sus argumentos derivan hacia posiciones políticas instrumentadas por una de las partes).

En mi caso, como reitero siempre que puedo, antes de hablar a los medios o en público me aseguro que en mi página web haya detalle de mi intervención, ilustrada en cifras y pros y contras de las diferentes alternativas. Y me gusta establecer un gradiente de opciones para intentar aproximar posiciones de las partes enfrentadas, si así estas lo quieren. Tal es la importancia que doy a los acuerdos en política que persisto en ofrecer una panoplia de posibilidades para favorecer decisiones mejor informadas. No me gustan las interpretaciones ni las descalificaciones personales, y si alguien quiere detalles de casquería, los remito primero a algún artículo trabajado por si quieren saber lo que pienso.

Sorprende que se diga que Catalunya "es demasiado grande" para tener un pacto fiscal, como si este fuera un principio técnico del federalismo, y no una excusa política de los mismos beneficiarios

Creo que en este momento, las dicotomías que marcan los combates de boxeo que algunos querrían situar en los extremos del ring, son: seguir como ahora, mirar al otro lado y dejar pudrir la situación, generando desafección y desencuentro en uno de los lados; y los que quieren las llaves de la caja por la desconfianza que les genera aquel que pone las manos en la caja de todos a gusto y hambre. También entre los que prefieren una Catalunya supeditada a una España cabreada, o que la singularidad catalana no vale una investidura. Confrontan los que exigen la multilateralidad para Catalunya en el seno del régimen común con el argumento que de lo contrario España no sería viable, reconociendo explícitamente cuánto Catalunya es exprimida por el Estado bajo el clamor de la solidaridad, con los que querrían "coger el dinero y correr", descuidando que no todo el mundo quiere romper con España y que puede haber posiciones intermedias de convivencia inteligente.

Sorprende que se diga que Catalunya "es demasiado grande" para tener un pacto fiscal, como si este fuera un principio técnico del federalismo, y no una excusa política de conveniencia de los mismos beneficiarios. "La mierda pinchada en un palo", como suele decirse, contra la singularidad catalana, ¡que si no lo pueden tener todos que no lo tenga nadie! Y eso por muy extensiva y no excluyente que sea la opción nueva que se pueda abrir, por ejemplo más basada en la capacidad y la responsabilidad fiscal que en la estimación del Estado de las necesidades de gasto que nunca son lo suficientemente objetivables para las partes (una vía que solo Australia sigue, a diferencia de los países federales como Alemania, Canadá o los Estados Unidos). O que se descalifique para Catalunya el "concierto a la vasca pero con solidaridad", cuando el nacionalismo español lo mantiene sin solidaridad en los territorios forales.

Federar quiere decir pactar y consorciarse. No someter bajo una solidaridad forzada

Todo es muy cansino, pero con causa justa el esfuerzo tiene que tener recompensa. No ciertamente de prolongar el modelo actual con variaciones marginales con nuevas variables de necesidad de gasto ponderadas, valoradas y con fijación de cuantías, o con nuevos subfondos como se ha propuesto recientemente desde Fedea. Tampoco veo factible refundar el sistema actual si se quiere recuperar Catalunya y reconducir al País Vasco y Navarra. Lo puede hacer si se abre una vía alternativa al actual en la que el Estado lo recauda todo y transfiere según cree desde decisiones tomadas a un Consejo de Política Fiscal y Financiera que domina absolutamente, hacia la de la capacidad fiscal sobre la base de los recursos generados en cada comunidad y con una regla explícita de solidaridad. Federar quiere decir pactar y consorciarse. No someter bajo una solidaridad forzada. Una vía, la de los ingresos, en contraposición a la del gasto no excluyente ni exclusivo, que incorpora responsabilidad fiscal y riesgo financiero, contrariamente a la más garantista que a muchas comunidades ya les va bien.

Como decía aquel, "busquen y comparen, y si encuentran algo mejor, me avisan". Está claro, solo invito a este ejercicio en aquellos que quieren encontrar soluciones al desencaje y no una nueva profundización al cuando peor mejor, ya que a estas alturas ya saben a las malas quien manda, como manda, y como si hace falta se las gasta.